miércoles, 31 de agosto de 2011

¿Conocés realmente a María?

Querida amiga, querido amigo en Cristo:

Hola. ¡La paz y la alegría de Jesús estén con vos!

Voy directamente al grano: ¿Conocés realmente a María?

Y estoy hablando del conocimiento de una persona viva, con la que se tiene un trato personal. No hablo de un personaje, más o menos interesante, pero que pertenece al pasado, como quien va al museo a ver una momia inca bajada de algún cerro, reseca y toda apachangada.

No, María -como Jesús- está bien viva. Asunta al cielo en cuerpo y alma. Y tiene con nosotros una relación personal. Podés hablarle. Amarla, porque ella te ama como ama a Jesús.

Te hablo, por tanto, de lo que pasa hoy, aquí y ahora. Te quiero hablar de amor a María. Del amor que ella te tiene y que vos podés tenerle a ella. Como no podemos amar lo que no conocemos, he empezado por plantearte la pregunta si la conocés, y si la conocés de verdad. Si conocés la belleza y bondad de alguna persona, seguro que la vas a querer.

¿Te animás a conocer un poquito más a María, obra maestra del Dios amor?

Alguno me puede decir algo más o menos así: “Yo, a María, la amo, y la quiero con un amor muy directo, personal y lleno de ternura. Ese amor me ha llevado a conocerla. La quiero y punto”. Y tendría toda la razón del mundo. Así funcionan las cosas entre las personas. Y suelen funcionar bien.

Conocer y amar son las dos expresiones más profundas del corazón humano. Las dos potencias del alma: inteligencia para conocer, voluntad para amar. Siempre van juntas. Dejemos a los filósofos y teólogos que se peleen para ver qué va primero, si el conocimiento o el amor. Eso, por ahora, no nos interesa. Conocer para amar; amar para conocer. Es la posición justa frente a la vida.

*   *   *
Hay un canto del P. Osvaldo Catena que me “hace ruido”. No sé si se sigue cantando. Es: “Feliz de ti, María”. Creo haber leído alguna vez, que el P. Catena estaba pensando en un canto a la Virgen, pero no le venía la inspiración para darle forma.

Parece ser que viajando en colectivo, se le ocurrió preguntar a sus ocasionales compañeros de viaje por qué la gente ama a la Virgen. Le respondió una señora (¿cuándo no?). Fue al hueso: “nosotros amamos a María porque Jesús la amó, y la honramos como él la honró”.

De ahí salió el estribillo del canto, que es evangelio en estado puro: “Queremos hoy honrarte como el mismo Dios te honró. Y queremos amarte como Jesús te amó”.

Y yo, que no sabía cómo seguir con esta carta, acabo de encontrar los dos puntos sobre los que me gustaría hablarte. Por tanto, a continuación, vamos a conocer un poquito más a María, preguntándonos: ¿cómo ha honrado el Dios amor a la Virgen de Nazaret? Y, para quererla como ella se lo merece, vamos a preguntarnos: ¿cómo la amó Jesús?

Bueno, será el tema de las próximas cartas. Llegué al límite que me había impuesto para esta carta. Nos vemos pronto. Ah, rezá con mucho amor un Ave María. Si de conocer se trata, la oración es el mejor camino.

+ Sergio Buenanueva, obispo

martes, 30 de agosto de 2011

Santa Rosa de Lima - Homilía en la Parroquia homónima

El 24 de agosto de 1617, pasada la medianoche (más precisamente a las 00:30 hs), Rosa de Lima entregaba su alma a Dios. Tenía 31 años.

“Jesús sea conmigo”, fueron las últimas palabras de sus labios que escucharon sus padres, hermanos y demás personas que rodeaban su lecho.

Ellos mismos atestiguaron más tarde, en el proceso de beatificación, el gozo y la paz inmensos que experimentaron al verla expirar así. El dolor de la separación recibía el bálsamo del consuelo espiritual, como solo Dios sabe ofrecerlo y darlo: veían volar al cielo a un alma santa, una mujer de Dios.

Jesús estaba allí, sin dudas, respondiendo a su invocación y dejándose ver para quien tiene los ojos de la fe abiertos y atentos. Jesús, recompensa de las almas santas, esposo amado de la virgen Rosa, estaba allí.

La ciudad de Lima, que había contemplado maravillada el camino de santidad de Rosa, fue conmovida por las manifestaciones de devoción con que el pueblo todo acompañó las honras fúnebres de su hija más ilustre y universal.

Manifestaciones similares tuvieron lugar 51 años después, con ocasión de su beatificación por el Papa Clemente IX, en 1668.

*   *   *
Queridos hermanos y hermanas:

Volvamos a escuchar el mensaje de la santidad cristiana. Es un mensaje perceptible, misteriosa pero realmente perceptible, al alcance de todos. De hecho, el perfume de la santidad es percibido incluso por los que no creen.

Los santos son mensajes directos y concretos de Dios para su Iglesia, para la humanidad entera. Un mensaje, como el que tiene el rostro y la fisonomía de Rosa de Lima, que atraviesa los tiempos y las distancias. Nosotros lo estamos escuchando, hoy en 2011 y aquí, podríamos decir: tan lejos de la Lima natal de Rosa y, sin embargo, tan cerca.

Los santos muestran lo más genuino y auténtico de la condición humana. Son completamente de Dios y, por eso mismo, son entrañablemente humanos, cercanos, amigables. Son Evangelio: buena y alegre noticia, que llena de esperanza y alegría el corazón atormentado del hombre. Este mensaje lo comprende cualquier persona.

Lo comprenden, sobre todo, los que tienen alma de pobres, los sencillos, los niños y pequeños, como el mismo Jesús se encarga de explicitarlo en su Evangelio.

Rosa de Lima nos habla del “estilo de Dios”, del modo como Dios lleva adelante su obra de redención. Una y otra vez volvemos a contemplarlo: en Rosa de Lima, pero también, por citar solo algunos ejemplos, en Santa Teresita del Niño Jesús, en el Beato Ceferino Namuncurá o en Laurita Vicuña o, más cercana a nosotros, en nuestra vecina: Santa Teresa de Los Andes.

Si nos quedamos en Lima tenemos que mirar a Martín de Porres, Martín de los pobres y de los humildes; el santo de la escoba.

Por eso, queridos hermanos y hermanas:

Nosotros, a quienes tan fácilmente nos seducen las glorias efímeras del mundo, el ruido vacío de los grandes de esta tierra, abramos los ojos para contemplar, una vez más, la obra de Dios.

