Del 31 de enero al 4 de febrero tuvo lugar en Encuentro Nacional de Formadores de Seminarios de Argentina. Se realizó en el Seminario de la Arquidiócesis de Mercedes-Luján, en la provincia de Buenos Aires. El tema de este año fue: “La espiritualidad y la psicología en el acompañamiento formativo”.
Lejos han quedado los tiempos en que se veía con desconfianza el uso de la psicología en la formación sacerdotal. Pero también la fase de una cierta “psicologización” de la formación que, si bien no llegó a los extremos de los países anglosajones, fue también bastante problemática.
La sospecha hacia la psicología provenía, sobre todo, de una identificación de la misma con el psicoanálisis freudiano. En la medida en que esta ciencia nueva iba desarrollándose a partir de presupuestos antropológicos distintos al modelo materialista que está a la base de la psicología de Freud y de otras escuelas. En este proceso tuvo un rol decisivo el Instituto de Psicología de la Pontificia Universidad Gregoriana y la escuela fundada por el jesuita italiano P. Luigi Rulla.
La psicologización de la formación sacerdotal se ha dado toda vez que en el centro del proceso educativo se ha puesto la autorrealización del individuo más que la apertura de la persona al dinamismo trascendente y transformador de la verdad que se expresa en la llamada de Cristo y en la vocación sacerdotal. Este riesgo se vuelve más insidioso si se tiene en cuenta el fuerte sesgo narcisista de la cultura ambiente que, de manera particular, afecta a los adolescentes y jóvenes que se acercan al discernimiento vocacional.
En general, los seminarios de Argentina van logrando madurar un camino formativo que se distancia de uno y otro riesgo. Mucho se ha avanzado en este camino. Lo cual no significa que no queden cuestiones abiertas, problemas pendientes, puntos no del todo comprendidos.
Uno de estos puntos es, sin duda, una mejor capacitación de los formadores. No basta la buena voluntad. Se requiere, además de un trabajo en equipo sólido y armónico, una serie de competencias y de conocimientos que, hoy por hoy, solo pueden desarrollarse con una capacitación específica. También aquí se han dado pasos importantes. Desde hace veinte años que la escuela de P. Rulla ofrece una serie de cursos de verano para formadores y formadoras del país.
El Encuentro de este año ha puesto el acento en el vínculo entre espiritualidad y psicología. Algo impensable años atrás. La centralidad de los valores teologales (fe, esperanza y caridad) en la vida cristiana y, por ende, en la vida y ministerio pastoral de los presbíteros, constituye el punto de referencia clave para un adecuado uso de las ciencias humanas. Estas apuntan a conocer mejor al sujeto en formación y su idoneidad en orden al ministerio. En casos concretos, ayudan a identificar y tratar los problemas que comprometen dicha idoneidad.
Es obvio que la psicología no puede decidir sobre la presencia o no de la vocación sacerdotal o del carisma del celibato. Se trata de una ciencia experimental. Vocación y celibato son realidades sobrenaturales, cuyos signos solo se pueden leer a la luz de la fe y en el marco del discernimiento que solo la Iglesia puede hacer. Estamos en el campo de acción del Espíritu Santo.
Las ciencas humanas como la psicología o la psicopedagogía pueden aportar, y mucho, a la consolidación del sustrato humano sobre el que actúa la gracia de Dios. Ayudar a un autoconocimiento dinámico de la persona; procurar herramientas para superar eventuales dificultades; disponer al sujeto para vivir los valores teologales, especialmente la caridad, desde una suficiente madurez afectiva.
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