miércoles, 19 de enero de 2011

Libertad religiosa: una reflexión y algunos interrogantes

Queridos amigos: estoy a punto de ausentarme por varios días. No sé si tendré oportunidad de conectarme a Internet. Les dejo a continuación un artículo que preparé para un medio local. Hasta ahora no ha sido publicado. El Dakar y otros temas han concentrado la atención  en estos días.


Libertad religiosa: una reflexión y algunos interrogantes

El lema de la Jornada mundial de la paz 2011 ha sido: “La libertad religiosa, camino para la paz”. Benedicto XVI le ha dedicado un extenso mensaje. Ofrezco algunas reflexiones al respecto. Destaco también algunos interrogantes que el tema nos plantea a los católicos.

Un derecho fundamental, no conquistado del todo

Pasada una década del siglo XXI la violencia por motivos religiosos sigue cobrándose víctimas. Según algunos informes, seis de cada diez personas que sufren violencia u hostilidad por motivos religiosos, son cristianos. Mientras escribo estas líneas, llega la noticia de un atentado contra la comunidad copta en Alejandría de Egipto. Una Navidad con 21 muertos y un número mayor de heridos. Hechos similares se han dado, en este último tiempo, en Irak, Turquía, Filipinas y Nigeria. La geografía de violencia y muerte para los creyentes, cristianos o no, parece ampliarse.

El derecho internacional, sin embargo, va reconociendo la libertad religiosa como parte del núcleo de los derechos humanos, junto con el derecho a la vida y a la libertad personal.

La libertad religiosa es un indicador del perfil específico y la originalidad del ser humano. En su libre adhesión a Dios y a los valores trascendentes, la persona configura la orientación fundamental de su vida. Se trata, por tanto, de mucho más que ausencia de coacción para profesar la propia fe (o la increencia), de libertad de conciencia o mera libertad de culto.

Como toda genuina realización humana es, inseparablemente, un hecho personal y social, privado y público. Toca la conciencia, la libertad y los vínculos. Como todos los derechos y libertades, no es absoluto: guarda estrecha relación con un conjunto de deberes, también específicos del ser humano: buscar la verdad, especialmente religiosa; vivir en coherencia con las propias convicciones espirituales y morales; ofrecer la propia contribución al bien común; respetar a quien define y radica su vida de modo diverso al propio, etc.

El camino hacia el reconocimiento pleno de la libertad religiosa como un derecho humano fundamental ha sido fatigoso, con muchas idas y venidas. Todo indica que aún permanece lejos de estar asegurado para todos. A diferencia de lo que sostienen las utopías que sueñan con traer el cielo a la tierra, las personas y las sociedades nunca poseen del todo y para siempre sus principales valores éticos. Parafraseando a Jesús: el espíritu está dispuesto, pero la condición humana es frágil. Los adultos sabemos que nuestras opciones libres más profundas no son piedras inamovibles, fijas y estáticas. No es extraño que, de tanto en tanto, tengamos que reapropiarnos de nuestros valores, desde una conciencia más lúcida de la realidad. Esto ocurre también con la libertad religiosa como derecho fundamental de la persona humana, anterior a cualquier reconocimiento legal de los estados.

Tres preguntas para los católicos

Para los católicos, todo esto supone responsabilidades concretas. Mucho más para quienes somos sus líderes. Surgen así algunos interrogantes que vale la pena identificar.

Un primer interrogante tiene que ver con el modo de vivir la propia fe en un contexto cultural caracterizado por una pluralidad de valores o de formas de orientar la propia vida. Se multiplican también los puntos de fricción entre la doctrina católica y algunos movimientos culturales. La temperatura de la crítica hacia la religión además parece estar subiendo unos cuantos grados. Son datos de la realidad, previos a cualquier valoración. El mundo católico está viviendo, por lo mismo, un momento bastante complejo de tensiones y replanteos. No existe una sola forma de responder a estos desafíos. A mi criterio, se está dejando sentir la necesidad de volver a lo esencial, reapropiándonos del núcleo de nuestra fe: la experiencia de Dios revelado en Jesucristo.

Juan Pablo II, Mensajero de la Paz
Lo cierto es que, en algún momento, el creyente debe mirarse al espejo y preguntarse: “Y yo, ¿soy o no discípulo de Cristo? ¿Tomo en serio el Evangelio como forma alternativa de vida en un ambiente muchas veces adverso? ¿Tengo que esperar a que el contexto social sea favorable y me ofrezca suficiente seguridad para vivir mi fe, o algunos de sus valores?” Hechos recientes, como la discusión sobre el matrimonio, han acelerado este debate dentro del mundo católico. De todas formas, no hay que perder la cabeza: en todo tiempo los creyentes hemos tenido que pronunciar el “amén” de nuestra fe de un modo consciente, libre y personal. Sea por factores externos como por otros internos, la fe cristiana siempre ha existido como fe contestada y desafiada. Solo así se la posee de modo genuino. El discípulo no es superior al maestro, al decir de Jesús.