¡No nos dejemos engañar!

Rosa de Lima nos muestra la verdadera grandeza de la vida. Ella nos enseña dónde se halla el verdadero tesoro del reino de los cielos, por el que vale la pena dejarlo todo, venderlo todo.

No tengamos vergüenza de decirlo claramente, también nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, necesitamos escuchar este mensaje: busquemos la unión con Dios, busquemos su amistad y su gracia, anhelemos de todo corazón vivir para Él, según su Ley, de acuerdo a su Palabra.

La verdadera grandeza no se juzga por la magnitud del poder, de la riqueza o el prestigio mundanos. Sin negar todo lo que tienen de legítimo, muchas veces (demasiadas, añadiría yo) son humo que se lleva el viento.

La verdadera grandeza es la de los pequeños, los humildes y sencillos que se abren a Dios y viven según su ley, los que viven en amor a Dios y a los hermanos.

¡Esta es la vida verdadera! Lo demás es ilusión vana. Puede llegar a ser frustración y perdición eterna.

*   *   *

“El que se gloría, que se gloríe en el Señor”, exhorta San Pablo. Y prosigue: “Porque el que vale no es el que se recomienda a sí mismo, sino aquél a quien Dios recomienda” (2 Co 10,17).

¡Precioso criterio de discernimiento! ¡Magnífico consejo para la vida!

Rosa de Lima quiso vivir solo para Dios. Nos lo recuerda la oración de la liturgia. Quiso vivir oculta, hermosa, solo para Cristo; quiso florecer para él en el jardín oculto de la vida austera que vivió desde pequeña. Con él se desposó, a él se unió místicamente, experimentando el poder transformador del amor de Cristo.

Con Cristo se identificó hasta el punto de revivir, con Él y por Él, su propia pasión por la salvación del mundo.

Quisiera aquí señalar dos rasgos de la vida espiritual de Santa Rosa en unión con Cristo, que me parecen especialmente significativos para nosotros hoy.

Dicen sus biógrafos que Rosa de Lima experimentaba, todos los días, durante dos horas el vacío angustioso que experimentan quienes están lejos de Dios. Después de un momento de intensa y elevada experiencia de la presencia de Cristo en su alma, Rosa parecía quedar como interiormente vacía, perdida. Al parecer, de esta manera, conocía, desde dentro, lo que es estar sin Dios.

Algo similar sabemos que experimentó durante cincuenta años la Beata Teresa de Calcuta.

Estas cosas son siempre misteriosas. Expresan la gran libertad y generosidad con Dios gobierna la vida de sus amigos más cercanos, los santos. Nos acercamos a ellas con pudor, temiendo traspasar los límites que debe imponerse la curiosidad humana.

Respetando con todo lo que significa semejante experiencia espiritual, creo que podemos aventurar la siguiente interpretación:

Hoy, muchos hombres y mujeres viven como si Dios no existiera. No saben de Dios y de su gracia. No pueden apreciar la riqueza inestimable que es Cristo, el que se entregó para que tengamos vida, él que expía nuestros pecados. Sin Dios, el hombre no tiene suelo ni raíces, no logra madurar una esperanza fuerte que sostenga sus pasos. La tristeza, la depresión, la amargura (disfrazada muchas veces de arrebato, descontrol o desinhibición) toman posesión de lo más profundo del alma humana.

La experiencia de Rosa de Lima nos dice algo muy grande: Dios conoce desde dentro este estado interior del hombre. Es más: Dios empuja a algunos de sus elegidos, a su Iglesia, a padecer con ellos, a identificarse con estos hermanos nuestros, para poder, desde allí, anunciarles el mensaje revolucionario del amor infinito de Dios por cada persona, especialmente por los que están más solos.

El segundo aspecto que quisiera señalar fugazmente es el amor preferencial de Rosa por los pobres y, de manera especial, por los enfermos. Este es un signo distintivo del amor cristiano.

Estos hombres y mujeres que sufren: ¡son Cristo! No se puede pasar con indiferencia ante ellos.

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Con esta celebración iniciamos el Jubileo de nuestra Parroquia: ¡125 años de vida!

Un Jubileo -como su nombre lo indica- es un tiempo de júbilo, de alegría, de celebración.

Es la alegría de la que nos habla el Evangelio: la alegría de encontrar el tesoro más grande y la perla más precioso: el reino de los cielos, la fe, la tradición católica, el patronazgo de Santa Rosa.

Nuestra comunidad parroquial ha custodiado durante 125 años el don precioso de la fe, recibiéndolo y transmitiéndolo a las nuevas generaciones, para que la fe en Cristo sea vida y esperanza.

Damos inicio a este tiempo de gracia y de júbilo, motivados por unas palabras del Santo Padre Benedicto XVI que bien podría hacer suyas Santa Rosa de Lima, nuestra patrona:

“No tengan miedo de Cristo. Él no quita nada y lo da todo”

Son una invitación a renovar nuestra consagración bautismal: somos el pueblo santo de Dios, pueblo sacerdotal, marco por el sello del Espíritu de Cristo. A Él pertenecemos. Él es nuestro Señor. A Él le entregamos todo lo que somos y tenemos.

Un Jubileo es también un tiempo de profunda conversión para las personas y la misma comunidad parroquial. Nuestra Diócesis se halla, toda ella, en camino de conversión y renovación pastoral. El Jubileo de la parroquia y comunidad de Santa Rosa nos interesa a todos, porque es una gracia de Dios para todos nosotros.

Los alentamos a preparar un camino jubilar rico de iniciativas espirituales, litúrgicas, culturales y evangelizadoras. El Párroco con el Consejo de Pastoral seguramente harán conocer dichas iniciativas. Seguramente la sociedad civil y las autoridades municipales ofrecerán también su ayuda.

Nos confiamos a la intercesión de Santa Rosa, de “Rosa de Santa María” como ella misma quiso ser llamada, habida cuenta de su amor y devoción por la Virgen del Rosario.

Santa Rosa nos inspire en este camino de júbilo, de conversión y de renovado ardor misionero, para que todos conozcan, experimenten y saboreen qué bueno es el Señor.

Así sea.

viernes, 26 de agosto de 2011

Conocer, honrar y amar a María. Hacia la Fiesta Patronal Diocesana 2011

Estamos ya poniéndonos en camino hacia la gran celebración del primer domingo de octubre: "Nuestra Señora del Rosario", patrona de Mendoza y Día de la Iglesia diocesana.

