sábado, 13 de marzo de 2010

Abusos

Los medios de comunicación mantienen regularmente informada a la opinión pública sobre los casos de abusos sexuales de menores protagonizados por clérigos católicos. No siempre las informaciones resultan objetivas. Los prejuicios anticatólicos juegan también su parte. Todo eso es cierto. Pero el rol del periodismo ha sido fundamental. Como decía un cardenal americano: “el examen de conciencia que hubiéramos debido hacer por iniciativa propia, lo hemos hecho leyendo los diarios”.

Ojalá que esta publicidad ayude eficazmente a poner entre las prioridades de la sociedad este problema, que supera con creces los límites de la comunidad eclesial, afectando dramáticamente a la familia, la escuela y otros espacios donde se mueven niños y adolescentes.

La lupa está puesta ahora sobre la Iglesia católica y sus curas. Está bien que así ocurra. Dos cosas irritantes han salido a la luz a la hora de mirar de frente la situación: 1) ante todo, los hechos mismos de violencia sexual sobre niños y jovencitos dentro de la Iglesia; no hay términos medios: se trata de crímenes y de pecados gravísimos; 2) pero también, el modo absolutamente equivocado y repudiable como han sido gestionados por los obispos y superiores.

Los primeros irritados por todo esto han sido los católicos, especialmente los fieles laicos.

A la política de silencio y arreglos extrajudiciales, y pasado el impacto inicial de vergüenza, rabia y ensayo de defensa, los episcopados involucrados han puesto en marcha una política de transparencia y justicia, fundada sobre sólidos principios: atención prioritaria a las víctimas y sus familias, procedimientos canónicos más expeditos para separar del ministerio a los clérigos realmente culpables, colaboración con la justicia civil para la clarificación y punición de estos hechos, entre otros.

Como decía arriba: la lupa está puesta casi de modo exclusivo sobre la Iglesia católica. No obstante la profunda humillación que esto significa para los católicos y, de modo particular, para quienes somos sacerdotes, esta purificación dolorosa puede ser provechosa y dar el fruto de una profunda reforma de vida en la Iglesia y, de modo especial, para sus pastores. Esto será así, si de nuestra parte hay una actitud de profunda humildad, deseo sincero de abrirnos a la totalidad de la verdad y, en última instancia, de vivir cada instante de nuestra vida de cara a Dios y en la fidelidad al Evangelio.

En la bimilenaria historia de la Iglesia, no es la primera vez que los cristianos, pastores y laicos, tenemos que levantarnos dolorosamente de una profunda postración espiritual y moral.

Queda en pie, sin embargo, la expectativa de que este proceso que vivimos dentro del cuerpo eclesial, pueda ayudar también a la sociedad a mirar de frente un problema que, de ninguna manera, es exclusivo de los católicos.

7 comentarios:

  1. Sergio:
    Leyendo su post, observo que pasa por alto algunas cuestiones importantes.Siguiendo la tendencia de algunos de sus seguidores, transcribo artículo de Küng publicado en el diario español El País:
    Abolid la ley del celibato!
    Hans Küng, teólogo
    El País
    Abuso sexual masivo de niños y adolescentes por parte de clérigos católicos desde Estados Unidos hasta Alemania, pasando por Irlanda: se trata de una enorme pérdida de imagen por parte de la Iglesia católica, pero también es una revelación de la profunda crisis por la que atraviesa.
    Además de un ‘mea culpa’ por los abusos, la Iglesia debería revocar la obligación de soltería de los curas.
    En la Conferencia Episcopal Alemana, su presidente, el arzobispo de Friburgo Robert Zollitsch, primero se pronunció públicamente. Que calificara los casos de abuso como “crímenes atroces” y, más tarde, la Conferencia Episcopal pidiera perdón a todas las víctimas en su declaración del 25 de febrero fueron primeros pasos para superar la crisis, pero tiene que haber más. La postura de Zollitsch demuestra, evidentemente, una serie de consideraciones erróneas que han de ser corregidas.
    Primera afirmación: el abuso sexual por parte de clérigos no tiene nada que ver con el celibato. ¡Protesto! Es indiscutible, sin duda, que este tipo de abusos ocurre también en familias, colegios, asociaciones y también en iglesias en las que no rige la ley del celibato. ¿Pero por qué de manera masiva en la Iglesia católica, dirigida por célibes?
    Evidentemente, el celibato no es la única razón que explica estos errores. Pero es la expresión estructural más importante de una postura tensa de la Iglesia católica respecto a la sexualidad, que se refleja también en el tema de los anticonceptivos.
    Sin embargo un vistazo al Nuevo Testamento muestra que Jesús y san Pablo vivieron ejemplarmente sus respectivas solterías para volcarse en su servicio a la humanidad, pero dejando a cada cual plena libertad respecto a esta cuestión.
    En lo que al Evangelio se refiere, la soltería sólo puede comprenderse como una vocación adoptada libremente (una cuestión de carisma) y no como una ley vinculante general. San Pablo se oponía rotundamente a los que, ya entonces, defendían la opinión de que “bueno es para el hombre no tocar mujer”: “No obstante, por razón de las inmoralidades, que cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido” (1 Corintios, 7, 1-14). Según el Nuevo Testamento en la Primera Carta a Timoteo “el obispo debe ser hombre de una (¡y no ninguna!) sola mujer” (3, 2).
    San Pedro y el resto de los apóstoles estaban casados con sus ocupaciones. Para obispos y presbíteros esto quedó, durante siglos, como algo que se daba por supuesto e incluso prevaleció hasta el día de hoy, al menos para los sacerdotes, tanto en oriente como en las iglesias ligadas a Roma, así como en toda la ortodoxia. Sin embargo, la ley romana del celibato contradice el Evangelio y la antigua tradición católica.Merece ser abolida.
    Segunda afirmación: es “totalmente erróneo” achacar los casos de abuso a fallos en el sistema de la Iglesia. ¡Protesto! La ley del celibato no existía aún en el primer milenio. En el siglo XI, en Occidente, esta ley se impuso por influencia de monjes (que viven en celibato por decisión propia) y, sobre todo, del papa Gregorio VII de Canossa, en contra de la clara oposición del clero italiano y más todavía del alemán, donde sólo tres obispos se atrevieron a promulgar el decreto. Miles de sacerdotes protestaron contra la nueva ley (continúa)...

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  2. Sigue...
    En un memorial, el clero alemán alegaba: “¿Acaso el Papa no conoce la palabra de Dios: ‘El que pueda con esto, que lo haga’ (Mt 19, 12)?”. En esta única declaración sobre la soltería, Jesús aboga por optar libremente por este modo de vida.
    De esta manera, la ley del celibato -junto con el absolutismo papal y el clericalismo forzado- se convierte en uno de los pilares fundamentales del “sistema romano”. Al contrario que en la Iglesia oriental, el celibato del clero occidental parece sobre todo distinguirse del pueblo cristiano por su soltería: un dominante estado social propio fundamentalmente superior al estado laico, pero totalmente subordinado al Papa de Roma.
    El celibato obligatorio es el principal motivo de la catastrófica carencia de sacerdotes, de la trascendente negligencia de la celebración de la Eucaristía y, en muchos lugares, del colapso de la asistencia espiritual personal. Esto se disimula con la fusión de parroquias en “unidades de asistencia espiritual” con sacerdotes totalmente sobrecargados. ¿Pero cuál sería la mejor promoción de una nueva generación de sacerdotes? La abolición de la ley del celibato, raíz de todo mal, y la admisión de mujeres en la ordenación. Los obispos lo saben, pero no tienen valor para decirlo.
    Tercera afirmación: los obispos han asumido suficiente responsabilidad. Que ahora se tomen serias medidas de ilustración y prevención es, evidentemente, bienvenido.
    ¿Pero no son acaso los propios obispos quienes tienen la responsabilidad de todas estas decenas de años de encubrimiento de abusos que, a menudo, sólo conllevaban el traslado de los delincuentes con la más absoluta discreción? ¿Son por lo tanto los mismos antiguos encubridores ahora fidedignos esclarecedores, o acaso no deberían incorporarse comisiones independientes?
    Hasta ahora, ningún obispo ha confesado su complicidad. Sin embargo, podría aducir que se limitaba a cumplir las instrucciones de Roma.
    Por motivos de secretismo absoluto, la discreta Congregación de Creyentes del Vaticano se atribuyó en realidad todos los casos importantes de delitos sexuales por parte de clérigos, y fue así como esos casos de los años 1981 a 2005 llegaron a la mesa del prefecto cardenal Ratzinger. Éste envió, el mismo 18 de mayo de 2001, a todos los obispos del mundo, una ceremonial epístola sobre los graves delitos (Epistula de delictis gravioribus) en la que todos los casos quedaban clasificados como “secreto pontífice” (secretum Pontificium), cuya violación está penada con el castigo eclesiástico.
    Entonces, ¿no podría esperar la Iglesia, además, en un gesto de compañerismo para con los obispos, un mea culpa del Papa? Y este gesto debería ir unido a una reparación en virtud de la cual la ley del celibato, sobre la que estaba prohibido discutir en el Segundo Concilio Vaticano, pudiese ser examinada abierta y libremente en la Iglesia.
    Con la misma franqueza con la que, por fin, se están superando los mismos casos de abuso, debería discutirse también uno de sus orígenes estructurales más profundos, la ley del celibato.
    Los obispos deberían proponérselo al papa Benedicto XVI con insistencia, y sin ningún miedo.