El segundo interrogante tiene que ver con la dimensión pública de la libertad religiosa. Uno de los desafíos más fuertes de nuestra sociedad, incluso a nivel global, es redescubrir un consenso ético sobre los valores fundantes de la convivencia humana. Las grandes religiones tienen mucho que ofrecer al respecto. Es el caso del cristianismo. En su seno, y a lo largo de las generaciones, se ha desarrollado una rica tradición humanista, cuya propuesta de “vida buena” ha sido un poderoso factor de desarrollo humano. Constituye un patrimonio espiritual y cultural de gran vitalidad.  

Sin embargo, aquí surge un interrogante de fondo: ¿Hemos desarrollado los católicos un modo adecuado de proponer -no de imponer- este patrimonio en los debates públicos? Se trata, por una parte, de asegurar la presencia de nuestro específico punto de vista frente a los problemas comunes, sin renunciar a nuestra identidad y aquellos valores que consideramos no-negociables. Pero también, de hacerlo con un discurso propositivo, sensato y con sólidas argumentaciones racionales, respetuoso de los demás y capaz de entrar en el juego democrático de las sociedades abiertas.

El tercer interrogante lo formulo así: habida cuenta de la gravitación que los católicos aún tenemos en la vida argentina, ¿qué responsabilidad específica nos cabe para consolidar la libertad religiosa, en el sentido amplio desarrollado por Benedicto XVI en su mensaje? Sin excluir nuevas y mejores leyes, pienso aquí en la vida cotidiana de la sociedad civil donde, de hecho, se da una buena convivencia entre personas que profesamos distintas confesiones religiosas.

Creo que tenemos que mejorar la presencia de los católicos en el espacio público. Urge, por tanto, superar un cierto “complejo de culpa” que ha dominado la escena eclesial reciente. Es cierto que tenemos que hacernos cargo de las infidelidades al Evangelio de generaciones anteriores. Sin embargo, no podemos olvidar la contribución positiva de la tradición católica, en sus múltiples realizaciones, a la edificación de la sociedad. Esta memoria completa es ineludible si queremos que el hecho religioso sea respetado como un factor positivo. Una retirada o un ocultamiento de los católicos de la vida pública no benefician a nadie. Solo desde una sana autoestima, con una presencia clara pero no agresiva, podremos contribuir a una renovación de la vida ciudadana.

Urge también una revitalización del diálogo interreligioso. Los católicos no podemos pensar solo en resguardar nuestro espacio. La libertad religiosa es la condición necesaria para que los valores espirituales propios de cada tradición religiosa enriquezcan la convivencia ciudadana. En esa dirección parece moverse Benedicto XVI que ha propuesto un nuevo encuentro interreligioso en Asís, a veinticinco años del que convocara Juan Pablo II en 1986, a fin “de renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de toda religión de vivir la propia fe religiosa como servicio a la causa de la paz. Quien está en camino hacia Dios -ha dicho el pasado 2 de enero - no puede dejar de transmitir paz, quien construye paz no puede dejar de acercarse a Dios.” 

viernes, 14 de enero de 2011

1º de mayo: beatificiòn de Juan Pablo II


Juan Pablo II en Mendoza, junto a la Virgen del Rosario
Ya es oficial. El domingo 1º de mayo, Domingo de la Divina Misericordia, será beatificado Juan Pablo II. Es una muy buena noticia.

¡Adoremos al Dios tres veces Santo! Él es el Pastor eterno que no abandona a su rebaño. Es el Dios fiel que cumple su promesa: “Les daré pastores según mi corazón” (Jer 3, 15).

Los santos son el mejor comentario al Evangelio. A través de ellos, Dios va guiando a su pueblo en las circunstancias complejas de la historia. Ellos son el mejor mensaje de Dios para nosotros. Nos toca a nosotros desentrañar lo que Dios nos quiere decir, en este caso a través de la vida santa de Juan Pablo II. 

¿Qué mensaje de Dios escuchamos a través de la vida de Karol Wojtyla/Juan Pablo II?

Una respuesta personal, sin demasiadas cavilaciones: Juan Pablo II, un padre y un amigo para los hombres, especialmente para los jóvenes. Su rostro fue expresión de la actitud más honda de Dios de cara al hombre: bondad, misericordia y cercanía. Su largo peregrinar por el mundo nos muestra al Buen Pastor que siempre está en búsqueda de la oveja, especialmente la extraviada. 

