viernes, 31 de diciembre de 2010

Otra Argentina es posible

A veces se usa la expresión: “otra Argentina es posible”. Yo mismo la he usado, aunque -lo reconozco- con una cierta incomodidad. Es algo visceral. Me deja incómodo, y basta. Me suena a victimismo insoportable.

Lo he pensado un poco. Creo que la incomodidad viene de la percepción vital de dos cosas reales y verdaderas. Soy argentino y amo esta tierra, su gente, su geografía (aunque la conozco mínimamente), su modo de habla el español, etc. En cierto modo, estoy conforme con todo lo que encierra el sentirse hijo de esta tierra. Pero también me doy cuenta de que muchas cosas tienen que cambiar, porque están mal. Algunas muy mal.

Los dedos se me fueron solos escribiendo estas líneas introductorias para lo que verdaderamente quería escribir. Voy al grano.

Ayer celebré la Misa conclusiva de “Manos a la obra”. Se trata de una iniciativa surgida hace ya varios años (creo que cinco), de la creatividad de los que componen la Pastoral Universitaria de Mendoza (PUM, para los amigos). La idea es bastante sencilla: que nuestros futuros profesionales, en proceso de capacitación en las distintas disciplinas, tengan la posibilidad de ir aplicando sus saberes en contextos sociales menos favorecidos. Tienen así la experiencia de que una carrera profesional puede formar parte de un proyecto de vida personal, radicado en la verdad del ser humano: hijo de Dios y hermanos de sus semejantes.

Los chicos van a algunas zonas de nuestra provincia (primero en Lavalle, ahora en Tupungato). Se instalan en algunos lugares (esta vez fueron cinco centros), y durante una semana trabajan, cada uno desde la disciplina en la que se está capacitando, al servicio de las personas y comunidades que allí se encuentran.

Esta vez se reunieron 240 jóvenes. Unos pocos venidos de La Rioja y La Pampa. No todos católicos. Había varios curas jóvenes, religiosas y seminaristas. También ellos dan lo suyo, sobre todo, en el ámbito espiritual y religioso.

Otros años ya he estado en contacto con esta iniciativa. Siempre me quedo impresionado por la alegría. Bueno, son jóvenes. Vitales. Creo percibir también que algo profundo se da en sus corazones. Como el asomo de una perspectiva de esperanza. O, para decirlo con la frase inicial: que “otra Argentina es posible”.

¡Por Dios! Otra vez la incomodidad. Bueno, ahora mitigada un poco. Contagiada de alegría y esperanza.

Así termino el año, y me dispongo a empezar uno nuevo. Un saludo a todos.

+ Sergio

PD. Me olvidaba. En la Misa comenté brevemente -lo que para mí es todo un logro- aquella exhortación de 1 Jn 2,13.14: “Jóvenes, les escribo porque ustedes han vencido al Maligno … Jóvenes, les he escrito porque son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y ustedes han vencido al Maligno.” El evangelio es aquel relato de San Lucas sobre Ana, la viuda que, después de haber encontrado a Jesús en el Templo, “hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.” (Lc 2, 38). Una vieja que es joven: habla de la libertad, hablando de Jesús. Como la Iglesia: una vieja-joven que anuncia la libertad.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Ver a Dios hecho niño

¿Podemos conocer a Dios?

Una pregunta sencilla que se ha vuelto un angustioso interrogante para muchos.

La tradición católica afirma que sí, que el hombre, con su razón puede conocer con certeza la existencia de Dios. La inteligencia humana está abierta a la totalidad de la realidad. El hombre, por su alma espiritual, se trasciende a sí mismo. Es capaz de la verdad y del bien y, así, de alcanzar a Dios. Dios es y permanece un misterio inaferrable. También es una afirmación clara de de la Iglesia (un dogma de fe definido). Dios es siempre más grande como decían los medievales. Sin embargo, permanece también una realidad sorprendente que el ser humano -una “caña pensante”, al decir de Pascal- está abierto a la trascendencia, a la totalidad de la realidad.

Como decían los antiguos: “homo, capax Dei” (el hombre es capaz de Dios).

