lunes, 7 de diciembre de 2009
Ave María Purísima
“¿Qué significa «Inmaculada Concepción»?”, se pregunta el n° 96 del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
La respuesta: “Dios eligió gratuitamente a María desde toda la eternidad para que fuese la Madre de su Hijo; para cumplir esta misión fue concebida inmaculada. Esto significa que, por la gracia de Dios y en previsión de los méritos de Jesucristo, María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción.”
Esta es la fe de la Iglesia católica. La fe “que nos gloriamos de profesar”, como dice con acierto la liturgia del bautismo y la confirmación. Un dogma en sentido estricto. Dios lo ha revelado y la Igle-sia lo propone para ser creído por los fieles.
La sobria formulación doctrinal está al servicio de la unidad visible de la Iglesia, que es siempre unidad en la fe. Así, con una sola voz, la Iglesia esposa alaba y da gloria a su Señor.
Algunos autores recientes han hecho notar esta dimensión cultual de los dogmas marianos modernos: la Inmaculada Concepción (Pío IX en 1854), y la Asunción de María (Pío XII en 1950). Al reconocer estos misterios marianos, la Iglesia celebra la gloria de la Trinidad que, en la Madre del Verbo encarnado, ha mostrado la vocación última de toda la humanidad: por la gracia llegar a la gloria del cielo. Proclamar las grandezas del Señor es, a una con María, la vocación de la Iglesia.
La fe eclesial en la Inmaculada Concepción de María es un modo muy eficaz, evangélico e incisivo de proclamar la primacía de Dios y de su gracia al hombre del siglo XXI, que oscila entre la preten-sión de construir su destino convirtiéndose en la medida de todo y árbitro absoluto (y solitario) de su propio destino, y la sujeción a las adicciones más deshumanizantes.
La figura femenina de María, llena de gracia, es el espejo donde la humanidad puede contemplar el camino hacia su auténtica libertad: abrirse a Dios, al influjo de su Espíritu, y en obediencia a su Palabra que salva servir a los hermanos. Mujer en el sentido más cabal del término, su autonomía no significó clausura en su propio ego, ni su obediencia a Dios (“He aquí la ‘esclava’ del Señor”), alienación. La Inmaculada es figura de la humanidad nueva que nace del costado de Cristo.
¡Gloria y alabanza tributemos a la Trinidad santa que nos ha mostrado un reflejo de su belleza en el rostro inmaculado de la Purísima!
PD. Mañana celebraré la Eucaristía en la Pquia. San Antonio de Las Heras con bautismo de adultos (por la mañana); por la tarde-noche, en la Pquia. de Rivadavia, recordando viejos amores. Recemos unos por otros.
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