Como dice Jesús: "Bienaventurados los que trabajan por la paz, pues serán llamados hijos de Dios".

Es un mensaje para la Iglesia, para quienes somos sus pastores, para todos los bautizados. El único poder genuino de la Iglesia es el amor de misericordia. 

La beatificación de Juan Pablo II nos haga a todos más amigos, más misericordiosos, más pacíficos. Que así sea.

miércoles, 12 de enero de 2011

Santo subito


Juan Pablo II será beato, presumiblemente, en el transcurso de este año.

Así lo informa Andrea Tornielli, vaticanista de “Il Giornale”. Ayer, martes 11 de enero, se reunió en la sede de la Congregación para la causa de los Santos, la Comisión de cardenales y obispos que debía examinar el milagro realizado por intercesión del Papa Wojtyla a una religiosa francesa aquejada de Parkinson. Ha dado su aprobación al mismo. Solo resta que el Papa firme el Decreto y, después de este paso, fijar la fecha de la beatificación. 

Recordemos brevemente los últimos pasos dados en la causa de beatificación:

-        El pasado 19 de diciembre, el Papa Benedicto XVI firmó el decreto de las virtudes heroicas.

-        Entre noviembre y diciembre se reunió la comisión de médicos que examinó el caso de la curación de Parkinson de la religiosa francesa.

-        Antes de Navidad, se reunió la comisión de teólogos que examinó el presunto milagro y dio su aprobación al mismo.  

-        Faltaba el tercer paso: la aprobación del milagro por la Plenaria de la Congregación. Esto se cumplió ayer.

De todos modos, informa Tornielli, la noticia de la beatificación solo será oficial, cuando el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para la causa de los Santos, presente el dossier sobre el milagro al Santo Padre, y éste firme el decreto de aprobación.

Aquí el link del blog de Tornielli, de donde he tomado esta noticia:

martes, 11 de enero de 2011

Benedicto XVI al Cuerpo Diplomático. Analizando las noticias


“El Papa se opuso a la educación laica en América latina” (MDZ). “El Papa contra las reformas laicas a la educación en América latina” (Los Andes). “El Papa cuestiona la educación laica y sexual y defiende la libertad religiosa” (El Sol)

Los medios locales reflejan con estos títulos el párrafo que Benedicto XVI ha dedicado a América latina en su tradicional Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. Aluden también a otra sección del discurso en el que se refiere a algunas reformas recientes en la España. 

Como suele ocurrir, en el cuerpo de la noticia se hace un desarrollo un poco más amplio de la noticia, permitiendo al lector hacerse alguna idea del tenor exacto de las palabras del Pontífice. De todas formas, el mensaje llega con claridad: “¡Qué tipo este B16!”. 

Parece que la capacidad analítica se diluye hasta desaparecer cuando se trata de temas religiosos. Aquí todo va en blanco y negro. Nada de matices. Entiendo que un título tenga que llamar la atención. No me convence que esto se logre deformando la realidad.

El que si matiza es el bueno de Benedicto. Bueno e inteligente. Un poco picante, diría yo. A continuación los dos párrafos aludidos. Cada uno saque sus conclusiones. Al final, les ofrezco la mía. 

Reconocer la libertad religiosa significa, además, garantizar que las comunidades religiosas puedan trabajar libremente en la sociedad, con iniciativas en el ámbito social, caritativo o educativo. Por otra parte, se puede constatar por todo el mundo la fecunda labor de la Iglesia católica en estos ámbitos. Es preocupante que este servicio que las comunidades religiosas ofrecen a toda la sociedad, en particular mediante la educación de las jóvenes generaciones, sea puesto en peligro u obstaculizado por proyectos de ley que amenazan con crear una especie de monopolio estatal en materia escolástica, como se puede constatar por ejemplo en algunos países de América Latina. Mientras muchos de ellos celebran el segundo centenario de su independencia, ocasión propicia para recordar la contribución de la Iglesia católica en la formación de la identidad nacional, exhorto a todos los Gobiernos a promover sistemas educativos que respeten el derecho primordial de las familias a decidir la educación de sus hijos, inspirándose en el principio de subsidiariedad, esencial para organizar una sociedad justa.

Continuando mi reflexión, no puedo dejar de mencionar otra amenaza a la libertad religiosa de las familias en algunos países europeos, allí donde se ha impuesto la participación a cursos de educación sexual o cívica que transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón.

Mi conclusión. El Papa Benedicto (“¡Qué tipo este!”) hace foco en un tema incómodo: la educación como un derecho primario de las familias. Es más: pone en relación la libertad religiosa con este derecho-deber de los padres. Éste como expresión concreta de aquél. La conclusión es explosiva: son los padres los que tienen que marcar el compás al estado en su tarea educativa, sobre todo, cuando se trata de la orientación espiritual y moral de la vida. No al revés. En la sociedad, el estado tiene un rol subsidiario; es decir: ayudar a las personas, a las familias y a las otras formas de agregación social a realizar sus fines específicos. No suplirlos; menos aún: ahogarlos. 