A partir de las creaturas el hombre puede llegar al Creador. El camino del hombre hacia Dios pasa por el mundo, las cosas, su propia humanidad. En la tradición cristiana, el viaje al interior de la propia alma es un itinerario privilegiado para descubrir aquella Luz que está en el ápice de la propia alma, que ilumina todo, porque de ella proviene todo lo que existe.

Sin embargo, en su camino hacia Dios, la inteligencia humana encuentra muchos obstáculos. En realidad, la posición correcta del hombre frente a Dios desborda el conocimiento. El hombre está frente a Dios con todo su ser: con su inteligencia, pero también con su mundo afectivo, con su voluntad. Por eso, hay formas de encarar la vida que, de hecho, impiden al hombre reconocer a Dios como tal. La forma de vida del hombre es el espejo que puede reflejar el rostro de Dios, o no.

Así como el compromiso sostenido con el bien y la justicia esclarece la mente del hombre para ver la verdad (de sí mismo, de los demás y de Dios), de la misma manera hay situaciones vitales que ciegan o nublan el ojo del corazón, lo hacen insensible a la luz.

Los autores espirituales suelen señalar que esta ceguera espiritual es más perjudicial para el hombre que algunos pecados concretos.

¿Cuánto hay de pecado, de opción deliberada y libre, en esta situación de ceguera espiritual? Es difícil aseverarlo con absoluta certeza. Es más, creo que, para el hombre este juicio está vedado. Solo Dios conoce, en este punto decisivo, la situación del alma humana. Solo a Él se le reserva semejante juicio sobre el ser humano. ¡Gracias a Dios!

Mi limitada experiencia pastoral me ha enseñado que muchas personas no logran ver a Dios en sus vidas porque, en algún momento de su itinerario personal, algún hecho o situación dramáticos golpearon de tal modo su interior que éste quedó, de hecho, imposibilitado de dar este salto. Siempre se sufre por ello.

También he a prendido que Dios, el único que puede realmente transformar los corazones, es el que puede hacer brillar su luz en el interior del hombre, como hizo en la mañana de la creación (la idea es de San Pablo en 2 Co 4,6). La Iglesia reza por esta gracia cuando, en el Padrenuestro, pide que el Nombre de Dios sea santificado. Es decir, le pide a Dios que se revele al mundo, que se dé a conocer a los corazones.

Dios no es un objeto entre otros, no entra dentro de lo mensurable o cuantificable. Trasciende el espacio y el tiempo. Es el “totalmente Otro”. De alguna manera, el conocimiento de Dios supone siempre una decisión de la libertad de la persona, alguna forma de confianza o de confiarse a Él. A Dios se lo reconoce como un ser personal más que como a un objeto exánime. El ser humano presiente que la presencia de Dios lo desafía, lo hiere y le reclama una transformación libremente asumida. Los grandes místicos, como Jacob, saben que tienen que medirse con el Dios vivo y verdadero, y que en esto se les juega la vida.

Hasta aquí una reflexión más o menos abstracta. Las Escrituras, sin embargo, son más incisivas y concretas en su enseñanza. Nos dicen que solo los puros de corazón, los pobres y sencillos pueden llegar a conocer el rostro de Dios. Los soberbios, los pagados de sí, los que viven curvados sobre sí mismos, los que no son capaces de tender la mano a sus hermanos quedan excluidos, por sus propias decisiones libres, de la posibilidad de conocer a Dios.

En palabras de Jesús: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.” (Mt 11,25-27)

Los signos de credibilidad del cristianismo son muy pobres. Demasiado humanos: una mujer dando a luz en un pesebre; un condenado, desnudo y abandonado por todos, que cuelga de una cruz; una tumba vacía y abierta. Son solo señales, abiertas a distintos significados.

La vida ha puesto a algunos hombres y mujeres en la situación de poder reconocer en estos signos al Dios vivo y verdadero. De repente, uno comienza a ver las cosas de un modo diverso. Comienza a descubrir el hilo rojo que une y da sentido a la multiplicidad de hechos y situaciones vividos. ¿Era Newman el que hablaba del “hilative sense”? En buena teología: la gracia de Dios que, adelantándose, ilumina los ojos del corazón para que el hombre, sostenido por la gracia, diga su “sí” a Dios.