    Hans Küng es catedrático emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga (Alemania) y presidente de Global Ethic. Traducción de Ana Berenique.

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  3. Sergio.
    Algunas consideraciones relativas a post sobre los abusos sexuales del clero católico:
    1) Respecto al rol de los medios de comunicación social: la información “regular” a la que alude se da porque todos los días aparecen nuevas denuncias. Ha sido muy importante el papel de los medios como también la valentía de las víctimas. Si las informaciones van acompañadas de evidencias (tribunales intervinientes, hechos concretos), no hay “prejuicio anticatólico”. Coincido en que el papel de los medios es clave, pero no se olvide las víctimas, de su valentía en hacer las denuncias.
    2) Respecto a la opinión de “un cardenal americano” (Ud. no lo nombra): acá no es cuestión de hacer exámenes de conciencia. Es una burrada total. Hay que investigar, y poner a los curas delincuentes a disposición de la justicia civil. El encubrimiento pone en ridículo a los obispos, y enseguida surge la figura del encubrimiento.
    “Ojalá esta publicidad”… dice el obispo. Pero ¿de qué publicidad habla? Los casos de pedofilia no son publicidad son DELITOS, y la prensa debe informar y la justicia actuar.
    Una falacia del obispo anónimo: “…problema, que supera con creces los límites de la comunidad eclesial, afectando dramáticamente a la familia, la escuela y otros espacios donde se mueven niños y adolescentes”: GENERALIZAR; este señor generaliza. Se está hablando de la pedofilia del clero católico, ese es el foco. Por supuesto que hay pedofilia en otros ámbitos (lamentablemente); hablemos pues de le pedofilia clerical.
    3) Respecto a su autocrítica: Ud. dice “Dos cosas irritantes han salido a la luz a la hora de mirar de frente la situación… 2) pero también, el modo absolutamente equivocado y repudiable como han sido gestionados por los obispos y superiores”. Tímida autocrítica, aunque positiva conociendo su ya clásica postura acrítica y obediente.
    Ud. hace hincapié en “la política de silencio y arreglos extrajudiciales”. El silencio es activo y pasivo. Silencio de los obispos encubridores; y silencio pagado a las víctimas (arreglos extrajudiciales), para que no declaren públicamente ante tribunales ordinarios. Doble error y sinverguenzura.
    4) Respecto a las medidas de “transparencia y justicia fundada sobre sólidos principios”: Si se refiere a los principios generales del derecho, los mismos están subvertidos en si iglesia. Los procesos judiciales que aplica su iglesia en muchas de sus etapas contrarían aquellos principios generales. Ejemplo: la competencia; jueces independientes; apelación; costas. No hay garantías de un juicio justo en los tribunales de su iglesia. Me remito al Código de Derecho Canónico, un auténtico mamotreto jurídico que regula en muchos cánones verdaderas aberraciones jurídicas (ejemplo, la censura). Las garantías del debido proceso legal están tergiversadas en muchos casos.
    No menciona las medidas para la “atención prioritaria a las víctimas y sus familias” ¿cómo, cuándo, dónde? ¿En qué diócesis se aplican esas medidas para reparar el daño a las víctimas? ¿Terapias? ¿Cuáles? ¿En qué plazos? ¿Hay sitios web para que los católicos se informen?
    “Procedimientos canónicos más expeditos para separar del ministerio a los clérigos realmente culpables, colaboración con la justicia civil para la clarificación y punición de estos hechos”. Han inventado procedimientos especiales, de dudosa legalidad. No hay garantías. Tampoco dice si hay listas de los delincuentes sexuales para poner en sobreaviso al laicado y sus hijos. Continúo...