Este año hay algunas novedades:

- Con los jóvenes de la ACA estamos organizando la "previa" de la Fiesta: un encuentro de niños de catequesis de primera comunión en el Santuario de Nuestra Señora (Basílica "Santo Domingo"), el sábado 1 de octubre, en horas de la tarde. La idea es un encuentro festivo de los chicos con María.

- Vamos a repetir, como el año pasado, la despedida de la Virgen de su Santuario y la caravana de autos hasta el Parque, el domingo por la mañana. Comenzamos a las 10:00 hs con el rezo de Laudes y después despedida de la Virgen, que marcha al encuentro de los jóvenes.

- En este blog voy a publicar en los cuatro domingos previos (4, 11, 18 y 25 de setiembre próximos) cuatro cartas sobre María y su lugar en nuestra vida como discípulos de Jesús. Espero que sean de ayuda. Es una iniciativa similar a la del año 2009. Como entonces les voy a pedir que me ayuden a difundirlas.

¡Nos vemos en la Fiesta de María, fiesta de la Iglesia y fiesta de los jóvenes!


jueves, 25 de agosto de 2011

Ortodoxia positiva


No me asusta la sociedad plural. Al contrario, me gusta. Plantea desafíos formidables a una institución como la Iglesia católica, a su fe y a su doctrina, y a la forma de vida que ella encarna y promueve. Sin duda, pero eso no me asusta. Todo lo contrario, me gusta. Me atrae y me fascina. Un sentimiento visceral. Lo confieso.

El catolicismo que viene es positivo, sin complejos, alegre y muy vital. No está alienado, como entregado al espíritu del tiempo. Sabe de sí y de su riqueza interior. Se trata de un catolicismo orgulloso de sí mismo, de su historia, de su tradición, de su fe, vivida y formulada, transmitida y siempre novedosa.

Orgulloso de Roma, no menos que de Mendoza. Del Papa, venerado y amado como el “dulce Cristo en la tierra”, tanto como de la vida escondida con Cristo en Dios de esa inmensa nube de testigos, de esa multitud de los santos de la que habla el Apocalipsis. Los que lavaron sus túnicas en la sangre del Cordero. Los que, en medio de la jungla en que vivimos, sostienen la esperanza de todos con su pasión por el bien, la belleza y la verdad. Son testigos creíbles del Dios amigo de la vida.

Algunos hablan hoy de “ortodoxia positiva”. La expresión me parece magnífica. Puede sonar a tautología, lo reconozco. Sin embargo, ¿hay algo más positivo que la verdad?

¿Puede haber algo más positivo que aquella verdad que no está hecha a la medida de nuestra pequeñez, sino la verdad que nos alcanza y nos trasciende, nos empuja hacia delante y nos tracciona con su fuerza, la verdad que desgarra nuestra conciencia abriéndola más allá de sí misma?

Quién ha probado el gozo de abrir el secreto que encierran las antiguas palabras, los viejos dogmas, los añosos maestros, los catecismos mayores y menores, ¿podrá acaso sentir vergüenza al mirar a una cultura ambiente que ya no cree en nada ni en nadie, que no tiene suelo ni raíces, que se pierde en el instante fugaz?

Ni vergüenza, ni lástima. Sentirá compasión, se conmoverá por dentro con el mismo amor de Cristo. La compasión de Jesús al ver a las multitudes como ovejas sin pastor. Y se pondrá, como él, a enseñarles. “Y estuvo enseñándoles largo tiempo”, dice el evangelio. Y después vino el pan, la multiplicación de los panes. Y curando a los enfermos. Y expulsando a los demonios que atenazan por dentro y deshumanizan.

¡Por Dios! Soy católico, hijo de esta Iglesia de santos, de mártires, de pastores egregios, de doctores que brillan como faros en medio de la noche, de místicos que tocan el alma, de humildes trabajadores en la viña del Señor. Soy hijo de la “católica” que está en cada Eucaristía: la totalidad en el fragmento, la vida plena en el don de sí, la expiación en el amor.

Soy católico, hijo de una Iglesia que mira de frente el pecado de sus hijos, y los reconoce suyos (Sí, también el de los abusadores). Por eso hace penitencia, llora y se avergüenza. No escucha los cantos de sirena del mundo que conducen a la desesperación. Se hace cargo. Se reforma a sí misma. Repara y expía. No vive de la ilusión de creer que ha caído del cielo, y que solo tiene reproche para los demás, como hacen tantos hipócritas.

La única Iglesia, comunidad visible e invisible, histórica y escatológica; la única -repito- que puede ser reflejo del Verbo encarnado, la que recoge en su red peces bueno y malos, la que sabe que junto al trigo para el pan de la eucaristía, crece la cizaña del veneno, del resentimiento y la corrupción. La que sabe, con la sabiduría del Espíritu, que solo Dios tiene la hoz para cosechar, la ciencia para discriminar el buen grano del que no lo es.

Es la Iglesia “semper reformanda”, que peregrina entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, como anotaba Agustín en su tormentoso cambio de época. Y las puertas del Hades no prevalecerán sobre ella, fundada por el Kyrios sobre la roca del frágil Simón Pedro.

¿Qué me quieren dar en lugar de la “católica”? El moralismo, la utopía, la fuga hacia lo indeterminado, una religiosidad vaga, panteísta y pagana, el subjetivismo y la clausura sobre sí mismo disfrazados de conciencia, el gueto irrespirable del integrismo, sea de derecha o de izquierda. ¿Qué en lugar de la humanidad de la “católica”? ¿La gnosis? ¿La New Age clericalizada? ¡Por favor!

En la “católica” está el esplendor de la verdad en la humildad de la carne, de los sacramentos, de la Palabra anunciada y predicada, en la sangre de los testigos, en las reliquias de los santos, en la virginidad de los célibes, en la castidad de los esposos, en las promesas, los rosarios y los responsos.

Aquí está el Viviente, porque él se ha hecho inseparable de los suyos, sus hermanos y hermanas. ¿No dicen los evangelios que, resucitado de entre los muertos, comió pescado y pan partido con los suyos? ¿De qué Jesús me hablan? ¿De una hipótesis reconstruida por ingeniosos biblistas, cuya vigencia dura hasta que aparezca la próxima, y que siempre refleja a sus autores, sus humores, fobias y filias, más que al Autor de la vida? ¡Pero, por favor!
*   *   *
En esta ciudad plural, con infinidad de calles y plazas, con rostros y vestidos multicolores, yo me reconozco en la humanidad del anciano que viene de Roma, en las manos del pastor que perdona, en el cirio encendido frente al Santo de pan y del trabajo, en el olor agrio de las multitudes en peregrinación siguiendo la imagen de la mujer vestida de sol, con una corona de doce estrellas sobre su cabeza y la luna bajo sus pies; me reconozco en el pan y en el vino, en el aceite y el agua, en el incienso y en los cantos, cuya armonía lleva al cielo.

