miércoles, 29 de junio de 2011

¡Feliz aniversario sacerdotal, Santo Padre!

"Estos hombres, durante su vida terrena, plantaron la Iglesia con su sangre, bebieron el cáliz del Señor y llegaron a ser amigos de Dios" (Antífona de entrada de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo)



Queridos hermanos y hermanas,
«Non iam dicam servos, sed amicos» - «Ya no os llamo siervos, sino amigos» (cf. Jn 15,15). Sesenta años después de mi Ordenación sacerdotal, siento todavía resonar en mi interior estas palabras de Jesús, que nuestro gran Arzobispo, el Cardenal Faulhaber, con la voz ya un poco débil pero firme, nos dirigió a los nuevos sacerdotes al final de la ceremonia de Ordenación. Según las normas litúrgicas de aquel tiempo, esta aclamación significaba entonces conferir explícitamente a los nuevos sacerdotes el mandato de perdonar los pecados. «Ya no siervos, sino amigos»: yo sabía y sentía que, en ese momento, esta no era sólo una palabra «ceremonial», y era también algo más que una cita de la Sagrada Escritura. Era bien consciente: en este momento, Él mismo, el Señor, me la dice a mí de manera totalmente personal. En el Bautismo y la Confirmación, Él ya nos había atraído hacia sí, nos había acogido en la familia de Dios. Pero lo que sucedía en aquel momento era todavía algo más. Él me llama amigo...

Sesenta años de ministerio sacerdotal. Queridos amigos, tal vez me he extendido demasiado en los detalles. Pero en esta hora me he sentido impulsado a mirar a lo que ha caracterizado estas décadas. Me he sentido impulsado a deciros – a todos los sacerdotes y Obispos, así como también a los fieles de la Iglesia – una palabra de esperanza y ánimo; una palabra, madurada en la experiencia, sobre el hecho de que el Señor es bueno. Pero, sobre todo, éste es un momento de gratitud: gratitud al Señor por la amistad que me ha ofrecido y que quiere ofrecer a todos nosotros. Gratitud a las personas que me han formado y acompañado. Y en todo ello se esconde la petición de que un día el Señor, en su bondad, nos acoja y nos haga contemplar su alegría. Amén.

Benedicto XVI, 29 de junio de 2011




sábado, 25 de junio de 2011

Humildad eucarística

Beato Juan Pablo II
Impulsor del Corpus
Al acercarse la fiesta del Corpus, en medio de sus preparativos, ahora medio truncados por el rigor del frío, ha ido ganando lugar en mí, la idea de la humildad de Cristo en la eucaristía.

El dogma eclesial afirma con incómoda pretensión: detrás de los signos perceptibles del pan y del vino, la realidad que nos alcanza en la eucaristía es la del Cuerpo glorioso y de la Sangre vivificante de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, muerto y resucitado. Es el Señor. Esa es la realidad que esconde lo que aparece a los sentidos. Esconde, pero también manifiesta a los ojos de la fe.

Te hiciste carne. Ahora, tu carne gloriosa aparece a nuestros ojos en la humildad del pan, hecho Pan de vida.

El esplendor de la custodia, de los ornamentos y del culto que los creyentes tributamos resalta con fuerza  la humildad de Dios en el signo del Pan. El misterio es así más diáfano y patente a la fe.

La humildad de la hostia nos permite asomarnos a la humildad del pesebre; nos introduce en la humillación de Getsemaní y, sobre todo, del Calvario; nos ilumina los ojos para reconocer el poder de la vida en la piedra desnuda del sepulcro vacío.

La Iglesia necesita imperiosamente de la humildad del Señor en la eucaristía. Lo necesitamos los pastores que estamos llamados a obrar “in persona Christi” vaciándonos de nosotros mismos y quitándonos del centro -como el amigo del novio: Juan el Precursor- para que el culto se diriga a Él, solo a Él.

La eucaristía es la celebración sacramental del sacrificio de Cristo que purifica del pecado y nos abre a la comunión con el Dios amor. Fe viva, adoración, silencio contemplativo.

La humildad del Cristo eucarístico es profecía para una ciudad orgullosa y pagada de sí, que se ilusiona con crecer dando la espalda al Creador. Crecen, sin duda, las contradicciones, las exclusiones y los odios. Crece, sobre todo, la deshumanización.