Bueno, aquí termino estas reflexiones desordenadas. Escribo estas líneas después de haber celebrado la Misa de Nochebuena en la comunidad del Señor de Quillacas, en el Barrio Cocucci, en Guaymallén. La celebración fue muy sentida, muy bella. Hacía muchísimo calor. Junto al altar estaba el pesebre, un perro callejero recostado, y los chicos que iban y venían. Celebramos buena parte de la Misa con una cortina musical de cuartetos y cumbias, hasta que alguien se apiadó de nosotros. Al finalizar, con los chicos presentes pusimos la figura del Niño de Dios en el pesebre. Después me fui a otra parroquia a una cena de Navidad que el cura había organizado con las personas que iban a pasar solas esta Nochebuena.

En realidad, terminé de escribir esto antes de irme a la Misa de Navidad en el Carmelo, este sábado 25 de diciembre.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Un niño nos ha nacido. Un hijo se nos ha dado.

¡Muy feliz Navidad para todos!

En breves minutos parto para la comunidad "Señor de Quillacas" de Rodeo de la Cruz, donde celebraré la Misa de Nochebuena. Se trata de una comunidad con una importante presencia de bolivianos que veneran a Nuestro Señor Crucificado con ese nombre, traído desde su Santuario en Bolivia: "Señor de Quillacas".

Antes de la Misa vamos benedecir las obras del templo, pues después de mucho sacrificio han logrado techarlo. Ha sido fruto de la generosidad de muchos, especialmente de los fieles del Decanato de Guaymallén que destinaron la colecta de la Fiesta de la Purísima a tal fin.

En este último tiempo he estado pensando mucho en el modo como Dios salva, sana y redime al hombre. Pienso que sigue estando muy fuertemente metido en nuestro subconsciente la tendencia a reducir la obra de Cristo a un buen ejemplo y, de ahí, a comprender el cristianismo como una moral. En realidad, como moralismo: portarse bien, cumplir, hacer lo correcto, ser coherente y comprometido.

Todo esto es bueno, y forma parte de nuestra vivencia completa de la fe. Navidad, como Pascua, nos recuerda que en la raíz de todo está el don de Dios que se hace cercano al hombre. Le tiende la mano y, así, lo rescata. El amor de Dios primero. Dios primero. Su gracia en la raíz de todo.

En palabras del profeta Isaías que escucharemos esta noche:

“El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz …

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz».”

Isaías 9,1.5


Al desearles una feliz Navidad, le pido al Señor que ilumine sus corazones con la luz de su gracia.

Un saludo a todos.

+ Sergio

Nace Jesús. Nace la Vida. Se renueva la Esperanza

Mensaje de Navidad - 2010

“Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.” (Lc 2,6-7)

En la Nochebuena, volvemos a escuchar este relato entrañable, escrito hace dos mil años por un excelente narrador: San Lucas evangelista. Sigue teniendo una sorprendente actualidad.

¿Cuál es su mensaje? ¿Qué nos dice el relato navideño? Es una palabra de paz para todos los hombres de buena voluntad. Escuchémoslo nuevamente.

En el centro del mensaje: una mujer que da a luz

Pocas imágenes son tan elocuentes como la de una mujer dando a luz a su hijo. Allí está simplemente la verdad de la condición humana: la vida es un misterio de gratuidad y donación; vida que engendra la vida. ¿No es hermosa la expresión: “dar a luz”? Es además verdadera: todo queda iluminado allí donde se asoma la vida, por pequeña y pobre que sea.

El relato, sin embargo, no calla el drama. Los gestos humanísimos de esta mamá primeriza que le pone los pañales a su recién nacido, no ocultan una realidad terrible: “No había lugar para ellos en el albergue”, dice lacónicamente Lucas. Hoy usamos la palabra: “exclusión”.

Es el misterio de la condición humana: vida y muerte, siempre enfrentadas; la miseria y la dignidad; el amor y el egoísmo; la verdad y la mentira; el don oscurecido por la mezquindad.

