Lo que sigue es el testimonio de Shahbaz Batti, el ministro paquistaní para las Minorías religiosas, asesinado el 2 de marzo pasado por un comando de fundamentalistas islámicos que lo habían "castigado" porque buscaba modificar la Ley de la blasfemia que en 25 años de aplicación ha costado la vida a centenares de cristianos. El texto ha sido extraído de: "Cristiani in Pakistan. Nelle prove la speranza", Marcianum Press 2008.
Yo lo he extraído de la página de información italiana: “La Bussola quotidiana”, dirigida, entre otros, por Vittorio Messori y Andrea Tornielli. La traducción es mía; seguro que con defectos.
El sitio web: www.labussolaquotidiana.it
Testimonio
“Mi nombre es Shahbaz Bhatti. He nacido en una familia católica. Mi padre, maestro jubilado, y mi madre, ama de casa, me han educado según los valores cristianos y las enseñanzas de la Biblia, que han dejado su influjo en mi infancia.
Desde niño estaba acostumbrado a ir a la iglesia, y encontrar profunda inspiración en las enseñanzas, en el sacrificio y en la crucifixión de Jesús. Fue el amor de Jesús el que me indujo a ofrecer mis servicios a la Iglesia. Las espantosas condiciones de vida de los cristianos de Pakistán me han impactado profundamente.
Recuerdo un viernes de Pascua, cuando tenía solo trece años: escuché un sermón sobre el sacrificio de Jesús por nuestra redención y por la salvación del mundo. Pensé en corresponder a su amor dando amor a nuestros hermanos y hermanas, poniéndome al servicio de los cristianos, especialmente de los pobres, de los necesitados y de los perseguidos que viven en este país islámico.
Me han propuesto altos cargos de gobierno, y me han pedido que abandone mi batalla, pero siempre lo he rechazado, incluso con el riesgo de mi propia vida. Mi respuesta ha sido siempre la misma: “No, yo quiero servir a Jesús como un hombre común”.
Esta devoción me hace felíz. No quiero popularidad, no quiero posiciones de poder. Quiero solo un puesto a los pies de Jesús. Quiero que mi vida, mi carácter, mis acciones hablen por mí, y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Tal deseo es tan fuerte en mí, que me consideraría privilegiado si Jesús -en este vigoroso esfuerzo mío de ayudar a los necesitados, a los pobres, a los cristianos perseguidos de Pakistán- quisiese aceptar el sacrificio de mi vida.
Quiero vivir por Cristo y por El quiero también morir. No tengo ninguna clase de miedo en este país. Muchas veces los extermistas han desado asesinarme, meterme en la cárcel; me han amenazado, perseguido y han aterrorizado mi familia. Yo digo que, hasta tanto tenga vida, hasta el último suspiro, continuaré sirviendo a Cristo y a esta pobre, sufriente humanidad, los cristianos, los necesitados, los pobres.
Creo que los cristianos del mundo que han tendido la mano a los musulmanes golpeados por la tragedia del terremoto de 2005 han construido puentes de solidaridad, de amor, de comprensión, de cooperación y de tolerancia entre las dos religiones. Si tales esfuerzos continuaran, estoy convencido que lograremos vencer los corazones y las mentes de los extremistas. Esto producirá un cambio positivo: las gentes no se odiarán, no asesinarán en el nombre de la religión, sino que se amarán las unas a las otras, llevarán armonía, cultivarán la paz y la comprensión en esta región.
Quiero decirles que encuentro mucha inspiración en la Sagrada Biblia y en la vida de Jesucristo. Más leo el Nuevo y el Viejo Testamenteo, los versículos de la Biblia y la palabra del Señor, y más se fortalecen mi fuerza y mi determinación. Cuando reflexiono sobre el hecho de que Jesús Cristo ha sacrificado todo, que Dios ha mandado Su mismo Hijo por nuestra redención y nuestra salvación, me pregunto como puedo yo seguir el camino del Calvario. Nuestro Señor ha dicho: “Ven conmigo, toma tu cruz y sígueme”.
Los fragmentos de la Biblia que más amo dicen: “Tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; era forastero y me has dado hospedaje; estaba desnudo y me has vestido, enfermo y me has visitado, encarcelado y has venido a verme”. Así, cuando veo gente pobre o necesitada, pienso que bajo su semblante es Jesús el que me sale al encuentro.
Por eso, busco siempre ser de ayuda, junto a mis colegas, de llevar asistencia a los necesitados, a los hambrientos, a los sedientos.
Creo que los necesitados, los pobres, los huérfanos cualquiera sea su religión, tienen que ser considerados, antes que nada, como seres humanos. Pienso que estas personas son parte de mi cuerpo en Cristo, que son la parte perseguida y necesitada del cuerpo de Cristo. Si nosotros llevamos a término esta misión, entonces habremos ganado un puesto a los pies de Jesús y yo podré mirarlo sin experimentar vergüenza."
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