jueves, 24 de diciembre de 2009
Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado
“Padre, recibe nuestra ofrenda en esta fiesta, para que por este sagrado intercambio, lleguemos a ser semejantes a aquél que unió a ti nuestra humanidad, Jesucristo, nuestro Señor. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén” (Misa de la noche de Navidad, oración sobre las ofrendas).
Así reza la Iglesia en la liturgia de esta noche, colocando sobre el altar los dones de pan y vino. Por la acción del Espíritu y las palabras sagradas del Señor, llegarán a ser el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Celebrando el misterio redentor de la Navidad, suplicamos la gracia de una transformación: adquirir la forma de Cristo, como sugiere el texto latino evocando la enseñanza de San Pablo.
“¿Qué mayor gracia pudo hacernos Dios? Teniendo un Hijo único lo hizo Hijo del hombre, para que el hijo del hombre se hiciera hijo de Dios.” (San Agustín, Sermón 185).
El Hijo de Dios, querido hermano, ha venido a buscarte. Ha nacido de María y yace envuelto en pañales, recostado en un pesebre, por vos, por mí y por todos.
Ha venido a buscarte para llevarte con Él a la casa del Padre.
De sus manos salimos. Él es el Verbo por medio del cual se hizo todo lo que existe. En Él está la vida. Solo en sus manos podemos reencontrar nuestra plena humanidad.
Al ofrecerte el Niño Dios, te invito a tomarlo entre tus manos. ¡Es Dios con nosotros! ¡Es el Dios humilde que quiere, así, ganar tu corazón y salvar tu alma!
¡Muy feliz Navidad para todos los amigos y lectores del blog!
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