Este domingo 27
de mayo fue beatificado en Palermo el primer sacerdote asesinado por la mafia,
por su condición de “prete” (cura): Don Giuseppe “Pino” Puglisi, presbítero de
la arquidiócesis de Palermo.
Don Pino dedicó
su vida a sustraer a niños y jóvenes de los ambientes más pobres de Palermo, cuyo
cúmulo de carencias, resentimientos y limitaciones eran el caldo de cultivo de
los cuadros que alimentaban la Cosa nostra.
Fue asesinado por
ser sacerdote y por esa labor pastoral. Así lo declararon sus asesinos llevados
a juicio. El asesinato tenía que aparecer con un acto de rapiña realizado por
un drogadicto, disimulando así la verdadera intención del hecho.
A continuación
les ofrezco mi traducción del testimonio que dio su asesino, Salvatore
Grigioli, a la revista “Familia cristiana” en 1999.
Como en otros
casos similares, el testimonio de fe y amor del mártir han logrado incluso la
conversión de sus propios asesinos. Así el amor de Cristo cambia realmente el
mundo.
Vimos al padre
Puglisi en una cabina telefónica mientras estábamos en el coche. Fuimos a tomar
el arma. Me tocaba a mí. Yo era el que tenía que disparar. Spatuzza (otro de
los que formaban parte del comando asesino) le quitó el bolso mientras le
decía: “padre, esto es un robo”. Don Puglisi respondió: “me lo esperaba”. Lo
dijo con una sonrisa. Una sonrisa que me ha quedado impresa. Había una especie
de luz en esa sonrisa. Una sonrisa que logró darme un impulso inmediato. No lo
sé explicar: yo había ya asesinado a varias personas, sin embargo, jamás había
experimentado nada parecido. Recuerdo siempre aquella sonrisa, y miren que me
cuesta mucho recordar los rostros, la cara de mis parientes. Aquella tarde
comencé a pensar, algo se había movido en mí (…)
Hasta aquí el
testimonio que recogió Familia cristiana. Grigolio confeso haber asesinado a 46
personas. El recuerdo de aquella sonrisa
de una de sus víctimas -Don Pino- había puesto en marcha un proceso de
conversión, que tuvo otro momento decisivo después del asesinato de un niño,
hijo de un arrepentido de la mafia. Pero aquel día, hace ya veinte años, algo había comenzado a cambiar en el corazón de un asesino, convertido hoy en un hermano. Don Pino sigue sonriendo desde el cielo.
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