En
Roma, el Sínodo de los obispos está tratando el tema de la “nueva
evangelización”.
¿Qué es
la “nueva evangelización”?
Les doy
una definición mía. Seguramente pobre e incompleta. De todos modos, la pongo a
disposición, al menos para que otros puedan pensarla mejor.
Aquí
va: la nueva evangelización es anunciar a Cristo hoy.
Es nueva,
por el adverbio de tiempo “hoy”.
“Hoy”
tenemos nuevas preguntas que nos obligan a pensar de nuevo el anuncio del único
e inmutable
Evangelio. Nuevas preguntas, nuevos escenarios, nuevos desafíos.
El
cristianismo, para ser fiel a sí mismo, siempre ha tenido que hacerse este
planteo: cómo anunciar hoy el mensaje de Cristo.
Sin
embargo, lo decisivo no está aquí.
Lo que
hace nueva a la nueva evangelización no es el “adverbio” sino el “nombre”. Es
Cristo.
Porque
en ese Nombre se encierra toda la novedad del Evangelio. La novedad de Dios.
Por
eso, la cuestión de los métodos y estrategias queda como algo absolutamente
secundario. Lo primario es el acontecimiento Cristo, el encuentro con Cristo,
la vida en Cristo.
Si esto
falta, la nueva evangelización queda reducida a activismo, militancia, utopía.
Lo
contrario es también verdadero: con Cristo casi que las estrategias están de
más.
La
novedad de la nueva evangelización es Cristo. Ahora añado: y los que son de
Cristo. Por que Cristo no existe solo. Existe siempre indisolublemente
vinculado a sus discípulos, a aquellos que son llamados: “cristianos”.
¿Quién
es el cristiano? Doy dos definiciones. La más directa: un cristiano es un
discípulo de Cristo. Alguien que ha sido alcanzado por Jesús y que no puede
sino vivir por Él, con Él y en Él.
La
segunda la tomo de Ratzinger: un cristiano es alguien que vive de la Palabra,
del Sacramento, y en la caridad y la justicia … aunque jamás haya participado
de nuestras reuniones pastorales.
Por
estos cristianos pasa la nueva evangelización.
Por
eso, estoy convencido que la nueva evangelización en Mendoza ya ha comenzado.
Conozco muchos hermanos, comunidades e iniciativas en las que Cristo acontece
realmente.
Que
esto ocurra, las más de las veces, de una manera oculta a las miradas del mundo
es casi un sello de autenticidad.
En el
silencio el Verbo se hizo carne. En medio de la noche, el Niño nació en Belén.
En la oscuridad del Viernes Santo tuvo lugar la redención. En el silencio
luminoso del domingo, la resurrección.
¡Ojalá
sepamos verlo! Si lo hacemos tendremos la clave de la nueva evangelización, de
nuestro Plan de Pastoral; y, lo más importante, seremos discípulos misioneros
de Jesús.
Por
todo esto, gracias sean dadas al Padre, por el Hijo en el Espíritu Santo.
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