Catolicismo es humanidad, humanismo y encarnación. Lo demás es gnosis, insoportable, vacía…

En una ciudad así, la fe es el milagro de un encuentro, como aquellos que narran los evangelios. Aquí están los Zaqueos, las Magdalenas, los Pedros, los Juanes, los endemoniados llevados a la sensatez por la mano de Jesús. Todos transfigurados por ese encuentro con el Señor, el Logos de Dios que ilumina la propia vida.

Aquí, en esta ciudad de contrastes, se arraiga la fe como “amén” personal, pronunciado con emoción y lágrimas, subiendo desde lo profundo del alma.

Aquí, en esta ciudad amada y sufrida, yo mismo pronuncio mi Amén, unido a mis hermanos. Amén, sí, Señor, creo en Vos. Ortodoxia positiva, la del Catecismo. 

Así de concreta. 

¿Cómo se prepara la entrega confiada a María?


UNA CARTA DESDE EL CORAZÓN DE LA FE
Cómo preparar la entrega confiada a María

Muy estimada/o hermana/o en Cristo:

En dos cartas anteriores te he acercado la propuesta de renovar tu relación personal con María, tal como Jesús nos la ha confiado. Intenté también explicarte en qué consiste esta entrega confiada a la Madre, según la tradición de la Iglesia. Te acerco ahora algunas sugerencias sencillas para que podás preparar este momento.

Comienzo con algo que puede parecer obvio, pero que no siempre está claro. Lo decía en mi primera carta: María es una persona viva con la que se puede tener una relación personal. Con ella podemos tener un trato de persona a persona. Es un “tú viviente”. Ella nos habla, y nosotros podemos hablarle. Nos escucha y también influye en nuestra vida, respetando siempre nuestra libertad. Es decir: podemos entablar con ella una relación de amistad madre-hija/o. Pensalo bien, porque es muy importante.

La preparación que te propongo tiene tres tiempos, que podríamos llamar con Bernardo Olivera: reconocimiento, entrega y vivencia. Explico brevemente en qué consiste cada una, dándote además algunas sugerencias concretas.

1. Reconocimiento. Tenemos que empezar reconociendo que, desde el Bautismo, los cristianos estamos vinculados de un modo particular a María. Se trata, por tanto, de hacer nuestra esta realidad de gracia. En otras palabras: caer en la cuenta de este don que ya enriquece nuestra vida de fe. ¿Cómo hacerlo? Esta preparación es doble: doctrinal, pues tengo que conocer que nos enseña la fe de la Iglesia sobre el puesto de María en la vida del bautizado; y espiritual, pues tengo que preparar mi corazón para este acto de alianza y entrega mutua.

Te sugiero la meditación de cuatro misterios marianos, con sus respectivos textos evangélicos: a) La Anunciación: Lc 1,26-38; b) Las bodas de Caná: Jn 2,1-11; c) María al pie de la cruz confiada como madre: Jn 19,25-27; y c) María en oración con los apóstoles: Hch 1,12-14. Se puede completar la lectura orante de estos textos con algunas páginas del magisterio de la Iglesia. Yo te recomiendo: los nn 266-272 del Documento de Aparecida. La Carta del Papa Juan Pablo II, El Rosario de la Virgen María, puede ser también de gran ayuda.

Añado algunas sugerencias concretas más para ayudarte en este reconocimiento del don de María:

  1. Un día de retiro para escuchar la Palabra de Dios y dejarnos guiar por el Espíritu. Un momento de oración con María.
  2. Si conocés a otras personas que estén también preparando su consagración a María, pueden hacer el retiro juntos.
  3. Un momento importante del retiro podría ser renovar, de la mano de María, las Promesas bautismales. Para poder decir a Dios, como ella: “Amén, sí creo”, es necesario antes renunciar al pecado, purificando el corazón y la mente.
  4. Tratar de hacer una confesión general para recibir la gracia de la reconciliación y del perdón; el rechazo del pecado y el deseo ferviente de vivir la amistad con Dios nos asemejan a María.
  5. En lo posible, preparate para la Fiesta patronal diocesana participando de la Santa Misa en los días previos. También podrías añadir el rezo del Rosario o de las Horas litúrgicas de Laudes y/o Vísperas.
2. Entrega. La entrega confiada a María suele expresarse en alguna fórmula escrita. Así lo hará nuestro Arzobispo el día de la Fiesta Patronal Diocesana. De hecho, existen muchas oraciones marianas muy hermosas que expresan esta alianza con María para renovar nuestra consagración bautismal. Conocerás, por ejemplo, una fórmula breve que suelen usar los amigos de Schöensttat: “¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, Oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén”.

Si ya estás consagrado a María, o te impusieron el escapulario o la Medalla milagrosa, o alguno de los otros signos marianos, podés retomarlos con naturalidad. Si no, tomando como modelo alguna de estas oraciones, podrías escribir tu propia fórmula de entrega.

Otro consejo: también sería oportuno que pensaras en algún signo sensible que te ayudara a expresar de un modo externo esta gracia interior. Puede ser: una medalla, una estampa, un cuadro, una imagen de Nuestra Señora colocados en algún lugar de la casa (el altarcito doméstico, por ejemplo).

3. Vivencia. Si la finalidad de la entrega confiada a María es la renovación de la gracia del Bautismo y la Confirmación, la entrega a María tiene lugar en nuestra vida de cada día. Se trata, por tanto, de encarar la vida “como lo hizo María”, viviendo, en obediencia a la Palabra de Dios, las virtudes cristianas que ella vivió de modo perfecto: la fe, el servicio, el espíritu misionero, la oración, la humildad, la solidaridad, etc.

¿Te das cuenta que la entrega confiada a María es algo muy serio, mucho más que un acto aislado de devoción o un momento puramente emotivo? Se trata de una alianza que se vive concretamente como una opción de vida: vivir como María. Esto hay que meditarlo mucho y muy bien.

Aquí te hago dos sugerencias:

1) Una Regla de vida, es decir: poné por escrito lo que has ido descubriendo como llamado de Dios a vivir en alianza con María. ¿Qué compromisos concretos supone mi alianza con María? Por favor, en esto sé breve: una cita bíblica, algún propósito de vida, algún compromiso de oración o servicio. Nada más. Se trata de ir a lo esencial. Para eso no se necesita abundar en palabras.

