viernes, 30 de diciembre de 2011

La familia: obra maestra del Creador



Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. 

Me ha quedado grabada una idea luminosa del P. Segundo Galilea. Él decía que Jesús, en su camino humano, aprendió primero a ser hijo, hermano y vecino; sobre este suelo maduró su caridad pastoral, su amor redentor. 

En todo caso, es una gran verdad para la vida de todos nosotros. Los grandes amores que definen la vida de las personas maduran (o no) en el seno de una familia.

La familia no es cualquier comunidad afectiva. Tiene un rostro concreto e inconfundible, que la distingue de otras formas de convivencia humana. 

La naturaleza de la familia se define por una serie de vínculos del todo concretos: ante todo, el amor y la entrega recíproca de un hombre y una mujer; por el don completo de sí, llegan a ser padre y madre; los hijos expresan la fecundidad de ese amor; el amor de los hermanos corona el amor esponsal. 

Hay familia donde se dan estos vínculos: esponsalidad, paternidad, filiación y fraternidad.

¿La familia, hoy, está en crisis? Hay muchas razones de peso para tener por legítima la opinión que lo afirma sin ambages. Sin embargo, a mi entender, no hay que apresurarse a formular un juicio de tal magnitud. 

La familia es una obra maestra del Creador. Del Dios “familia” como escribió hace veinticinco años el beato Juan Pablo II. 

Una obra de Dios inscrita en el ser mismo del hombre, varón y mujer. Es indestructible. Tiene la firmeza de roca que tienen todas las obras divinas. El pecado del hombre, con toda su insidia y perversidad, puede deformar, debilitar, oscurecer. Nunca destruir. 

Además, la familia ha sido redimida por la Sangre de Cristo. El sacramento del matrimonio sana y eleva el amor humano de los esposos cristianos, que queda asumido por el amor salvador de Cristo. 

De cara a la familia solo caben las actitudes que nacen de la fe en la obra creadora de Dios. Solo cabe mirar con ojos iluminados por la esperanza fuerte que sostiene nuestro caminar. De aquí brotan la confianza y el coraje que hoy son necesarios para aventurarse a pronunciar el “sí” para siempre del matrimonio y fundar, sobre él, una familia según el proyecto de Dios. 

Esa es la luz con la que hemos de mirar e iluminar los desafíos que hoy vive la familia. También las poderosas fuerzas que, tal vez por primera vez en la historia humana, han puesto en la mira la destrucción de la familia fundada sobre el matrimonio.

Por una parte, el efecto disolvente de la cultura del individualismo que tiene como norma suprema el propio yo y sus deseos. El vínculo estable es visto como una agresión al propio espacio personal. Por otra parte, la agresiva difusión de la ideología de género que tiene como meta deliberada la “deconstrucción” de la sexualidad y del matrimonio. 

Estas corrientes cuentan con el favor de un número considerable de medios de comunicación, de buena parte de los hacedores de la cultura, y también con la complacencia de importantes sectores de los gobiernos. Su influjo en la educación, por ejemplo, es notorio.

Estos frentes suponen para la Iglesia y los católicos un continuo ejercicio de la profecía: anuncio  franco de las verdades reveladas, pero también propuesta perseverante de las verdades del orden natural, perceptibles por la razón. 

En realidad, las corrientes arriba descriptas tienen en común la misma debilidad: su irracionalidad y su pobre interpretación de la condición humana. Esta debilidad es, sin embargo, la fortaleza de la visión cristiana del hombre, la sexualidad y la familia.

La pelota está picando en el campo de las familias cristianas. Están llamadas a dar un testimonio luminoso, alegre, desprejuiciado y esperanzador. Es cierto: vivir la vocación y misión de la familia cristiana, hoy por hoy, es ir contracorriente. Sin embargo, ¿cuándo ha sido elegante y cómodo vivir la fe cristiana? Esta aventura de contradecir alegremente la cultura ambiente ¿no está en el ADN de la fe cristiana y a quienes abrazan el estilo de vida del Evangelio? ¿No es en definitiva un valioso servicio que se presta a la sociedad de la que los creyentes formamos parte, no obstante la hostilidad y la contradicción que despierta? 

Lo mejor de la historia humana está escrito por las conciencias que, en un determinado punto y ante desafíos muy concretos, tuvieron que pronunciar con valentía un "no" para poder defender el "sí" a la dignidad de la vida humana.

La familia fundada sobre la roca de la Palabra de Dios: santuario de la vida e iglesia doméstica. Dios llama y envía a las familias cristianas a ofrecer el testimonio luminoso de una vida redimida por el amor divino. Su gracia no falta a quienes responden generosamente a su llamado. 

¿La familia está en crisis? Cada uno responda, iluminado por la gracia de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.