Mendoza, 25 de setiembre de 2011
Querida amiga, querido amigo en Cristo:
¡Qué la Palabra del Señor habite en vos con toda su riqueza!
Estas cartas son breves, pero escritas con un deseo grande: que se arraigue más en nosotros el amor a María. Creo que, de esta manera podremos ser mejores discípulos de Jesús; más alegres y convencidos, más libres y serenos para irradiar la esperanza en este formidable tiempo que nos ha tocado vivir.
Ya te he hablado de la necesidad de conocer mejor a María, de honrarla y amarla como lo hizo Jesús. Hoy quiero hablarte de la Virgen del Rosario.
Conocemos bien su imagen. Ha recorrido nuestras parroquias, y nos acompaña en las principales celebraciones, especialmente la gran fiesta del primer domingo de octubre en el anfiteatro.
En la basílica “Santo Domingo” hay dos imágenes históricas de N. S. del Rosario. La más antigua es la que preside el templo. Desde 1590 está con nosotros. Desde 1737 es patrona de Mendoza. Recibió la coronación pontificia en 1961, hace ya cincuenta años.
Cuando el gran terremoto de 1861 destruyó la ciudad, un fraile dominico hizo traer de Chile la otra imagen para atender la devoción del pueblo, mientras se restauraba la imagen dañada por el sismo. Es la que sale en procesión y que, cada año, nos acompaña en la Fiesta patronal diocesana.
Como vemos, las dos tienen historia. A mí me gusta mucho pensar cuántos mendocinos han acudido a estas imágenes, llevando sus peticiones, sus esperanzas y sus angustias. Es nuestra historia, marcada por los valores espirituales de la tradición católica. También nosotros hoy ponemos a sus pies nuestras vidas, y los que amamos. Pienso en los niños y en los jóvenes, en los ancianos y enfermos.
* * *
Hoy quiero invitarte a mirar con nuevos ojos la venerada imagen de Nuestra Señora del Rosario. ¿Qué podemos ver cuando la miramos con los ojos iluminados por el amor?
Yo te invito a contemplar la Virgen del Evangelio. El rosario que María y Jesús llevan en sus manos es el Evangelio hecho oración. Repasar con María los misterios del Rosario es volver a pasar por el corazón la buena noticia de nuestra salvación. Así, María nos educa para vivir según el Evangelio. A mí, por ejemplo, me hace mucha ilusión que nuestros jóvenes recen el Rosario. No hay mejor maestra de vida que la madre de Jesús. Y si de Evangelio se trata, mucho más.
María es la discípula perfecta de Jesús. Ha guardado la Palabra como nadie. Por obra del Espíritu Santo, el Verbo mismo de Dios se ha hecho hombre en ella. Toda su vida se ha ajustado a la Palabra.
Por eso, la Iglesia contempla a María como la imagen realizada de su propio peregrinar en la fe. María es la Iglesia que escucha, acoge y transmite la Palabra de Cristo. El primer domingo de octubre es, inseparablemente, la Fiesta de María del Rosario, la Virgen del Evangelio, y el Día de la Iglesia Diocesana, llamada a vivir y comunicar el Evangelio de Cristo. De tal palo, tal astilla.
* * *
Preparémonos juntos para la Fiesta patronal diocesana, el próximo domingo 2 de octubre. He querido redescubrir con vos el misterio de María, la Virgen del Evangelio. Para honrarla, amarla e imitarla. Te propongo ahora rezar esta oración, tomada de la liturgia de la Iglesia:
Señor, Dios nuestro, que en la bienaventurada Virgen María nos das el modelo del discípulo fiel que cumple tu palabra, abre nuestros corazones para escuchar el mensaje de salvación que, en virtud del Espíritu Santo, ha de resonar diariamente en nosotros y producir fruto abundante. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
+ Sergio Buenanueva, obispo
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