La violencia sexual es un problema muy grave de nuestra sociedad. Las mujeres y los menores son sus víctimas.
Se trata de un síntoma muy elocuente de un deterioro humano de proporciones. El síntoma nos debe ayudar a examinar la complejidad de causas que convergen para que se desate este tipo de violencia.
Sin duda que un peso importante tienen las causas culturales: el machismo, por ejemplo.
Fortalecer la familia y la escuela, aparecen como dos caminos también convergentes. Se ha hablado mucho del rol de una y otra en la eduación afectiva y sexual de niños y adolescentes.
Sus esfuerzos en este sentido, serían insuficientes, sin embargo, si no pudiéramos activar una renovación espiritual y moral de la entera vida social que nos implicara a todos.
En esto, creo que las comunidades religiosas puede funcionar como factores importantes, generadoras de un nuevo humanismo. De hecho así lo hacen.
La fe confiada en el Dios de la vida es clave en todo esto; ofrece una Razón valedera para vivir. La esperanza cristiana tiene sustancia, porque se apoya en el Dios vivo que también es el Dios que no miente. En Dios se puede confiar en sentido absoluto.
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