Querida amiga, querido amigo en Cristo:
Hola. ¡La paz y la alegría de Jesús estén con vos!
Voy directamente al grano: ¿Conocés realmente a María?
Y estoy hablando del conocimiento de una persona viva, con la que se tiene un trato personal. No hablo de un personaje, más o menos interesante, pero que pertenece al pasado, como quien va al museo a ver una momia inca bajada de algún cerro, reseca y toda apachangada.
No, María -como Jesús- está bien viva. Asunta al cielo en cuerpo y alma. Y tiene con nosotros una relación personal. Podés hablarle. Amarla, porque ella te ama como ama a Jesús.
Te hablo, por tanto, de lo que pasa hoy, aquí y ahora. Te quiero hablar de amor a María. Del amor que ella te tiene y que vos podés tenerle a ella. Como no podemos amar lo que no conocemos, he empezado por plantearte la pregunta si la conocés, y si la conocés de verdad. Si conocés la belleza y bondad de alguna persona, seguro que la vas a querer.
¿Te animás a conocer un poquito más a María, obra maestra del Dios amor?
Alguno me puede decir algo más o menos así: “Yo, a María, la amo, y la quiero con un amor muy directo, personal y lleno de ternura. Ese amor me ha llevado a conocerla. La quiero y punto”. Y tendría toda la razón del mundo. Así funcionan las cosas entre las personas. Y suelen funcionar bien.
Conocer y amar son las dos expresiones más profundas del corazón humano. Las dos potencias del alma: inteligencia para conocer, voluntad para amar. Siempre van juntas. Dejemos a los filósofos y teólogos que se peleen para ver qué va primero, si el conocimiento o el amor. Eso, por ahora, no nos interesa. Conocer para amar; amar para conocer. Es la posición justa frente a la vida.
* * *
Hay un canto del P. Osvaldo Catena que me “hace ruido”. No sé si se sigue cantando. Es: “Feliz de ti, María”. Creo haber leído alguna vez, que el P. Catena estaba pensando en un canto a la Virgen, pero no le venía la inspiración para darle forma.
Parece ser que viajando en colectivo, se le ocurrió preguntar a sus ocasionales compañeros de viaje por qué la gente ama a la Virgen. Le respondió una señora (¿cuándo no?). Fue al hueso: “nosotros amamos a María porque Jesús la amó, y la honramos como él la honró”.
De ahí salió el estribillo del canto, que es evangelio en estado puro: “Queremos hoy honrarte como el mismo Dios te honró. Y queremos amarte como Jesús te amó”.
Y yo, que no sabía cómo seguir con esta carta, acabo de encontrar los dos puntos sobre los que me gustaría hablarte. Por tanto, a continuación, vamos a conocer un poquito más a María, preguntándonos: ¿cómo ha honrado el Dios amor a la Virgen de Nazaret? Y, para quererla como ella se lo merece, vamos a preguntarnos: ¿cómo la amó Jesús?
Bueno, será el tema de las próximas cartas. Llegué al límite que me había impuesto para esta carta. Nos vemos pronto. Ah, rezá con mucho amor un Ave María. Si de conocer se trata, la oración es el mejor camino.
+ Sergio Buenanueva, obispo
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