Señor de la misericodia:
Aquí estoy
sencillamente a tus pies.
Tú conoces, solo Tú,
lo que se mueve en mi corazón.
Tú escrutas las entrañas del hombre.
Piedra y fuego,
Luz, hambre de luz.
estoy en el camino,
Mientras oigo tus pasos
en medio de la multitud
que se aglomera en torno a tu persona.
¿Puedes saber que estoy a la vera del camino,
ciego, expectante, ansioso?
¿Puedes, realmente,
pronunciar mi nombre
como hiciste con Simón,
con Andrés,
con María en aquel jardín iluminado?
Señor: ¡qué vea!
Señor: ¡qué te escuche!
¡Pronuncia, te lo ruego, mi nombre!
Amén.
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