2) Pensá en renovar, cada año y para una fecha precisa, esta entrega confiada. Podés elegir alguna fiesta de la Virgen más importante o más significativa para vos.

Una última cosa. Tal vez, al ir meditando en lo que significa la entrega confiada a María, en cómo se prepara y en los compromisos que supone, sintás que no ha llegado para vos el tiempo de hacerlo. ¡No te desanimés! Dios va trabajando en nuestro corazón. Él te hará ver el momento justo. Lo único que yo te aconsejo es esto: si, al leer esta propuesta, experimentaste el consuelo de estar siendo iluminado por el Señor, no dejés caer en el olvido esta gracia. Ya llegará el momento justo de hacerla germinar. ¡Todo a su debido tiempo, cuando la gracia de Dios y la libertad del hombre lleguen a su punto justo!

Bueno, yo, por mi parte, estoy llegando al final de esta carta que se ha hecho muy larga. Me he sentido consolado al escribirte. Pienso que te he comunicado cosas importantes para mí, y para mi vida de fe, con la convicción de que pueden serlo también para vos. Solo me queda asegurarte que, si has podido sentir algún impulso del Espíritu en estas cosas que te he escrito, vos y yo -y tal vez, muchos más- estamos en una profunda comunión de vida, de fe y de amor. Nos une la Virgen.

¡Hasta siempre! “Ave María purísima. En gracia concebida”.
+ Sergio O. Buenanueva
Obispo auxiliar de Mendoza

miércoles, 24 de agosto de 2011

¿Qué es la entrega confiada a María?


UNA CARTA DESDE EL CORAZÓN DE LA FE
Qué es la entrega confiada a María

Muy estimada/o hermana/o en Cristo: 

En una carta anterior, te hacía la propuesta de renovar tu alianza personal con María, a fin de acompañar la entrega confiada de la Diócesis a la Virgen, que el Obispo hará en nuestra Fiesta patronal diocesana, el próximo domingo 4 de octubre.

Si al menos te ha interesado la propuesta, ahora quisiera explicarte qué quiere decir: entregarse confiadamente a María. Trataré de ir a lo esencial, siendo claro y breve.

El texto bíblico de referencia obligada es Jn 19,25-27. Lo vuelvo a citar para que lo leamos juntos:

J
unto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

¿Qué nos enseña esta gran escena evangélica?

-        En el momento culminante de su misión salvadora, Jesús confía su madre al discípulo amado; y confía éste a su madre: “Mujer, aquí tienes a tu hijo… Aquí tienes a tu madre”.
-        El discípulo amado somos todos nosotros, no solo San Juan. Sos vos, soy yo, cada uno de los que fuimos engendrados por la cruz salvadora del Señor. Todos y cada uno.
-        Jesús amplía la maternidad de María, su madre. Ella llega a ser así la madre de todos los discípulos de su Hijo. Es madre de la Iglesia, la familia de Jesús.
-        Cito al querido Papa Juan Pablo II: “El Redentor confía María a Juan, en la medida en que confía Juan a María. A los pies de la Cruz comienza aquella especial entrega del hombre a la Madre de Cristo, que en la historia de la Iglesia se ha ejercido y expresado posteriormente de modos diversos” (Encíclica “La madre del Redentor” 45).

En la historia de la Iglesia, y bajo la acción del Espíritu Santo, muchos hombres y mujeres de fe se han sentido llamados a recibir y acoger a María en sus vidas, de un modo consciente, personal y libre. Es decir: han querido hacer suyo el don que Cristo les ofrecía entregándoles a su Madre.

San Luis María Grignon de Montfort (1673-1716) es un reconocido maestro en el tema. Transcribo un párrafo de su obra más famosa: “La perfecta consagración a Jesucristo es, por lo mismo, una perfecta consagración de sí mismo a la Santísima Virgen. Esta es la devoción que yo enseño y que consiste, en otras palabras, en una renovación de los votos y promesas bautismales”[1].

San Luis María habla de “consagración a María”. Nosotros preferimos otra expresión, inventada por el Papa Juan Pablo II: “entrega confiada” (en italiano: “affidamento”). Ambos términos son legítimos, y hay libertad para usar uno u otro.

¿Qué es entonces la entrega confiada o consagración a María? Teneme paciencia. Ahora voy a citar a otro autor espiritual. Este es nuestro: el monje trapense Bernardo Olivera. Es argentino y ha fundado un movimiento de espiritualidad inspirado en N. S. de Guadalupe. Él también se remite a San Luis María. 

Enseña:

“No se precisan demasiadas palabras, la consagración a María consiste en: darse por entero a María y a Jesús por ella, haciendo todas las cosas por, con, en y para María… Esta breve frase está preñada de sentido, vale por toda una biblioteca. Encontramos en ella una doble realidad:

-          La consagración consistirá, ante todo en una entrega total, definitiva y desinteresada. Entrega que trae aparejada la entrega de María. Nos entregamos como hijos y la recibimos como Madre.
-          La consagración consiste en una vida cristiana marianizada. Es decir, hacerlo todo por María, con María, en María y para María, a fin de hacerlo más perfectamente por Jesús, con Jesús, en Jesús y para Jesús. El sentido de esta fórmula de vida marianizada puede explicarse de esta manera:

-        por, indica el medio y la causalidad activa de María: ella es la Mediadora;
-        con, indica la compañía: ella es el modelo del perfecta discípula;
-        en, indica la permanencia y la unidad, y la reciprocidad: ella es la Madre;
-        para, indica el fin que remite al fin último: el Hijo de María.”[2]

Querido amigo: espero que no te hayás perdido. Pienso que si has llegado hasta aquí es porque el Espíritu Santo y la guía de Nuestra Señora te han tocado el corazón. De paso te digo que Bernardo usa otro término para hablar de la relación del cristiano con María. Es también bíblico, además de precioso: alianza. El texto que he citado es de una carta que se llama precisamente: “Alianza con María” (16 de junio de 1982).

Añado ahora otra pregunta: ¿qué fin persigue esta entrega confiada a María? ¿Cuál es su objetivo? Ya lo dijimos: esta alianza con María tiene como finalidad renovar nuestra consagración bautismal. María nos ayuda a vivir conscientemente nuesta condición de discípulos misioneros de Jesús y nuestro ser Iglesia, pueblo misionero, cuyo gozo es anunciar a Jesucristo. Ella es la más perfecta discípula de Jesús. Ella es también modelo de la Iglesia misionera. La entrega confiada nos introduce en la escuela de María, discípula y misionera de Jesús.

