martes, 16 de noviembre de 2010

Pastoral sacerdotal


En la reciente Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino (la n° 100), dedicamos dos días a reflexionar sobre la “pastoral sacerdotal”.

Se trata de una expresión reciente que designa una realidad de siempre: la acción de la Iglesia madre que acompaña a sus hijos sacerdotes para que vivan plenamente su vocación y misión. En otras palabras: que los curas sean santos, con la santidad propia de los pastores, que se configuran con Jesucristo Buen Pastor en el ejercicio del ministerio.

El ejercicio del ministerio del Espíritu supone, para el cura: anunciar la Palabra que despierta la fe, reunir al Pueblo de Dios en la caridad, santificarlo por la celebración de los misterios santos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación.

El interés de los obispos por los sacerdotes brota de un amor muy grande por ellos y por el Pueblo de Dios. Lo he podido palpar en estos días.

Pudimos escuchar algunos testimonios de sacerdotes jóvenes, de mediana edad y ancianos. Repasamos los principales desafíos que suponen las cuatro dimensiones de la formación permanente: humano-afectiva, espiritual, intelectual y pastoral. Fue muy importante el repaso que hicimos de la rica enseñanza conciliar sobre la relación obispo-presbíteros. Estuvo a cargo de Mons. Carmelo Giaquinta.

Lo más importante fue el diálogo e intercambio entre los obispos en grupos más pequeños de trabajo. Me impresionó que la mirada sobre la realidad de los sacerdotes provenga de una fe muy honda de los obispos, de una conciencia muy lúcida de la prioridad de la gracia del Espíritu Santo en la santificación de los sacerdotes.

Sin duda que no faltó la mirada sobre los problemas y desafíos más preocupantes que presenta la realidad presbiteral hoy, sobre todo, en los sacerdotes más jóvenes.

En estos, como en otros temas similares, percibo la llamada de Dios a una conversión del corazón, a una reforma de vida más radical, y a un seguimiento de Cristo que toque todas las dimensiones de nuestra persona.

La pastoral sacerdotal es una pastoral de la santidad sacerdotal.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Un viaje que nos interesa

¡Hace cuánto que no escribo nada! El fin de año se hace sentir, y he tenido muchas cosas entre manos. Ahora mismo estoy preparando el viaje a Pilar para la 100 Asamblea Plenaria del Episcopado.

Los obispos vamos a dedicar dos jornadas enteras a repasar nuestro rol en la "pastoral sacerdotal", es decir, en la acción de la Iglesia-madre que acompaña a sus pastores para que vivan plenamente su vocación a la santidad en el ministerio.

A mí me toca coordinar algunos trabajos de reflexión de los obispos. Lo venimos preparando con mucho empeño desde hace meses.

Si todavía quedan lectores de este blog, les ruego que recen por nosotros.

Es de otro viaje del que quiero hablarles: el viaje de Benedicto XVI a Santiago de Compostela. Nos interesa porque nosotros, los mendocinos, veneramos al "Patrón Santiago" como nuestro patrono y protector. Yo le tengo una devoción especial al "Santo Patrono Santiago".

En los dos discursos que he podido leer a las apuradas, se ha destacado con fuerza esta idea: peregrinar es salir de sí mismo para ir al encuentro de Dios, para ir al encuentro de la verdad.
El hombre está en búsqueda de la verdad. Solo en la verdad plena de sí mismo puede el hombre alcanzar la libertad.

Un fragmento del discurso en el Aeropuerto de Santiago de Compostela:

"En lo más íntimo de su ser, el hombre está siempre en camino, está en busca de la verdad. La Iglesia participa de ese anhelo profundo del ser humano y ella misma se pone en camino, acompañando al hombre que ansía la plenitud de su propio ser. Al mismo tiempo, la Iglesia lleva a cabo su propio camino interior, aquél que la conduce a través de la fe, la esperanza y el amor, a hacerse transparencia de Cristo para el mundo. Ésta es su misión y éste es su camino: ser cada vez más, en medio de los hombres, presencia de Cristo, “a quien Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención” (1 Co 1,30). Por eso, también yo me he puesto en camino para confirmar en la fe a mis hermanos (cf. Lc 22, 32)."