Va a sonar pretencioso. Lo escribo nomás.
Hoy creo haber conocido como será el cielo. Estoy en estos momentos en Bahía Blanca. Tenía una deuda de gratitud con dos religiosas que dejaron su vida en el Seminario: Ana y María. Perdón, con tres: también fui a rezar ante la tumba de Sor Gottarda.
Aquí, las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia tienen un pequeño Cottolengo, bajo el nombre de su fundador, el Beato José Nascimbeni. Es para mujeres: son 68, desde nenas de 8 años a mujeres de 50. Una buena parte, simplemente abandonadas en su fragilidad.
Esta mañana lo recorrí con ellas. Aquí, en cada sala del Cottolengo, en cada rostro y en cada gesto, pude "ver" qué es la caridad de Cristo. Pude ver algo del cielo. Apenas puede pronunciar palabra.
Desde un punto de vista estrictamente sanitario, el Cottolengo de las "Piccole Suore" está catalogado entre los mejores centros de Argentina. Un poco como ocurre con otra de sus obras, en la Colonia Bombal de Mendoza. Pero yo me refiero a otra cosa: al alma de todo, el amor de estas mujeres, contagiado al personal y a todo lo que rodea a las "nenas".
Días atrás, tomando examen de teología, le preguntaba a un alumno por el contenido de la enseñanza bíblica del hombre como imagen de Dios. La respuesta fue impecable. Solo el hombre puede donarse a sí mismo, reflejando en su ser al Dios amor. Hoy he palpado este misterio de gracia y libertad.
Tristísima noticia:
ResponderEliminarhttp://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=39816
oremos.