viernes, 24 de diciembre de 2010

Un niño nos ha nacido. Un hijo se nos ha dado.

¡Muy feliz Navidad para todos!

En breves minutos parto para la comunidad "Señor de Quillacas" de Rodeo de la Cruz, donde celebraré la Misa de Nochebuena. Se trata de una comunidad con una importante presencia de bolivianos que veneran a Nuestro Señor Crucificado con ese nombre, traído desde su Santuario en Bolivia: "Señor de Quillacas".

Antes de la Misa vamos benedecir las obras del templo, pues después de mucho sacrificio han logrado techarlo. Ha sido fruto de la generosidad de muchos, especialmente de los fieles del Decanato de Guaymallén que destinaron la colecta de la Fiesta de la Purísima a tal fin.

En este último tiempo he estado pensando mucho en el modo como Dios salva, sana y redime al hombre. Pienso que sigue estando muy fuertemente metido en nuestro subconsciente la tendencia a reducir la obra de Cristo a un buen ejemplo y, de ahí, a comprender el cristianismo como una moral. En realidad, como moralismo: portarse bien, cumplir, hacer lo correcto, ser coherente y comprometido.

Todo esto es bueno, y forma parte de nuestra vivencia completa de la fe. Navidad, como Pascua, nos recuerda que en la raíz de todo está el don de Dios que se hace cercano al hombre. Le tiende la mano y, así, lo rescata. El amor de Dios primero. Dios primero. Su gracia en la raíz de todo.

En palabras del profeta Isaías que escucharemos esta noche:

“El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz …

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz».”

Isaías 9,1.5


Al desearles una feliz Navidad, le pido al Señor que ilumine sus corazones con la luz de su gracia.

Un saludo a todos.

+ Sergio

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