En el día de hoy se ha hecho público el nombramiento de Carlos María
Franzini como nuevo Arzobispo de Mendoza.
Es la memoria
litúrgica de San León Magno, papa y doctor de la Iglesia. El papa de
Calcedonia. El que, con su oración y su palabra, paró a Atila a las puertas de
Roma.
Es un buen
augurio para nuestra Iglesia diocesana.
Nosotros, los
católicos, leemos este hecho con los ojos de la fe. Otras lecturas son posibles
y también legítimas.
En una sociedad plural como la nuestra, incluso son posibles las lecturas apresuradas y reductivas.
En una sociedad plural como la nuestra, incluso son posibles las lecturas apresuradas y reductivas.
¿Qué lectura hacemos nosotros, los discípulos de Jesús, los hijos de la Iglesia? ¿Qué podemos
apuntar en este sentido? ¿Qué nos permite ver la fe?
Ante todo, el
misterio de la Iglesia particular: una porción del Pueblo de Dios, reunida por
la acción del Espíritu Santo, la Palabra y la Eucaristía, confiada al pastoreo
de un sucesor de los apóstoles -el obispo- que debe apacentarla con la caridad
del Buen Pastor.
En la Iglesia
particular está la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica. Toda
la Iglesia está en ella, aunque ella no es toda la Iglesia.
Es lo que experimentamos cuando nos reunimos para la Eucaristía. ¿Quién puede encontrar las palabras justas para decir lo que realmente acontece cuando estamos en torno al altar? Eso es la Iglesia: pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y templo santo del Espíritu.
Estas cosas no se miran desde afuera. Se viven con el corazón en ascuas.
Es lo que experimentamos cuando nos reunimos para la Eucaristía. ¿Quién puede encontrar las palabras justas para decir lo que realmente acontece cuando estamos en torno al altar? Eso es la Iglesia: pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y templo santo del Espíritu.
Estas cosas no se miran desde afuera. Se viven con el corazón en ascuas.
El obispo ha de
velar por el rebaño de Cristo. Eso significa precisamente la palabra “obispo”:
el que vela desde lo alto.
¿Cómo lo hace? Es
sencillo decirlo: predicar el Evangelio, santificar al pueblo con los
sacramentos, reunirlo y apacentarlo con la caridad. Es una enormidad para las
fuerzas humanas. Es un misterio de amor y de gracia, que da consuelo y fortaleza al pobre corazón humano del obispo.
Porque el verdadero
obispo y pastor de la Iglesia es Cristo. Los demás somos sus ministros.
El Concilio
Vaticano II devolvió a la fe vivida de la Iglesia estas verdades, grandes y
evangélicas. Es un don precioso para los tiempos que vivimos.
La fe, entonces,
nos permite ver en Carlos Franzini, en el envío que ha recibido de Benedicto
XVI y en la vitalidad de esta Iglesia diocesana, al mismo Dios amor, Padre,
Hijo y Espíritu Santo.
Es un Dios enamorado de los hombres y, por eso,vivo y presente en medio de ellos; humilde, pobre, silencioso y perseverante en su obra de renovar todas las cosas.
Vemos entonces el alcance de la gran promesa del Señor: "Yo estaré siempre con ustedes". El camino sigue y sigue. Es el camino de la Iglesia, es el camino de la fe.
Es un Dios enamorado de los hombres y, por eso,vivo y presente en medio de ellos; humilde, pobre, silencioso y perseverante en su obra de renovar todas las cosas.
Vemos entonces el alcance de la gran promesa del Señor: "Yo estaré siempre con ustedes". El camino sigue y sigue. Es el camino de la Iglesia, es el camino de la fe.
Carlos tiene como
lema episcopal dos palabras evangélicas: “Testigo y servidor”.
Son las dos
caras de una misma moneda. Como aquellas otras dos palabras que, gracias a
Dios, ya se nos ha hecho comunes: “discípulos misioneros”.
A la Virgen del
Rosario le confiamos su persona, su ministerio y su camino como hombre,
creyente y pastor.
Lo esperamos con la sencillez y la alegría del Evangelio.
La tierra del sol y del buen vino es también la tierra de María y del Patrón Santiago.
Bienvenido.
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