El relato no oculta nada. Se inmiscuye en toda la oscuridad de la condición humana. Es, sin embargo, evangelio, es decir: un anuncio gozoso que procede de la fe, es un testimonio de fe, puesto por escrito para despertar la confianza en Dios y en su acción salvadora. En esta historia humana, Dios mismo está involucrado. Y esto marca la diferencia.

El Evangelio de la Vida

Lo que ocurre en Belén es un preanuncio del mensaje fundamental del Evangelio, que Lucas pondrá en boca de los misteriosos personajes que custodian la tumba vacía de Jesús: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24,5).

Ya el autor del libro de la Sabiduría invocaba al Dios de Israel, con esta sentida oración: “Tú eres indulgente con todos, ya que todo es tuyo, Señor que amas la vida.” (Sab 11,26)

En nuestro tiempo, el recordado Papa Juan Pablo II acuñó la expresión: el “Evangelio de la Vida”. Se trata -escribía- de “una realidad concreta y personal, porque consiste en el anuncio de la persona misma de Jesús, el cual se presenta al apóstol Tomás, y en él a todo hombre, con estas palabras: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6).” (El Evangelio de la Vida, 29).

Dios ama la vida. Él es el creador y el que restaura la vida. Y, porque la Vida, en Jesús, se ha se nos ha manifestado (cf. 1 Jn 1,2), nosotros anunciamos al mundo el Evangelio de la Vida.

La vida humana es una buena noticia

El relato del nacimiento de Jesús es un capítulo fundamental del Evangelio de la Vida. ¿Qué le dice al que lo lee con los ojos de la fe?

Ya en los escritos de Israel, el salmista había exclamado, lleno de estupor: “Al ver el cielo, obra de tus manos, la luna y la estrellas que has creado: ¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?” (Salmo 8,4-5).

Al contemplar la escena de Navidad, esta pregunta adquiere un alcance insospechado. “Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer” (Gal 4,4). Dios mismo está ahí, naciendo de una joven mujer. “¿Qué es el hombre para que así lo cuides?”.

Dios ama la vida, se ha hecho hombre. La vida humana, por sí misma, es una buena noticia, no obstante todos los obstáculos, carencias y limitaciones que pueda experimentar. El amor de Jesús se hace más intenso, allí donde la vida aparece más indefensa, herida o amenazada. Él es el amigo de los niños, de los pobres y, sobre todo, de los pecadores. En Jesús está la fuente permanente del humanismo cristiano.

Los jóvenes, la vida y la esperanza

Según nuestra programación pastoral, el año 2011 que se inicia prestará especial atención a los jóvenes. También a la educación y a las vocaciones. Diremos aquí una palabra sobre los jóvenes.

Hoy, muchas amenazas se ciernen sobre la vida de los jóvenes. Solo señalaremos una: el flagelo de la droga. Se trata de un indicador especialmente elocuente: se puede matar la esperanza. Las adicciones crecen allí donde mengua el gusto por la vida. Es toda una radiografía de nuestros fallos como sociedad. También de los discípulos de Jesús. Es una llamada a la conversión.

Como Iglesia, queremos revisar qué estamos haciendo a favor de los jóvenes, cómo les estamos anunciando el Evangelio de la Vida, cómo estamos sembrando en sus corazones la esperanza.

Las iniciativas seguramente serán variadas. Sin embargo, no perdamos el norte. La acción fundamental de la Iglesia con los jóvenes es, sencillamente, llevarlos a Jesús, facilitando el encuentro personal con Él. El alma de un joven, connaturalmente, experimenta la alegría de creer en Jesús.

Buscar a Jesús en la lectura orante de la Biblia, en la celebración de la Eucaristía y la Reconciliación, en el servicio a los más pobres y necesitados, en la comunión gozosa con los hermanos. Los lugares de encuentro con Jesús están, así, al alcance de la mano. Aquí hay que poner el acento.

Este encuentro con Jesús le muestra al joven un modo alternativo de vida. Es la experiencia de un encuentro que lo rescata, lo ilumina y le enseña a vivir. Jesús lo salva: le da la vida eterna.

