De aquel fin de año de 1978 tengo dos recuerdos: los oscurecimientos y las cruces rojas pintadas en los techos del viejo hospital de San Martín. El año pasado, al cumplirse los treinta años del inicio de la mediación, tuve ocasión de recoger el testimonio de muchas personas, argentinos y chilenos,que, en aquellas horas aciagas echaron mano del arma más poderosa de la fe: la oración por la paz.
En su encuentro con las presidentas de Argentina y Chile por los veinticinco años del Tratado de Paz entre las dos naciones,el Papa Benedicto XVI ha recordado una idea muy suya: el Tratado pertenece a la historia; el esfuerzo por superar los conflictos y el trabajo por la paz siguen siendo tareas que nunca acaban. La paz, como todos los grandes valores morales, nunca se consiguen de una vez para siempre. Hay que conquistarlos, una y otra vez.
La editorial "Ágape" acaba de publicar un estudio del infatigable Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia: "El Tratado de paz y amistad entre Argentina y Chile. Cómo se gestó y preservó la mediación de Juan Pablo II".
La figura del cardenal argentino Raúl Francisco Primatesta, entonces Arzobispo de Córdoba y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, se destaca como claridad. Un auténtico trabajador de la paz.
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