Yo me detengo. Te prometo explicarte un poquito más otros aspectos de la entrega confiada: ¿Cómo se hace? ¿Cómo se prepara? ¿Qué consecuencias trae para mi vida?

¡Hasta pronto, de la mano de María! “Ave María purísima. En gracia concebida”.

+ Sergio O. Buenanueva
Obispo auxiliar de Mendoza


[1] San Luis María Grignon de Montfort, Tratado de la verdadera devoción, 120
[2] B. Olivera, Siguiendo a Jesús en María, Soledad Mariana (Buenos Aires 1997), 67-68

Obispos argentinos: "No una vida, sino dos"


No una vida, sino dos

"Elige la vida y vivirás" (Dt. 30, 19)


Durante este Año de la Vida, hemos reflexionado sobre ella y la hemos reconocido como un regalo maravilloso que recibimos de Dios, y que hace posible todos los otros bienes humanos. También hemos observado con dolor situaciones sociales en las que no se está promoviendo el valor supremo de la vida.

Hablar de este tema, en el actual contexto nacional, tiene una significación muy concreta. En efecto, hoy la vida está muy amenazada por la droga y las diversas adicciones, la pobreza y la marginalidad en la que muchas personas viven su existencia en un estado de vulnerabilidad extrema; también la delincuencia aparece hoy en forma frecuente como atentado contra la vida.

Junto con estos peligros nos encontramos frente al planteo del aborto. Queremos afirmar con claridad: cuando una mujer está embarazada, no hablamos de una vida sino de dos, la de la madre y la de su hijo o hija en gestación. Ambas deben ser preservadas y respetadas. La biología manifiesta de modo contundente a través del ADN, con la secuenciación del genoma humano, que desde el momento de la concepción existe una nueva vida humana que ha de ser tutelada jurídicamente. El derecho a la vida es el derecho humano fundamental.

En nuestro país hay un aprecio de la vida como valor inalienable. La vida propia y ajena es para los creyentes un signo de la presencia de Dios, e incluso a quienes no conocen a Dios o no creen en Él, les permite "sospechar" la existencia de una realidad trascendente.

Valoramos las recientes medidas adoptadas respecto del cuidado de la vida en la mujer embarazada. Es absolutamente prioritario proteger a las futuras madres, en particular a las que se encuentran en estado de marginalidad social o con dificultades graves en el momento del embarazo. Los varones, que también lo hicieron posible, no deberían desentenderse.

Deseamos escuchar, acompañar y comprender cada situación, procurando que todos los actores sociales seamos corresponsables en el cuidado de la vida, para que tanto el niño como la madre sean respetados sin caer en falsas opciones. El aborto nunca es una solución.

Una decisión legislativa que favoreciera la despenalización del aborto tendría consecuencias jurídicas, culturales y éticas. Las leyes van configurando la cultura de los pueblos y una legislación que no protege la vida favorece una cultura de la muerte. La ley, en cuanto base de un ordenamiento jurídico, tiene un sentido pedagógico para la vida de la sociedad.

Invitamos a nuestros fieles laicos y a todos los ciudadanos a reflexionar y expresarse con claridad a favor del derecho a la vida humana. Lejos estamos de desear que este debate provoque más divisiones en la sociedad argentina. Solicitamos, por ello, que las expresiones vertidas sobre este tema se realicen con el máximo respeto, eliminando toda forma de violencia y de agresividad, ya que estas actitudes no están a la altura del valor y de la dignidad que promovemos.

Invocamos la protección de Dios, fuente de toda vida, para que ilumine a los legisladores. En el marco del Bicentenario, cada vida humana acogida con grandeza de corazón renueva la existencia de nuestra Patria como hogar abierto a todas y a todos.



Buenos Aires, 18 de agosto de 2011
159º Reunión de la Comisión Permanente
Conferencia Episcopal Argentina

JMJ Madrid 2011: Siguen los ecos en los medios

Les pongo abajo el enlace con un muy buen blog en lengua española que, entre otras cosas, suele analizar con perspicacia el eco de las noticias eclesiales en los medios dominantes.

En estos días, muchas personas me han manifestado su enojo por la forma sesgada como nuestros medios reflejaron las JMJ. Creo que puede ser útil lo que sigue para entender esta lógica.

El artículo tiene, a su vez, tres enlaces muy útiles: a un artículo de "The Guardian" que reproduce la edición italiana de L'Osservatore romano (por tanto, en inglés y en italiano); y un artículo en español del diario madrileño: "El mundo".

Que aproveche.

http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=17307

martes, 23 de agosto de 2011

Entrega confiada a María

Nos estamos preparando para la gran celebración de la Virgen del Rosario, el primer domingo de octubre. Más precisamente: el domingo 2 de octubre.

Hoy, mañana y pasado, publico en mi blog las tres cartas que escribí en el año 2009, preparando la "entrega confiada" a María. Era el año del Jubileo Diocesano. Varias veces me las han pedido. Ahora cumplo con la promesa de publicarlas.

Estoy preparando otras tres o cuatro, para leer durante el mes de setiembre. También sobre María y en preparación para la Fiesta Patronal Diocesana.

¡Ojalá que unas y otras sean provechosas para nuestra vida de fe y nuestro amor a María!


UNA CARTA DESDE EL CORAZÓN DE LA FE
Una propuesta
J
unto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Jn 19,25-27
Muy estimada/o hermana/o en Cristo:

Te escribo con el corazón, y con el corazón de un hombre de fe. Tengo algo importante que proponerte. Por eso, le pido al Espíritu Santo que guíe mis pensamientos y me ayude con las palabras justas para llegar también a tu corazón de discípula/o de Jesús.

El próximo domingo 4 de octubre celebraremos la Fiesta patronal diocesana. Es la solemnidad de Nuestra Señora del Rosario, patrona de la Arquidiócesis de Mendoza. Será la celebración más importante del Jubileo misionero por los 75 años de la creación de nuestra querida Diócesis. En esa ocasión, nuestro Arzobispo, Mons. José María Arancibia renovará la entrega confiada a María de toda la Arquidiócesis. Ya lo hizo en el Gran Jubileo de 2000 con una hermosa oración que escribió el P. Jorge Contreras. ¿Te acordás?

Esto es lo importante que quiero proponerte: ¿Te animás a acompañar la oración del Obispo con tu propia entrega personal a María? ¿No te gustaría renovar tu alianza con María?

