"Hay que predicar a Cristo, padre, pero a un Cristo vivo". Más o menos, estas suelen ser las palabras que varias veces he escuchado de personas vinculadas a la Renovación carismática.
"Un Cristo vivo". Confieso que varias veces, en este último tiempo, he vuelto sobre esta expresión. Como quien, de repente, cae en la cuenta de que su simpleza es la expresión de algo muy serio y profundo.
"Un Cristo vivo, porque no tenemos que buscar entre los muertos al que está vivo. No está aquí, ha resucitado, como él mismo lo predijo".
Queridos amigos: María Magdalena y las otras mujeres, junto con el discípulo amado del evangelio según san Juan, son la referencia permanente de lo que constituye el alma de la Iglesia: el amor que ve y comprende los signos del amor.
En esta Pascua, a todos ustedes, les deseo precisamente esto: que los ojos de la fe, iluminados por el fuego del amor, les permitan reconocer al Viviente, reconocer el sonido de su voz en medio de tantos ruidos, la luminosidad de su cuerpo glorificado en medio de tanta oscuridad.
"Les anuncio a Jesucristo, a un Cristo vivo".
PD. Hago mías las palabras del Cardenal Sodano al Papa Benedicto: "Felices Pascuas Santo Padre, la Iglesia está contigo, dulce Cristo en la tierra ... Nos abrazamnos a ti, infalible roca de la Santa Iglesia de Cristo"
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