Les cuento que anoche nos reunimos un nutrido grupo de personas para comenzar a celebrar la Solemnidad de la Inmaculada, en el templo de la "Purísima" de Guaymallén.
Lo hicimos con la celebración del Himno "Akathistos", que fue cantado completo con la inestimable ayuda de un coro de jóvenes reunido para la ocasión.
Como saben, el Himnos "Akathistos" es una antigua composición bizantina, de autor anónimo, muy apreciada por nuestros hermanos de Oriente y que, gracias a Dios, desde hace un tiempo ha comenzado a difundirse en la Iglesia latina, en distintas versiones y traducciones.
Nosotros usamos una traducción que nos ha llegado a través de los Monjes del Cristo orante y con una melodía que, según sé, ha sido compuesta en Francia por los miembros del Foyer de Charité.
Como suele ocurrir con estas cosas, hay que vivirlas para apreciarlas en su realidad. La belleza de la poesía, de la melodía y de la oración se unen para celebrar el misterio de Cristo, tal como lo refleja la Virgen madre.
Fue una hermosa celebración.
En María Inmaculada se percibe y experimenta el verdadero poder de la gracia, su alcance y significado: el Verbo encarnado nos diviniza haciéndonos más humanos; o, también: nos humaniza porque es precisamente Dios con nosotros.
Cada tanto me pregunto: ¿hacia dónde conducen los caminos que transitamos los seres humanos? ¿Hacia dónde va mi vida?
En muchos sentidos no tengo ciencia para responder. No lo sé.
Obviamente, la incertidumbre, pero también la curiosidad, son compañeras inseparables de camino del ser humano. Para muchos hermanos, la incertidumbre va también unida a la desesperación por el futuro. O, al menos, la sensación de vacío o de sin sentido.
La fe cristiana es luz para los ojos. Nos permite ver la realidad. A condición, claro está, que demos el salto que siempre supone confiarse a la palabra que percibimos viene de Dios.
Cumplido este paso, la fe abre los ojos para ver, como a aquellos ciegos del camino que fueron liberados de su ceguera por Jesús.
Con los ojos de la fe se contempla el rostro de la Inmaculada. Allí se comprende cuál es la meta de todos los caminos de la humanidad.
Esta tarde comparto con la comunidad católica de Palmira la celebración de su patrona, a veinticinco años de la coronación de su Imagen. Desde allí estaré unido a todos mis hermanos que, con alegría y mucha esperanza, ser reúnen para celebrar la belleza de María.
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