Muchos de nosotros, desde muy chicos, hemos aprendido a confiarnos a María. Algunos, seguramente, han hecho alguna forma solemne de consagración mariana. Yo, por ejemplo, llevo el escapulario de la Virgen del Carmen. Otros amigos, por ejemplo: focolarinos, o de Schöensttat, o cercanos a congregaciones religiosas (dominicos, jesuitas, franciscanos, carmelitas, orionitas, salesianos, etc.) tienen con María un vínculo del todo singular.

Para mí -no tengo miedo de decirlo- fue una gracia muy grande descubrir que María es una persona viva, con quien se puede hablar, confiarse, a quien se puede escuchar, de quien se puede aprender. Parece algo demasiado obvio, sin embargo, para mi vida personal de fe, este descubrimiento fue una iluminación que me llenó el corazón de alegría y de entusiasmo.

Es que, según el plan de Dios, María tiene una misión universal: madre del Hijo de Dios hecho hombre, ha sido confiada como madre a la Iglesia y, en ella, a cada bautizado, discípulo misionero de su Hijo.

En la historia espiritual del cristianismo, sobre todo por la fuerza de los santos, los cristianos hemos aprendido a reconocer ese lugar de María en nuestra vida a través de múltiples formas de devoción a la santa madre de Dios. Entre ellas se destaca la “consagración a María”. En estos últimos tiempos fue el Papa Juan Pablo II el que difundió por todos los lugares que visitó esta “entrega confiada” a la Madre de Dios. Todos recordamos el “Totus tuus” (Todo tuyo) que definió su pontificado.

María, por obra del Espíritu Santo, dio a luz a Jesús. María nos ayuda a vivir según el Espíritu de Cristo. Entregarse confiadamente a ella no es otra cosa que reavivar la vida del Espíritu que recibimos en el Bautismo y en la Confirmación. Así, progresa nuestra plena identificación con Cristo. Eso sí: “como María”, es decir: tratando de vivir cada momento con ella, como ella y con su ayuda.

Los mendocinos tenemos, además, una yapa: la que nos ayuda a configurarnos con Jesús es la Virgen del Rosario, es decir: la Virgen que contempla con su corazón los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos del Señor. Ella contempla y enseña a contemplar el Misterio de Cristo. Ella entra así en comunión con Cristo, y nos conduce con suavidad y firmeza en el camino de nuestra vida espiritual, “hasta que Cristo sea formado en nosotros” (Gal 4,19).

Por ahora, hasta aquí llego. Pienso escribir algunas cartas más: ¿Qué es la entrega confiada a María? ¿Cómo se puede hacer? ¿Cómo se prepara?

Te pido dos cosas: primero, que te pongás a pensar en serio en esta propuesta que te hago. Más que pensar, yo diría a rezar. ¿Cómo? ¿Por qué no te aprendés de memoria el texto de San Juan que abre esta carta? Podés preguntarte también: ¿Qué significa, para mí, este testamento del Señor: “aquí tienes a tu madre”? Como también: ¿Cómo recibir a María en mi propia casa, es decir, en mi propia vida? Lo segundo que te pido es que difundás esta carta: fotocopiala, mandala por email, usá Faceboock. Creo que si te interesa te podés ingeniar. A ver cómo nos va.

Hasta la próxima. “Ave María purísima. En gracia concebida”.

+ Sergio O. Buenanueva
Obispo auxiliar de Mendoza

lunes, 22 de agosto de 2011

MARÍA REINA

El lunes pasado celebrábamos la Pascua de Nuestra Señora, su asunción en cuerpo y alma al cielo.

El Catecismo de la Iglesia, comentando el significado de este misterio de la fe, cita una hermosa plegaria de la Iglesia bizantina:

En tu parto has conservado la virginidad, en tu dormición no has abandonado el mundo, oh Madre de Dios: tú te has reunido con la fuente de la Vida, tú que concebiste al Dios vivo y que, con tus oraciones, librarás nuestras almas de la muerte (Liturgia bizantina, Tropario de la fiesta de la Dormición [15 de agosto]).

Hoy la invocamos como Reina y Señora de toda la creación. María es Reina porque sigue en todo a Jesús, su hijo, Rey del universo.

Reinar, para Jesús es servir, entregar la propia vida en rescate por la multitud. Él es el Rey y el autor de la Vida.

A María la invocamos en esta tarde como Reina de la Vida. A ella le decimos: “Tú, María, te has reunido con la fuente de la Vida, tú que concebiste al Dios vivo y que, con tus oraciones, librarás nuestras almas de la muerte”.

A María le ha sido confiada la “causa de la vida” como rezaba el beato Juan Pablo II.

La fe nos enseña que todos los bautizados constituimos un pueblo santo y sacerdotal. Un pueblo de reyes y sacerdotes. El pueblo de la vida y al servicio de la vida.

En Cristo, y a ejemplo de María, nuestra vocación es el sacerdocio y la realeza. Como en Cristo, ser sacerdote y rey es entregar la propia vida, amar hasta el extremo, buscar el último lugar, hacerse pequeño y pobre, para rescatar a los esclavos, para dar vida a los que han quedado en poder de la muerte.

Queridos hermanos y hermanas:

María Reina suplica para nosotros el don del Espíritu. ¡Abrámonos a su acción vivificante! El viento del Espíritu elevó a María a los cielos.

María reina sobre nosotros, sobre nuestros corazones, sobre nuestra vida. Este es el territorio que María quiere gobernar, pero con un dominio que no es imposición, demostración arrogante de poder o sumisión humillante.

María reina en nuestros corazones porque ella nos conquista con su belleza, con su pureza inmaculada, con la transparencia de su fe, de su obediencia a la Palabra de Dios, con su servicio humilde, con su perseverancia al pie de la cruz, con su oración silenciosa a la espera de la Resurrección.

María reina en nuestro corazón por el fuego de amor que el Espíritu Santo ha encendido en su propio corazón de mujer, de madre y de virgen.

El reinado de María en nosotros alcanza su meta, cuando nos dejamos educar por la escuela de sus virtudes. Ella nos educa en la contemplación del Rostro bendito de su Hijo. Nos educa porque nos enseña a vivir como discípulos misioneros de Jesús.

La obra educadora de María en nosotros no termina nunca. Porque estamos siempre en la posición de los discípulos que buscan al Maestro y tienen que disponerse siempre a aprender, a dejarse conducir por Él.

Por eso, la vida cristiana tiene una esencial forma mariana: estamos llamados a ser discípulos de Jesús, a imagen y semejanza de María, la discípula que con mayor fidelidad guardó la Palabra, meditándola y viviendo sus exigencias hasta las últimas consecuencias.