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  4. garantías. Tampoco dice si hay listas de los delincuentes sexuales para poner en sobreaviso al laicado y sus hijos.
    5) Respecto a los “irritados”: los laicos, no existen. Desde el momento que a un grupo de personas se las trata de “ovejas” que forman un “rebaño”, es señal de la importancia que tienen para la institución. Ninguna. El día que importe la opinión del laicado y esas opiniones se plasmen en hechos concretos, ahí se van a parecer un poco más al laico y judío Jesús.
    No dice cuál es el laicado irritado: el progresista o el integrista? Los que tienen mente amplia, o los que obedecen como cadáveres, sin chistar? No olvide que el catolicismo está atomizado.
    6) El tenor del post parece poner más énfasis en los curas que en las víctimas (“profunda humillación que esto significa para los católicos y, de modo particular, para quienes somos sacerdotes”; “esta purificación dolorosa puede ser provechosa y dar el fruto de una profunda reforma de vida en la Iglesia y, de modo especial, para sus pastores”).
    ¿Y las víctimas de los delitos? ¿DE QUIÉN SE PREOCUPARÍA MÁS JESÚS, DE LAS VÍCTIMAS O DEL CLERO?
    7) Respecto a la “bimilenaria historia de la Iglesia”: si se refiere a la iglesia monárquica y clerical que conocemos hoy en día, Ud. sabe muy bien que no es “bimilenaria”, sino que la misma surge a partir del siglo III dC. con Constantino y luego con Teodosio como RELIGIÓN DEL IMPERIO ROMANO, y así ha seguido aunque en nuestros días pegada como un parásito al Estado y colgada del presupuesto de la Nación..
    La otra iglesia, la de los primeros tres siglos NADA TIENE QUE VER con la suya. Me imagino que no hace falta citar autores.
    8) Termina Ud.: “Queda en pie, sin embargo, la expectativa de que este proceso que vivimos dentro del cuerpo eclesial, pueda ayudar también a la sociedad a mirar de frente un problema que, de ninguna manera, es exclusivo de los católicos”.
    Quédese tranquilo que la sociedad civil (en la que Ud. vive), con todas sus carencias y miserias, trata de no repetir el modelo corrupto excluyente que existe en su institución. Para eso están las instituciones de la república que todos debemos mejorar (y cuánto!!).
    Ah! No caiga en la misma falacia del obispo que mencionó: no generalice.
    Un saludo cordial.
    Carlos Lombardi.

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  5. Sergio:
    Olvidé de preguntarle por los casos de abusos en Mendoza. Uno directo. El otro, tiene que ver con los abusos y se hizo público hace dos años en los medios de comunicación.
    Primero: el ex cura Andrés Gioeni manifestó en su libro “Lucifer, Angel y Demonio” que en una oportunidad lo habían llamado a declarar respecto a un cura abusador y que juró y prometió silencio (página 68, párrafo 2º del libro, que no trascribo porque hay que tener autorización del editor. Remito al mismo).
    Preguntas: ¿cuántos casos de pedofilia y abusos sexuales hubo en su iglesia, en Mendoza? ¿En qué años? ¿Qué solución les dieron? ¿Se llevan estadísticas? El caso referido por el ex cura ¿qué solución tuvo? ¿Cómo se reparó el daño?
    Segundo: hace dos años aproximadamente, salió en los medios que el arzobispado de Mendoza había tramitado un título honorífico a un cura de Puerto Rico expulsado del ejército español por abusador y acusado de pedofilia en su país.
    Arancibia dijo que lo habían engañado, pero nunca comunicó cuáles fueron los pasos que dio el arzobispado para solucionar el problema.
    Preguntas: ¿a qué órgano vaticano informaron? ¿Se pidió la nulidad del acto de otorgamiento del título honorífico, ya que estaba viciado por el engaño? ¿Se informó al papa en su última visita ad limina? ¿Fueron determinadas las responsabilidades en la arquidiócesis? Al final ¿se trató de un acto de simonía? ¿Actuó el promotor de justicia?
    Sería importante que Ud. informara, no sólo a los laicos, sino a todos aquellos que quedamos sin respuestas.
    Saludos.
    Carlos.

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