En esta ciudad siguen habiendo templos y eucaristías, adoraciones y silencios. Sigue habiendo hombres y mujeres hambrientos del Pan de vida. Adoradores.

Por eso, en esta ciudad sigue habiendo esperanza; la única esperanza digna de ese nombre: la que anuncia el regreso glorioso de Cristo para llevar a plenitud lo que Él mismo ha iniciado en nosotros. Esa esperanza levanta a los caídos.

jueves, 23 de junio de 2011

Carmelo

Ayer, por la tarde, avisaron del agravamiento de la salud de Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia.

El corazón de Carmelo de abrió a la eternidad a las 20:10 de ayer, miércoles 22 de junio.

Desde aquí una palabra de despedida, mezcla de dolor pero también de paz: "Carmelo: concluyó tu peregrinación por este mundo. Llegaste a la meta. Gracias por todo".

Como obispo joven, en varias ocasiones "le tiré la lengua". Era un viejo sabio, pícaro y bueno, con una inagotable capacidad de preguntarse y de poner el dedo en la llaga ... para que entrara el suave bálsamo del Evangelio.

Siempre lo escuché con gusto, ávido por asimilar su rica experiencia de vida.

En los últimos tiempos había adelgazado bastante. En las Asambleas era el primero en hablar, ante un silencio respetuoso. Se lo veía recorrer los pasillos de Pilar con el rosario en la mano. En la última Plenario tuvo una homilía memorable, dirigida con franqueza apostólica a sus hermanos obispos.

La Comisión Fe y Cultura le encargó un texto sobre el "estilo pastoral de Jesús", que tuvimos la alegría de ver publicado. Su amor por el evangelio se transparenta en cada página. Allí buscó y encontró a Jesús, el Señor.
Seguramente, éste lo recibió con los brazos abiertos: "Carmelo, servidor bueno y fiel, entrá a participar del gozo de tu Señor"

Descansa en paz. Amén

sábado, 18 de junio de 2011

Así en Mendoza como en Roma

La celebración solemne del Corpus Christi -con Misa y procesión- dejó de hacerse en Mendoza durante algunos años. No comentemos ahora los "por qué".

La retomó mons. Rubiolo con Misa en la catedral de Loreto y procesión por el interior de la plaza Sarmiento.

En el año 2000, para el Gran Jubileo, se resolvió hacerla en la Plaza "San Martín", en el corazón de nuestra ciudad. No hemos dejado de hacerlo desde entonces.

El video que pongo abajo es de la procesión en Roma. Allí pasó algo parecido. Fue el beato Juan Pablo II quien la devolvió a las calles de la ciudad eterna: Misa en la explanada de San Juan de Letrán y procesión hasta Santa María la Mayor.

Había pensado escribir algo así: "Aquí en Mendoza, con más pobreza. hacemos lo mismo". Después pensé: ¿Cómo "con más pobreza"? El Cristo eucarístico que venera el Papa es el mismo que adoramos nosotros. Así en Mendoza como en Roma. El mismo sol y el mismo Señor. ¡Qué hermosa es nuestra fe católica!

Ahora sí, comparto con ustedes el video. No tiene texto. Las imágenes hablan.

¡Nos vemos en Corpus!

martes, 14 de junio de 2011

Maggy Barankitse: su nombre es "perdón"

Retengamos este nombre: “Maggy Barankitse”.

Se trata de una mujer africana, de Burundi, más precisamente.

El suyo es, hoy por hoy, el nombre del perdón.

Su historia: en 1994, después de ver asesinados a muchos de los suyos (parientes, amigos y vecinos), en la sangrienta guerra que enfrentó a tutsies y hutus (ella pertenece a la etnia tutsi), Maggy dio cobijo a algunos niños sobrevivientes.

Con el paso del tiempo fundó la “Maison Shalom” que ha llegado a albergar 5.000 chicos en esas condiciones.

Es cristiana, y encontró con el Evangelio de Jesús la luz que iluminó su vida. La encontró, sobre todo, en las palabras fuertes del Señor sobre el perdón y el amor a los enemigos.

El video que consigno abajo nos permite escuchar su testimonio en primera persona.