sábado, 10 de noviembre de 2012

Carlos María Franzini: testigo y servidor


En el día de hoy se ha hecho público el nombramiento de Carlos María Franzini como nuevo Arzobispo de Mendoza.

Es la memoria litúrgica de San León Magno, papa y doctor de la Iglesia. El papa de Calcedonia. El que, con su oración y su palabra, paró a Atila a las puertas de Roma.

Es un buen augurio para nuestra Iglesia diocesana.

Nosotros, los católicos, leemos este hecho con los ojos de la fe. Otras lecturas son posibles y también legítimas. 

En una sociedad plural como la nuestra, incluso son posibles las lecturas apresuradas y reductivas. 

¿Qué lectura hacemos nosotros, los discípulos de Jesús, los hijos de la Iglesia? ¿Qué podemos apuntar en este sentido? ¿Qué nos permite ver la fe?

Ante todo, el misterio de la Iglesia particular: una porción del Pueblo de Dios, reunida por la acción del Espíritu Santo, la Palabra y la Eucaristía, confiada al pastoreo de un sucesor de los apóstoles -el obispo- que debe apacentarla con la caridad del Buen Pastor.

En la Iglesia particular está la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica. Toda la Iglesia está en ella, aunque ella no es toda la Iglesia.

Es lo que experimentamos cuando nos reunimos para la Eucaristía. ¿Quién puede encontrar las palabras justas para decir lo que realmente acontece cuando estamos en torno al altar? Eso es la Iglesia: pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y templo santo del Espíritu. 

Estas cosas no se miran desde afuera. Se viven con el corazón en ascuas. 

El obispo ha de velar por el rebaño de Cristo. Eso significa precisamente la palabra “obispo”: el que vela desde lo alto.

¿Cómo lo hace? Es sencillo decirlo: predicar el Evangelio, santificar al pueblo con los sacramentos, reunirlo y apacentarlo con la caridad. Es una enormidad para las fuerzas humanas. Es un misterio de amor y de gracia, que da consuelo y fortaleza al pobre corazón humano del obispo. 

Porque el verdadero obispo y pastor de la Iglesia es Cristo. Los demás somos sus ministros.

El Concilio Vaticano II devolvió a la fe vivida de la Iglesia estas verdades, grandes y evangélicas. Es un don precioso para los tiempos que vivimos.

La fe, entonces, nos permite ver en Carlos Franzini, en el envío que ha recibido de Benedicto XVI y en la vitalidad de esta Iglesia diocesana, al mismo Dios amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Es un Dios enamorado de los hombres y, por eso,vivo y presente en medio de ellos; humilde, pobre, silencioso y perseverante en su obra de renovar todas las cosas.

Vemos entonces el alcance de la gran promesa del Señor: "Yo estaré siempre con ustedes". El camino sigue y sigue. Es el camino de la Iglesia, es el camino de la fe. 

Carlos tiene como lema episcopal dos palabras evangélicas: “Testigo y servidor”. 

Son las dos caras de una misma moneda. Como aquellas otras dos palabras que, gracias a Dios, ya se nos ha hecho comunes: “discípulos misioneros”.

A la Virgen del Rosario le confiamos su persona, su ministerio y su camino como hombre, creyente y pastor. 

Lo esperamos con la sencillez y la alegría del Evangelio. 

La tierra del sol y del buen vino es también la tierra de María y del Patrón Santiago. 

Bienvenido. 

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