Ya son muchas las comunidades cristianas que, en la Nochebuena, convocan a los jóvenes para compartir un momento de oración y salir al encuentro de los hermanos que están solos o abandonados. También cerca de Navidad, muchos jóvenes emprenden acciones misioneras que los llevan hasta lugares alejados de su vida ordinaria. La Pastoral Universitaria, por su parte, realiza también “Manos a la obra”, una experiencia que busca desarrollar en los futuros profesionales una responsabilidad social solidaria y gratuita, al contacto con comunidades menos favorecidas.

Son testimonios sencillos de una fe inquieta que no se deja abatir por las dificultades. Además, estas iniciativas son llevadas a cabo precisamente por chicos y chicas, movidos por una generosidad que crece al contacto con la persona de Jesús y las necesidades de los hermanos.

Al reunirnos en esta Navidad en torno a Jesús que nace de María para dar vida al mundo, sintámonos alentados por estos testimonios e invitados a renovar nuestro compromiso con la vida de nuestros jóvenes.

+ José María Arancibia, arzobispo de Mendoza

+ Sergio O. Buenanueva, obispo auxiliar de Mendoza

martes, 21 de diciembre de 2010

Benedicto XVI a la Curia Romana


El Santo Padre Benedicto XVI ha tenido, ayer lunes, su tradicional discurso de fin de año a la Curia Romana. Normalmente hace una evaluación de los principales hechos y situaciones vividos a lo largo del año que se cierra. Son discursos particularmente importantes.

Esta vez, entre otros temas, destaca sin duda la referencia a la crisis por los abusos sexuales a menores protagonizados por sacerdotes. El Santo Padre ha citado una visión de Santa Hildegarda de Bingen, que vio a la Iglesia de su tiempo (s XII) con el rostro y su entera figura sucios por los pecados de los sacerdotes.

Transcribo abajo un párrafo que me ha parecido significativo. Una invitación a la conversión, dirigida a los pastores, en primer lugar. Dice el Papa:

En la visión de santa Hildegarda, el rostro de la Iglesia está cubierto de polvo, y así es como lo hemos visto. Su vestido está rasgado por culpa de los sacerdotes. Tal como ella lo ha visto y expresado, así lo hemos visto este año. Hemos de acoger esta humillación como una exhortación a la verdad y una llamada a la renovación. Solamente la verdad salva. Hemos de preguntarnos qué podemos hacer para reparar lo más posible la injusticia cometida. Hemos de preguntarnos qué había de equivocado en nuestro anuncio, en todo nuestro modo de configurar el ser cristiano, de forma que algo así pudiera suceder. Hemos de hallar una nueva determinación en la fe y en el bien. Hemos de ser capaces de penitencia. Debemos esforzarnos en hacer todo lo posible en la preparación para el sacerdocio, para que algo semejante no vuelva a suceder jamás. También éste es el lugar para dar las gracias de corazón a todos los que se esfuerzan por ayudar a las víctimas y devolverles la confianza en la Iglesia, la capacidad de creer en su mensaje. En mis encuentros con las víctimas de este pecado, siembre he encontrado también personas que, con gran dedicación, están al lado del que sufre y ha sufrido daño. Ésta es la ocasión para dar las gracias también a tantos buenos sacerdotes que transmiten con humildad y fidelidad la bondad del Señor y, en medio de la devastación, son testigos de la belleza permanente del sacerdocio.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Navidad 2010


¿Cómo llegamos a la Navidad?

El Adviento nos toma a fin de año, un poco cansados. Es bueno, sin embargo, que ponga en nuestros labios la plegaria de la esposa del Apocalipsis: “Ven, Señor Jesús”. Un suspiro de esperanza.

Este sábado celebré unas confirmaciones en la Parroquia de Palmira. Los padres carmelitas que la conducen son mejicanos, y han traído de su país natal, un hermoso pesebre, armado detrás del altar. Tiene figuras muy coloridas y dinámicas. Como era de esperar, el pesebre-cuna está vacío, esperando la Nochebuena.

