martes, 26 de enero de 2010

Diacono Héctor Tonetto QEPD


Ayer, 25 de enero, Fiesta de la Conversión de San Pablo, el Señor vino a buscar a su humilde servidor, Héctor Tonetto, diácono de la Iglesia.

Transcribo a continuación la homilía que pronuncié en la Misa de exequias, celebrada esta mañana en su Parroquia "Santa Ana".

Homilía en las exequias del Diácono Hécto Tonetto
26 de enero de 2010

Estamos celebrando la hora en la que nuestro querido hermano y amigo, el Diácono Héctor Tonetto, ha sido visitado por el Señor.

Estamos convencidos que el Señor lo encontró con las vestiduras ceñidas y su lámpara encendida, velando y esperando su venida.

El encuentro de Héctor con Jesús ha sido sorpresivo, para él y para nosotros. Nos duele su partida. La fe cristiana, sin embargo, nos ofrece un gran consuelo: tenemos la certeza que, ahora, el Señor Jesús ha recogido su túnica, como dice el Evangelio, lo ha sentado a su mesa en el Reino celestial y se ha puesto a servirlo, a él, que fue su fiel servidor (diácono) en esta tierra.

* * *

En la primera lectura hemos escuchado la conmovedora plegaria de Job, el inocente puesto a prueba:

“Porque yo sé que mi Redentor vive … Y después que me arranquen esta piel, yo, con mi propia carne, veré a Dios. Sí, yo mismo lo veré, lo contem-plarán mis ojos, no los de un extraño.”

El Salmo 129 recoge esta plegaria y la pone en nuestros labios:

“Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra … porque en Él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia …”

Queridos hermanos: estas palabras de las Escrituras han animado la vida y el servicio de nuestro Diácono Héctor, a lo largo de su vida. Esta confianza y esta esperanza ha sostenido su caminar, especialmente en medio de las pruebas por las que ha pasado.

¡Es la esperanza en la Vida que Jesús nos da! ¡Es la esperanza en la vida eterna, en el cielo, como meta final de nuestro caminar en la tierra!

Quien deja que esta esperanza eche raíces en su corazón adquiere una libertad que ningún poder de este mundo puede dar ni quitar.

Cuando comenzamos a comprender que la comunión con Dios en el cielo es la verdadera meta de nuestra vida, nuestro corazón experimenta la alegría del Evangelio y nuestras manos quedan plenamente libres para llevar consuelo a nuestros hermanos.

El que tiene en su corazón la esperanza del cielo no se olvida de la tierra, sino que pone todo su empeño y concentra todas sus energías en hacer el bien con perseverancia, con paciencia, con humildad, sabiendo que todo depende de Dios.

Por el contrario, cuando esta esperanza desaparece del horizonte, la tristeza, la culpa, el derrotismo y, sobre todo, el egoísmo adquieren tal peso que arrastran todo a su paso.

La esperanza en la vida eterna nos libera para amar. La tristeza del que no tiene este vasto horizonte nos clausura en nosotros mismos.

* * *

“¡Feliz el servidor, si el Señor llega a medianoche o antes del alba y lo encuentra así!”.

Estas palabras de Jesús, nuestro Maestro, nos desvelan el secreto que mantuvo al Diácono Héctor de pie, con la mirada fija en el cielo, repartiendo bondad, dulzura, mansedumbre y esperanza a todos aquellos que se cruzaron por su camino, en su familia, en la comunidad parroquial, en la pastoral de la salud.

Tenemos la certeza de que el Señor lo ha sentado a la mesa, enjugando cada una de sus lágrimas. Ahora nosotros, todavía peregrinos en esta tierra, pero en camino hacia el cielo, nos reunimos alrededor de la mesa eucarística, para recibir el pan del cielo que sostiene nuestro peregrinar.

A Héctor le decimos: a Dios, hasta vernos un día -el día que no tiene ocaso- en la casa del Padre.

Querido Héctor: María Santísima, San José, Santa Ana y los santos diáconos te reciban en el cielo y te lleven a la presencia de tu Señor.

Así sea.

domingo, 24 de enero de 2010

Pablo VI, la audacia de un Papa


En estas vacaciones comencé a leer una biografía nueva de Pablo VI, escrita por el periodista italiano Andrea Tornielli, vaticanista de “Il Giornale”. El título de la obra es: “Paolo VI. L’audacia di un Papa”.