El Papa apuesta por la subjetividad de la sociedad. Es uno de los aspectos más estimulantes de las democracias modernas. Por aquí se puede entrever una salida a la dictadura de lo políticamente correcto que parece dominar la escena pública. Por aquí se encolumna el lúcido de B16, y lo hace a partir de la libertad religiosa.

jueves, 6 de enero de 2011

Epifanía del Señor: El Emmanuel se manifiesta a las naciones

La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.

Mt 2,9b-11

Sabemos que estas predicciones (del AT sobre la salvación para los gentiles) empezaron a cumplirse desde que la estrella hizo salir de su lejano país a los tres magos, para que conocieran y adoraran al Rey de cielo y tierra. Su docilidad es para nosotros un ejemplo que nos exhorta a todos a que sigamos, según nuestra capacidad, las invitaciones de la gracia, que nos lleva a Cristo.

San León Magno, en el Sermón del Oficio de Lecturas de la Epifanía

Dos comentarios. Uno más largo, aunque sin demasiada ilación. Otro más escueto y personal.

Va el primero. Jesús es el verdadero Oriente de los hombres y de los pueblos: la luz que ilumina y orienta en su caminar a todos los hombres. Esto mismo lo podemos decir con una frase muy breve, sencilla, pero también profunda. Una confesión de fe: “Dominus Iesus” (“Jesús es el Señor”).

La liturgia de la noche de Pascua lo expresa con palabras también entrañables. Mientras el sacerdote marca la cruz y la cifra del año en curso dice: “Cristo, ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. A Él pertenecen el tiempo y la eternidad. A Él la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén.”

¿Cómo será la figura histórica de la Iglesia católica en los próximos años o décadas? Se pueden decir algunas cosas sensatas. A ciencia cierta, yo no sé bien qué quedará y qué permanecerá de lo que hoy conocemos, y en lo que subsiste la esencia inmutable de la Iglesia fundada por Cristo. Eso, en definitiva, está en las manos del Señor resucitado, que conduce sabiamente a su Iglesia para que permanezca suya, no nuestra. Él es el Kyrios, el Señor. Él nos ha hecho esta promesa fundamental: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

Solo me animo a decir que, como en los inicios del cristianismo, nosotros y las futuras generaciones hemos de salir al mundo iluminados por el Sol que nace del oriente, pues sólo Él es la luz de los pueblos. Testigos de la luz de Dios que resplandece en el rostro de Cristo. Nos han sido confiados bienes preciosos: la Palabra, la Eucaristía y los sacramentos, la caridad que derrama el Espíritu en los corazones, la luminosa santidad de los santos, el cayado de los pastores. ¡Somos libres!

Segundo comentario. ¡Qué acierto el de León! Dios nos regala una estrella (o varias) que orientan nuestro caminar hacia Cristo. La vieja teología nos diría que no le faltan al peregrino las gracias actuales que encienden los deseos del corazón, que iluminan y esclarecen la mente, que fortalecen el corazón para hacer lo que hay que hacer, etc. Dios nos guía. Es nuestro maestro interior. El P. Becker -jesuita alemán y profesor en la Gregoriana- decía que, en definitiva, esto quiere expresar el dogma de la inhabitación trinitaria en el alma del justo: Dios, desde dentro, conduce nuestra vida de fe.

Escribiendo esto, he recordado una escena que otros fanáticos también reconocerán. No es un texto dogmático o de fe ¿Tengo que aclararlo? La transcribo abajo:

“Y tú, Portador del Anillo -dijo la Dama, volviéndose a Frodo-; llego a ti en último término, aunque en mis pensamientos no eres el último. Para ti he preparado esto -Alzó un frasquito de cristal, que centelleaba cuando ella lo movía, y unos rayos de luz le brotaron de la mano.- En este frasco -dijo ella- he recogido la luz de la estrella de Eärendil, tal como apareció en las aguas de mi fuente. Brillará todavía más en medio de la noche. Que sea para ti una luz en los sitios oscuros, cuando las otras luces se hayan extinguido. ¡Recuerda a Galadriel y el Espejo!”.

Frodo tomó el frasco, y la luz brilló un instante entre ellos, él la vio de nuevo erguida como una reina, grande y hermosa, pero ya no terrible. Se inclinó, sin saber qué decir.

Del Libro segundo, capítulo 8 (“Adiós a Lórien”) de J.R.R. Tolkien, “El Señor de los Anillos. La comunidad del Anillo”.