Eso me hizo caer en la cuenta que, este año, todavía no había armado el pesebre de mi casa. Bueno, hoy lo hice.

Les cuento esto, porque al ver el pesebre de Palmira y al armar el mío he pensado que se puede llegar a la Navidad de muy distintas formas. Como los personajes que ponemos en torno al Niño Dios.

Ahí están José y María. La liturgia de este fin de semana nos propuso como “figura inspiradora” la de María, madre y virgen. La maternidad virginal de María es un gran misterio de fe. Y misterio en sentido estricto. Solo la fe nos permite acoger esta realidad y captar su hondo sentido espiritual: el niño que ella lleva viene de Dios, es el Hijo del Padre en un sentido único y original. La virginidad de María, por otra parte, es la expresión corporal de la integridad de su fe y de su confianza en Dios.

Junto a José y María están también los pastores: humildes, tímidos y también creyentes. Junto a ellos, las ovejas. A los chicos les gustan mucho las ovejitas. Es una de las primeras cosas en las que fijan su atención, sea cuando se les relata el Nacimiento, sea cuando se arma con ellos el Pesebre. Siempre en las homilías de estos días les hago alguna referencia a las ovejas, y uno nota rápidamente su interés. Así me pasó este domingo en la comunidad de El Resguardo, en Las Heras (capilla “N. S. de Fátima”). Uno puede llegar a la Navidad como las ovejas traídas por los pastores.

Y si no nos da el cuero para imitar a José, a María, a los pastores o incluso a las ovejas, ahí nomás tenemos al asno y al buey.

Me recuerdan una escena de la saga de Giovannino Guareschi, “Don Camillo”. El inefable cura está preparando las imágenes del pesebre, cuando entra “Peppone”, el Alcalde comunista del pueblo y su contrincante, que se pone inmediatamente a ayudarlo, en medio de un delicioso diálogo. Llegados a un cierto punto, el Cura toma el Niño y la Virgen María, diciendo:

“Aquí está el hijo de Peppone y la mujer de Peppone”. A continuación, toma el asno y dice con ironía: “Y este es Peppone”. A lo que el aludido responde, tomando el buey: “Y este don Camillo”.

El Cura responde con cómplice picardía: “Bueno, entre animales nos entendemos”.

Lo que ocurre en Navidad es muy grande y misterioso. Tanto que solo los humildes y pequeños tiene el alma suficientemente abierta como para entrar en sintonía con ese misterio de amor.

En realidad, María y José, los pastores y las ovejas, el buey y el asno, tienen algo en común: su humilde cotidianeidad.

¡Muy feliz Navidad!, les desea un obispo que se reconoce voluntariamente de parte del asno y del buey en la escena del pesebre de Belén.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El Evangelio anunciado a los pobres

En este tercer domingo de Adviento -el domingo “Gaudete”- hemos escuchado la pregunta que, desde la cárcel y a través de terceros, Juan Bautista dirige a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” (Mt 11,3).

La respuesta de Jesús: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.” (Mt 11,4-5).

Este fin de semana me ha tocado comentar en contextos distintos esta página evangélica. Situaciones distintas de una misma realidad: la Iglesia está experimentando hoy un despertar misionero, insipiente y tímido, pero también muy esperanzador.

El sábado estuve todo el día con algunos alumnos de la Escuela Arquidiocesana de Ministerios que, junto a sus familias, se encuentrar misionando en la Parroquia de Uspallata. El domingo me tocó dar el envío misionero a un nutrido grupo de fieles de la Parroquia “N. S. de Loreto” que inician por estos días una misión en una zona de la jurisdicción parroquial, que abarca varias manzanas de la “ciudad vieja” de Mendoza.

El “Evangelio es anunciado a los pobres”. Un impulso misionero recorre hoy todo el cuerpo de la Iglesia. Es la gracia del acontecimiento de Aparecida, de la que el Documento homónimo es su expresión escrita.

Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.” (Aparecida 29).

Esta es, tal vez, la frase más citada del mencionado Documento. Creo que expresa muy a las claras esta gracia de Dios para su Iglesia en América latina y el Caribe. También para nosotros, aquí, en Mendoza.