Sí, queridos hermanos y hermanas:

Con su presencia, con su oración y con su amor, María libra nuestras almas de la muerte, del pecado y de la desesperación.

Quien se reconoce súbdito de María, hijo y aprendiz del Evangelio en su escuela, no conocerá la tristeza ni la desesperación.

Será alcanzado por la tribulación, como todo hombre cabal. Como le ocurrió al Padre José Kentenich, alcanzado por pruebas dentro y fuera de la Iglesia.

El amor de María es parte del consuelo de Dios que experimenta el creyente que, como ella, se pone a la escucha de la Palabra para que la obediencia a la Palabra vaya configurando nuestra vida según el Evangelio.
Hemos escuchado en el Evangelio a Simón Pedro confesar la fe en Jesús, Mesías e Hijo de Dios.
La fe de Pedro es la fe de la Iglesia. Es nuestra fe.

Jesús le dice a Simón: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo” (Mt 16,17).

Queridos hermanos y hermanas:

Simón ha llegado a la fe -se ha convertido en Pedro/Piedra- porque Dios mismo, el Padre, se ha metido en su alma. Allí se ha manifestado y le ha revelado el Rostro de su Hijo. Por eso, Simón ha podido escuchar la pregunta de Jesús, ha podido responder y, sostenido por la gracia y a través de muchas pruebas, ha modelado su vida según la fe que ha profesado.

El mundo -nuestra Mendoza- tiene necesidad, urgencia diría yo, de conocer hombres y mujeres transfigurados por la fe, llenos de Dios y de su reino. Solo en Dios se encuentra la verdadera alegría, la esperanza sólida y la fe sólida para darle a la vida la dirección correcta.

A María Reina, le pedimos que ella nos introduzca en esta escuela de fe. Que ella nos permita secundar la obra de Dios en nosotros. Así sea.

domingo, 21 de agosto de 2011

JMJ Madrid 2011: ¿Qué queda de todo esto?


He seguido la JMJ como he podido. Y he podido poco. Algunos reportes periodísticos. Las reseñas visuales de Rome reports u otros sitios confiables. Pero, sobre todo, los mensajes del Santo Padre Benedicto XVI.

¿Qué queda de todo esto?

Bueno, conociendo el paño (es decir: a B XVI), no podía ser sino una presentación vigorosa, estimulante y atractiva de lo que hace que el cristianismo sea siempre joven: Jesús, pero el Jesús real, el que vale la pena, el mismo que está en el centro de la fe de la Iglesia.

Este viejito nos ha mostrado al Viviente, a Jesús, el único que existe: el que está a la derecha del Padre y que camina con nosotros.

Repito: ese es el único que vale la pena. El Jesús que está en el centro de la liturgia y de la oración de la Iglesia. El que nos habla cuando escuchamos las Escrituras. El que nos habla y al que podemos hablarle.

Este viejito lo hace presente. Como hacía notar De Prada, parece que, además de los que tienen el corazón limpio para reconocer las cosas de Dios, son los demonios los que se dan cuenta de esta dinamita que el viejito lleva en su frágil humanidad. Por eso arremeten con todo contra él. Lo difaman y lo desfiguran. Reducen su mensaje a moralina inofensiva.

Y el viejito sigue adelante. Las puertas del infierno (el reino de la muerte) no podrán contra la Iglesia edificada sobre la fe de Simón Pedro.

El viejito tiene las cosas claras. No se pone en el centro. Se corre para que aparezca el Viviente. Le hace lugar, como el Precursor. Y lo hace con una naturalidad que refleja lo que los años han ido dejando en su alma de hombre, de creyente, de maestro y de pastor. Sabe con sabiduría que eso es lo que buscan los jóvenes, y lo que él ha venido a darles. 

Ahora dejémosle la palabra a este querido testigo de la fe, a quien he llamado cariñosamente: “viejito”. Viejito, sabio, bueno y transparente:

Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.

 Todavía más. Unas de las palabras que más me gustaron. Son del Via Crucis:

Queridos jóvenes, que el amor de Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de los menos favorecidos. Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de compartir la vida con los demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer. Las diversas formas de sufrimiento que, a lo largo del Vía Crucis, han desfilado ante nuestros ojos son llamadas del Señor para edificar nuestras vidas siguiendo sus huellas y hacer de nosotros signos de su consuelo y salvación. «Sufrir con el otro, por los otros, sufrir por amor de la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de la humanidad, cuya pérdida destruiría al hombre mismo» (ibid.).

Que sepamos acoger estas lecciones y llevarlas a la práctica. Miremos para ello a Cristo, colgado en el áspero madero, y pidámosle que nos enseñe esta sabiduría misteriosa de la cruz, gracias a la cual el hombre vive. La cruz no fue el desenlace de un fracaso, sino el modo de expresar la entrega amorosa que llega hasta la donación más inmensa de la propia vida. El Padre quiso amar a los hombres en el abrazo de su Hijo crucificado por amor. La cruz en su forma y significado representa ese amor del Padre y de Cristo a los hombres. En ella reconocemos el icono del amor supremo, en donde aprendemos a amar lo que Dios ama y como Él lo hace: esta es la Buena Noticia que devuelve la esperanza al mundo.

JMJ en los medios: la opinión del blog de Diego Contreras: "La Iglesia en la prensa"

Ha concluido la JMJ de Madrid, y ahora nos tenemos que preparar para la JMJ 2013 en Río de Janeiro. Abajo inserto un enlace con el excelente blog del periodista y profesor de periodismo, el español Diego Contreras. Se llama: "La Iglesia en la prensa", y ofrece una lectura inteligente del modo como los medios internacionales se hacen eco de las noticias que tienen como protagonista a la Iglesia católica.

http://www.laiglesiaenlaprensa.com/2011/08/la-jmj-demuestra-que-la-comunicaci%C3%B3n-ha-cambiado-pero-algunos-medios-no-se-han-enterado-.html

Aquí, el anuncio de la próxima Jornada en Río, con unas buenas palabras de B XVI:


sábado, 20 de agosto de 2011

JMJ 2011: Benedicto XVI a los futuros sacerdotes

Un mensaje esencial, claro y alentador. También para los jóvenes que han sentido la llamada del Señor a ser pastores de su pueblo, llamados a la santidad, a vivir y comunicar la caridad del Buen Pastor.

Ha sido la primera Misa solemne del Papa en la JMJ de Madrid.

Aquí el video con la homilía completa: