jueves, 25 de agosto de 2011

¿Cómo se prepara la entrega confiada a María?


UNA CARTA DESDE EL CORAZÓN DE LA FE
Cómo preparar la entrega confiada a María

Muy estimada/o hermana/o en Cristo:

En dos cartas anteriores te he acercado la propuesta de renovar tu relación personal con María, tal como Jesús nos la ha confiado. Intenté también explicarte en qué consiste esta entrega confiada a la Madre, según la tradición de la Iglesia. Te acerco ahora algunas sugerencias sencillas para que podás preparar este momento.

Comienzo con algo que puede parecer obvio, pero que no siempre está claro. Lo decía en mi primera carta: María es una persona viva con la que se puede tener una relación personal. Con ella podemos tener un trato de persona a persona. Es un “tú viviente”. Ella nos habla, y nosotros podemos hablarle. Nos escucha y también influye en nuestra vida, respetando siempre nuestra libertad. Es decir: podemos entablar con ella una relación de amistad madre-hija/o. Pensalo bien, porque es muy importante.

La preparación que te propongo tiene tres tiempos, que podríamos llamar con Bernardo Olivera: reconocimiento, entrega y vivencia. Explico brevemente en qué consiste cada una, dándote además algunas sugerencias concretas.

1. Reconocimiento. Tenemos que empezar reconociendo que, desde el Bautismo, los cristianos estamos vinculados de un modo particular a María. Se trata, por tanto, de hacer nuestra esta realidad de gracia. En otras palabras: caer en la cuenta de este don que ya enriquece nuestra vida de fe. ¿Cómo hacerlo? Esta preparación es doble: doctrinal, pues tengo que conocer que nos enseña la fe de la Iglesia sobre el puesto de María en la vida del bautizado; y espiritual, pues tengo que preparar mi corazón para este acto de alianza y entrega mutua.

Te sugiero la meditación de cuatro misterios marianos, con sus respectivos textos evangélicos: a) La Anunciación: Lc 1,26-38; b) Las bodas de Caná: Jn 2,1-11; c) María al pie de la cruz confiada como madre: Jn 19,25-27; y c) María en oración con los apóstoles: Hch 1,12-14. Se puede completar la lectura orante de estos textos con algunas páginas del magisterio de la Iglesia. Yo te recomiendo: los nn 266-272 del Documento de Aparecida. La Carta del Papa Juan Pablo II, El Rosario de la Virgen María, puede ser también de gran ayuda.

Añado algunas sugerencias concretas más para ayudarte en este reconocimiento del don de María:

  1. Un día de retiro para escuchar la Palabra de Dios y dejarnos guiar por el Espíritu. Un momento de oración con María.
  2. Si conocés a otras personas que estén también preparando su consagración a María, pueden hacer el retiro juntos.
  3. Un momento importante del retiro podría ser renovar, de la mano de María, las Promesas bautismales. Para poder decir a Dios, como ella: “Amén, sí creo”, es necesario antes renunciar al pecado, purificando el corazón y la mente.
  4. Tratar de hacer una confesión general para recibir la gracia de la reconciliación y del perdón; el rechazo del pecado y el deseo ferviente de vivir la amistad con Dios nos asemejan a María.
  5. En lo posible, preparate para la Fiesta patronal diocesana participando de la Santa Misa en los días previos. También podrías añadir el rezo del Rosario o de las Horas litúrgicas de Laudes y/o Vísperas.
2. Entrega. La entrega confiada a María suele expresarse en alguna fórmula escrita. Así lo hará nuestro Arzobispo el día de la Fiesta Patronal Diocesana. De hecho, existen muchas oraciones marianas muy hermosas que expresan esta alianza con María para renovar nuestra consagración bautismal. Conocerás, por ejemplo, una fórmula breve que suelen usar los amigos de Schöensttat: “¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, Oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén”.

Si ya estás consagrado a María, o te impusieron el escapulario o la Medalla milagrosa, o alguno de los otros signos marianos, podés retomarlos con naturalidad. Si no, tomando como modelo alguna de estas oraciones, podrías escribir tu propia fórmula de entrega.

Otro consejo: también sería oportuno que pensaras en algún signo sensible que te ayudara a expresar de un modo externo esta gracia interior. Puede ser: una medalla, una estampa, un cuadro, una imagen de Nuestra Señora colocados en algún lugar de la casa (el altarcito doméstico, por ejemplo).

3. Vivencia. Si la finalidad de la entrega confiada a María es la renovación de la gracia del Bautismo y la Confirmación, la entrega a María tiene lugar en nuestra vida de cada día. Se trata, por tanto, de encarar la vida “como lo hizo María”, viviendo, en obediencia a la Palabra de Dios, las virtudes cristianas que ella vivió de modo perfecto: la fe, el servicio, el espíritu misionero, la oración, la humildad, la solidaridad, etc.

¿Te das cuenta que la entrega confiada a María es algo muy serio, mucho más que un acto aislado de devoción o un momento puramente emotivo? Se trata de una alianza que se vive concretamente como una opción de vida: vivir como María. Esto hay que meditarlo mucho y muy bien.

Aquí te hago dos sugerencias:

1) Una Regla de vida, es decir: poné por escrito lo que has ido descubriendo como llamado de Dios a vivir en alianza con María. ¿Qué compromisos concretos supone mi alianza con María? Por favor, en esto sé breve: una cita bíblica, algún propósito de vida, algún compromiso de oración o servicio. Nada más. Se trata de ir a lo esencial. Para eso no se necesita abundar en palabras.

2) Pensá en renovar, cada año y para una fecha precisa, esta entrega confiada. Podés elegir alguna fiesta de la Virgen más importante o más significativa para vos.

Una última cosa. Tal vez, al ir meditando en lo que significa la entrega confiada a María, en cómo se prepara y en los compromisos que supone, sintás que no ha llegado para vos el tiempo de hacerlo. ¡No te desanimés! Dios va trabajando en nuestro corazón. Él te hará ver el momento justo. Lo único que yo te aconsejo es esto: si, al leer esta propuesta, experimentaste el consuelo de estar siendo iluminado por el Señor, no dejés caer en el olvido esta gracia. Ya llegará el momento justo de hacerla germinar. ¡Todo a su debido tiempo, cuando la gracia de Dios y la libertad del hombre lleguen a su punto justo!

Bueno, yo, por mi parte, estoy llegando al final de esta carta que se ha hecho muy larga. Me he sentido consolado al escribirte. Pienso que te he comunicado cosas importantes para mí, y para mi vida de fe, con la convicción de que pueden serlo también para vos. Solo me queda asegurarte que, si has podido sentir algún impulso del Espíritu en estas cosas que te he escrito, vos y yo -y tal vez, muchos más- estamos en una profunda comunión de vida, de fe y de amor. Nos une la Virgen.

¡Hasta siempre! “Ave María purísima. En gracia concebida”.
+ Sergio O. Buenanueva
Obispo auxiliar de Mendoza

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