En esta Navidad, al mirar al Dios Niño de Belén, tenemos la oportunidad de experimentar, también nosotros, esta gracia salvadora. Estamos llamados a ser misioneros de la esperanza que nace con Jesús en Belén.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La Purísima

En el camino del Adviento nos detenemos para contemplar el rostro de María Inmaculada, la Purísima, la Toda Santa.

El culto a la “madre del Señor” atraviesa toda la historia del cristianismo. Es uno de los signos más fuertes del realismo de la Encarnación. Los hermanos de Jesús honran a María, la veneran y la invocan. Reconocen en su “sí” a la palabra del ángel la culminación de toda la historia de fe del pueblo de Israel. Reconocen en el “sí” de María, el modelo y el espacio abierto para dar el propio “sí” al designio de Dios. De su mano aprenden a ser discípulos de Jesús.

María Inmaculada es un signo luminoso de esperanza para la Iglesia que peregrina en la fe, en medio de las vicisitudes de la historia. Pero es también un signo de esperanza para la humanidad, tentada por la desesperación y el nihilismo.

El profundo pesimismo antropológico que caracteriza la cultura dominante estalla en mil pedazos ante la figura de María. Llena de gracia, María es una de nuestra raza, el mejor fruto de nuestra tierra. Su “fiat” al designio de Dios nos reconcilia con nosotros mismos. De su mano tenemos la posibilidad de comprender qué significa la libertad, hasta donde nos lleva la búsqueda de la verdad, y la confianza en Dios que nos pone siempre en camino para servir a nuestros hermanos.

Creo que en la amistad personal con María se encierra una enorme fuerza evangelizadora para la Iglesia del siglo XXI.

martes, 7 de diciembre de 2010

San Ambrosio


Al celebrar al Santo Obispo Ambrosio de Milán (340-397), la oración de la Iglesia me ha hecho meditar en el ministerio confiado.

"Hombres según el corazón de Dios" es una expresión muy hermosa, pero también exigente. Nos consuela saber que es la promesa de Dios a su pueblo, al comprobar el fracaso de los pastores humanos: "Les daré pastores según mi corazón" (Jer 3,15).

Dios y Padre nuestro, que hiciste del obispo san Ambrosio
un maestro de la fe católica y un testigo admirable de fortaleza apostólica;
suscita en tu Iglesia hombres según tu corazón,
que la guíen con firmeza y sabiduría.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Catequistas


En las visitas pastorales, el obispo suele dedicar un momento especial de diálogo con los catequistas.

La catequesis es una de las tareas esenciales de la parroquia como expresión concreta de la Iglesia. Se encuadra dentro del ministerio profético, cuya finalidad es el anuncio de la Palabra que suscita la fe.

El ministerio profético tiene tres formas básicas de realización: el kerygma, la homilía y la catequesis. Se distinguen por el destinatario. El kerygma es el primer anuncio de la fe, dirigido a quienes nunca han escuchado hablar de Cristo o, como ocurre entre nosotros, a quienes, no obstante haber recibido el bautismo, han debilitado su adhesión personal a Cristo y a la Iglesia hasta el punto de casi perderla. La homilía es el anuncio de la fe en el contexto de la celebración litúrgica, a partir de los textos bíblicos proclamados y del misterio celebrado, para introducir más profundamente a los creyentes en el Misterio de Cristo. Sus destinatarios son hombres y mujeres con una fe al menos inicial.

La catequesis también se dirige a creyentes. Su finalidad es ayudarlos a vivir cada vez más profundamente su condición de discípulos del Señor y miembros de su Iglesia; es decir: educar la fe recibida. Supone una exposición sistemática, gradual y orgánica de la doctrina cristiana. El conocer adecuadamente el contenido doctrinal de la propia fe es un elemento fundamental, sin embargo, la catequesis apunta a la vida misma del discípulo: se trata de acompañar a una persona para que aprenda a vivir como cristiano.