Me suele pasar que antes de encarar el primer capítulo de este tipo de obras de carácter histo-riográfico, me voy directamente a los capítulos que me interesan o sobre los cuales tengo algún interrogante especial, y allí me detengo. Voy saltando así de capítulo en capítulo, movido más bien por la curiosidad que por la disciplina que supone leer una biografía por el orden cronológico que le ha dado su autor. En definitiva, uno siempre llega a un texto movido por algún “interés guía” o una pregunta vital.

Del salpicón de capítulos, algunos me han quedado dando vueltas. El que se refiere a su ministe-rio episcopal en Milán; y los que se internan por aquel período tormentoso para la Iglesia y para el Papa Montini del inmediato postconcilio, es decir: de 1967 en adelante.

Se darán cuenta el interés que puede despertar en quien se está iniciando en el servicio episcopal, asomarse a la experiencia del “Arcivescovo” Montini, en una situación similar. Sí, ya sé: “salvando todas las distancias”.

Distanciado de Pío XII, vigilado minuciosamente por la Curia vaticana, pero con gran pasión evangélica, “Don Battista” se internará por los intrincados caminos de la populosa Milán. Me ha impresionado un rasgo que, ya como obispo de Roma, seguirá presente en todos los temas que afronte: la capacidad de escuchar los interrogantes de su tiempo, sopesarlos serenamente, discerniendo la verdad que en ellos palpita, y ofreciendo la luminosa respuesta del Evangelio transmitido por la Iglesia. En esto, Montini tiene una fineza intelectual que también se encuentra en Benedicto XVI.

Sobre el segundo aspecto que me ha impresionado (la cruz del postconcilio), volveré en algún post posterior.

Un saludo a todos.

viernes, 22 de enero de 2010

¡HAITÍ NOS NECESITA!

Estoy de vuelta después de unos días de descanso. Este post lo quiero dedicar a Haití. ¡Nuestros hermanos haitianos nos necesitan!

Los mendocinos sabemos de temblores y terremotos. Hace veinticinco años, también en enero, un fuerte sacudón de tierra tiró abajo casas y, sobre todo, se llevó vidas preciosas. No tuvo la magnitud del que sacudió Haití el pasado 12 de enero. Pero es bueno avivar el recuerdo para que se reavive la compasión y el amor.

Voy conociendo las iniciativas espontáneas de varias comunidades cristianas para salir al paso de esta necesidad. Dos parroquias del Este, por ejemplo, destinaron sus colectas del fin de semana. Otras están organizando distintas actividades para recaudar fondos.

Caritas, por su parte, ha abierto una cuenta para recibir donaciones. Estos son los datos:

Cuenta Corriente Banco Nación Nº 35869/51 - Sucursal Plaza de Mayo 0085
CBU 01105995-20000035869519
A nombre de: Cáritas Argentina Emergencia
CUIT 30-51731290-4

La Diócesis está tratando de organizar una colecta para el próximo 11 de febrero, Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. En cuanto perfilemos mejor las cosas comenzaremos a difundir la iniciativa.

¡Haití nos necesita!

viernes, 1 de enero de 2010

Nacido de una mujer


Navidad es un misterio de salvación. ¿Por qué Dios se hizo hombre? “Por nosotros y nuestra salvación”, es la respuesta de la revelación. Llevar al hombre a su perfección en la comunión con Dios, sustrayéndolo del poder del pecado.

Hoy, Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, hemos leído el texto mariológico, a mi criterio, más significativo de las Escrituras: “Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley” (Gal 4,4).

“Nacido de una mujer”. La restauración del hombre se inicia con la maternidad de María, la Santa Madre de Dios. La maternidad ha sido redimida.

El Beato Juan XXIII señalaba hace más de cuarenta años que la presencia de la mujer en la sociedad era uno de los signos de los tiempos.

En torno a la mujer se da hoy una enorme batalla cultural. Basta pensar los desafíos que suponen el feminismo radicalizado y la difusión capilar de la ideología de género.

Si una mujer, María, es el centro de la Iglesia (Von Balthasar), retomar este centro viviente es la mejor forma de ofrecer la respuesta cristiana a estos desafíos. Tenemos mucha tela para cortar.


PD. El lunes tuve, como dije, una intervención ocular que me recluyó unos días. Recién hoy pude volver a presidir la Misa. Mañana parto para unos días de descanso. Gracias por sus oraciones.

¡Feliz Año 2010 para todos! ¡Por un Bicentenario en justicia y solidaridad!