La Iglesia presta especial atención a la persona del catequista, pues considera que éste recibe del Señor una auténtica vocación y misión. No se es catequista por gusto, moda o preferencias personales, sino como respuesta a una llamada que se va haciendo consciente con el paso del tiempo. Considero que ayudar a nuestros catequistas en este proceso de personalización de la llamada del Señor es fundamental para la buena salud de la catequesis.

En mis diálogos con los catequistas suelo insistir en tres expresiones claves: “espíritu misionero”, “encuentro personal con Cristo” y “formación constante”, o también: “ideas claras”.

Espíritu misionero. La situación actual de nuestros catecúmenos nos hace a todos más misioneros. Es decir, el catequista debe también ser un experto en el primer anuncio que despierta la fe: Dios te ama con amor incondicional; Cristo ha expiado tus pecados con su sangre redentora; sos templo del Espíritu Santo que te da la vida y la fuerza de Dios. El catequista, como todo buen misionero, debe estar dispuesto a salir a la búsqueda de las personas, las familias, los niños y jóvenes, los adultos.

Encuentro personal con Cristo. No hay vuelta que darle: el mejor catequista es el santo, el discípulo enamorado y transformado por el encuentro con Cristo. Aquí sobran las palabras: una vida espiritual intensa de oración, escucha de la Palabra, Eucaristía y Penitencia y una caridad ardiente.

Formación para ideas claras. Ante tanta confusión, la doctrina de la Iglesia debe ser apropiada personalmente por el catequista a través de un proceso continuo de lectura, formación, asimilación. Solo así la transmitirá en su integridad, atento a su esencia y a sus consecuencias. El Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio son instrumentos de primera mano para ello. Cada vez me convenzo más de ello, especialmente frente a tanta charlatanería vacua y diletante.

En la foto: con catequistas y un grupo de catecúmenos de confirmación en la Visita pastoral a la Pquia. "San José" de La Paz.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Visitas pastorales 2010


Terminando el año litúrgico y comenzado el Adviento, cerca ya de las fiestas, el Arzobispo y el Obispo Auxiliar queremos saludar y agradecer a las comunidades y a sus pastores, que nos recibieron para una visita pastoral. De acuerdo al programa trazado y consultado con el Consejo Presbiteral, este año fueron muchas las parroquias visitadas, en jornadas muy intensas, y casi siempre en fines de semana. En ellas hemos podido escuchar las inquietudes pastorales, compartir la Palabra y la celebración de los sacramentos, y alentar una evangelización renovada según el Plan Diocesano de Pastoral. Estamos contentos de haber brindado este servicio.

En la visita pastoral el obispo aprende mucho. Tiene la oportunidad de ver cómo Dios va obrando en medio de su pueblo, despertando la fe, la esperanza y la caridad en los corazones. Tiene también la posibilidad de ofrecer sus orientaciones pastorales a fin de que la vida cristiana y el ardor evangelizador de los discípulos misioneros de Cristo se vivan más intensamente.

Las comunidades parroquiales visitadas por Mons. José María Arancibia, a lo largo del año, fueron: “Espíritu Santo” de Godoy Cruz (mayo); “Nuestra Señora del Carmen” de Tunuyán (mayo); “San Antonio” de Las Heras (julio); “Nuestra Señora del Rosario” de Junín (agosto); “Asunción de la Virgen” de Dorrego (septiembre); “Nuestra Señora del Carmen” de Costa de Araujo (octubre); “Nuestra Señora del Rosario” de Lavalle (octubre).

Mons. Sergio Osvaldo Buenanueva visitó las siguientes: “Inmaculado Corazón de María” de Coquimbito (abril); “Virgen Peregrina” de Godoy Cruz (mayo); “San José Obrero” de Gutierrez (junio); “San José” de La Paz (setiembre); “Sagrada Familia” de Guaymallén (octubre) y “Nuestra Señora de la Candelaria” de Maipú (noviembre).

A los sacerdotes, diáconos, colaboradores pastorales y fieles todos de estas comunidades, les deseamos la gracia singular de renovar su entusiasmo por vivir como bautizados el seguimiento de Jesús, y la alegría de tomar parte decididamente en la misión evangelizadora de la Iglesia.

¡Feliz Navidad y Buen Año Nuevo para todos!