jueves, 28 de febrero de 2013

Benedicto: Hasta siempre en Cristo


Querido Papa Benedicto XVI:

En mi interior se mezclan la emoción y la admiración.
No siento tristeza. Nada de eso.

Tu frágil humanidad es transparente.
A través de ella luce un espíritu colmado.
Verte y escucharte ayer
en una luminosa mañana romana,
colma y calma el corazón.

Has combatido el buen combate,
conservaste la fe.

Hay tantas expectativas en torno a un Papa.

En el designio de la Providencia,
al sucesor de Pedro se le pide solo eso:
que sea testigo de la fe apostólica,
para que todos miremos a Roma,
para saber qué tenemos que creer,
cuál es nuestra firme esperanza,
donde está la Roca a la que nos aferramos
en medio de las turbulencias del tiempo.

Cuando se calme el barullo de los pronósticos
y de los juicios apresurados,
tu figura insigne seguirá hablando a la fe de los creyentes
y al corazón de todo ser humano auténtico.

Tu figura,
abrazado de un modo nuevo
y más profundo
al Señor Crucificado.

Tu servicio seguirá siendo la caridad pastoral,
hecha ahora oración silenciosa,
intercesión suplicante por la Iglesia y por el mundo.

Cada vez más dentro de la comunión de los santos,
junto a María, a San José tu patrono, a San Benito,
al beato Juan Pablo II y al beato Newman.

En el corazón de la Iglesia,
cuya vitalidad misteriosa
has hecho visible con la parábola de tu propia vida entregada,
hasta este último gesto sorprendente de amor.

Benedicto: Dios te bendiga.

Amén. 

domingo, 17 de febrero de 2013

Shimon Peres, Presidente de Israel, sobre Benedicto XVI

La sabiduría nunca envejece


Estoy disgustado por la decisión del Papa de renunciar al pontificado. Se trata de una decisión original, porque él es un hombre original y valiente. Le considero un líder espiritual extraordinario y único. Creo que la contribución de Benedicto XVI ha tenido un impacto importante. Es un hombre de pensamiento profundo. El cuerpo puede envejecer, pero la sabiduría nunca envejece.

Su compromiso por la paz y la humanidad es auténtico. Tiene la sinceridad del verdadero creyente, la sabiduría de quien comprende los cambios de la historia y la conciencia de que, a pesar de las diferencias, no debemos convertirnos en extraños o enemigos. 

En el ámbito de las relaciones entre la Iglesia católica y el pueblo judío, ha realizado numerosos gestos. Ha afirmado que el pueblo judío no es responsable de la muerte de Jesús; ha subrayado que los judíos son “nuestros hermanos mayores” y ha dicho que Dios jamás ha abandonado al pueblo judío. Ha visitado Israel y el Templo mayor en Roma para expresar su amistad y su solidaridad. En Israel le acompañé personalmente. Y fue amigable de un modo excepcional y verdaderamente lleno de afecto. Oró por la paz en Oriente Medio, justamente como hacemos otros y yo.

No puede ser considerado como el líder administrativo del Vaticano, sino como la guía espiritual, dotada de profundidad, conocimiento y sabiduría. Le considero un amigo. Le deseo todo bien y permaneceré en contacto con él.

En Jerusalén oraremos para que pueda recuperar la fuerza física y ofrecer su propia sabiduría, profundidad y amistad a todos los pueblos, a todas las religiones. 

Le recordaremos con respeto y estima por todo lo que ha hecho.

lunes, 11 de febrero de 2013

La grandeza de Benedicto XVI


Al concluir la Misa de 08:00 en el Santuario de El Challao, el P. Raúl Marianetti me dio la noticia del anuncio de la dimisión del Papa.

Como todos, quedé fuertemente impresionado. En realidad, sorprendido y, aún antes de leer las palabras del Santo Padre, interiormente edificado. Eso es poco: en realidad, admirado.

Estamos en presencia de un acto de verdadera grandeza, según la medida del Evangelio.

Benedicto XVI nos ha edificado con este gesto que lo muestra, una vez más, en toda su talla humana y espiritual.

Seguramente escucharemos muchas voces, interpretaciones y valoraciones. Mientras bajaba del Santuario venía escuchando algunas interpretaciones hechas al calor de los acontecimientos. Obviamente, todos los lugares comunes que ya conocemos.

Al llegar al Arzobispado me encontré con Franzini, y al subir a mi casa con Arancibia. Los tres coincidimos en los dos términos que ya he expresado: sorpresa y admiración.

Ahora, a orar. Por Benedicto XVI, dando gracias por un pontificado enorme. Por la Iglesia, a la que nunca le faltarán los buenos pastores ni la asistencia del Espíritu. Por el futuro Papa, para que sea discípulo fiel de Jesús como sus antecesores.

No es un dato menor que este hecho histórico haya tenido lugar en la memoria de Nuestra Señora de Lourdes.

El Evangelio de hoy es aquel de la Bodas de Caná, en el que María nos dice: “Hagan todo lo que Jesús les diga”.

Benedicto XVI ha sido fiel y obediente a la palabra de su Señor.  

En el video de abajo, las palabras del Papa. Aunque leídas en latín, nos permiten participar de un hecho histórico. 




miércoles, 6 de febrero de 2013

Un artículo interesante sobre el matrimonio

Les ofrezco mi traducción (bastante libre por cierto) de un artículo aparecido ayer 5 de febrero en L'Avvenire sobre la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en Francia y Gran Bretaña.


Matrimonio: ¿fin de una institución civil?
El sinsentido de la deriva
Giuseppe Dalla Torre

El legislador francés creó el matrimonio civil, el legislador francés lo está ahora sepultando. Esta es la primera consideración que salta a la vista, mirando con los ojos de la historia, cuando se lee la noticia de que la Asamblea nacional francesa ha expresado un primer “sí” al matrimonio entre homosexuales.

En efecto, en 1791 fue la Francia revolucionaria quien introdujo el principio según el cual la ley considera al matrimonio como un mero contrato civil, dejando de lado al matrimonio religioso. La furia laicista en realidad no creó una nueva institución: tomó en sustancia la disciplina del matrimonio canónico y la secularizó, limitándose a recortarle los elementos particularmente religiosos. Desde aquel momento, sin embargo, los dos modelos de matrimonio se han venido diferenciando siempre más y siempre más rápidamente, con progresivo alejamiento del matrimonio civil del originario modelo canónico. Se trata de un fenómeno que hoy parece llegar a límites extremos.

Tres son los elementos salientes de este proceso histórico, que ha conocido ya un primer desarrollo impresionante en España y que se encuentra en fase de preocupante incubación en Gran Bretaña y en Alemania. 

El primero es la escisión y separación entre actividad sexual y procreación, que termina por privar al matrimonio de la naturaleza de institución propiamente destinada a la transmisión de la vida, además de la solidaridad entre los esposos y las generaciones. 

El segundo es el desplazamiento de la identidad sexual de la naturaleza a la cultura, actuado por las teorías del gender, que conduce al eclipse del elemento de la heterosexualidad como caracterización del matrimonio, respecto de otras formas de relaciones afectivas y solidarias. Se trata de una posición cultural muy lejana del paradigma de siempre -que es también el cristiano- de la diversidad entre los sexos que, en el matrimonio, son puestos en una relación de complementariedad. 

El tercero es la reducción del matrimonio a mera institución de reconocimiento de la subsistencia de vínculos afectivos entre los esposos, cuyo debilitamiento legitima la disolución del vínculo.

Una vez reducido el matrimonio a una relación afectiva entre dos personas, no destinado de por sí a la integración de la diversidad sexual, y ni siquiera a la procreación (que, por otra parte, se puede obtener artificialmente), se arriba inevitablemente a invocar el derecho de cada uno al amor reconocido y protegido por la ley, prescindiendo del dato sexual.

Ahora bien, descontando el hecho de que el amor es un elemento que escapa al derecho (tanto es así que el legislador ni siquiera pide a los progenitores que amen a sus hijos, sino que les impone que quieran su bien), la impresión que queda es que estamos en la etapa final de un proceso.

Podemos preguntarnos: ¿poco menos de dos siglos es suficiente para ver nacer, crecer y, por fin, dirigirse a su disolución al matrimonio civil?

Observando más detenidamente, las forzadas intromisiones del legislador civil sobre la estructura natural del matrimonio, como ayer en España y hoy en Francia y en otros lugares, no reforman el matrimonio sino que lo sustituyen con otro negocio. Puede permanecer formalmente la denominación legal de “matrimonio”, pero la esencial del matrimonio no existe más. Las veleidades prometeicas en materia matrimonial renueva de alguna manera, en el moderno legislador humano, el antiguo mito del rey Midas: la ineludible transformación de una cosa en otra cosa.

Esto de tal forma que, si no se logra detener la deriva de esta evolución o invertir la tendencia en acto en Europa y un poco en todo el mundo occidental, quizás en un mañana no demasiado lejano solo la religión continuará a custodiar el matrimonio en su estructura natural de consorcio entre un hombre y una mujer. Un pacto responsable y destinado a durar para toda la vida. Una unión estable, abierta a la procreación buscada a modo humano y jamás reducida a comercio y a técnica de laboratorio. 

martes, 5 de febrero de 2013

Un nuevo obispo para los católicos de Mendoza Mensaje a la sociedad mendocina


Ante todo, un saludo cordial a todos los hombres y mujeres que comparten con nosotros el camino de la vida en esta hermosa tierra que el Creador nos ha regalado:
¡La paz de Dios esté con todos ustedes!
La Arquidiócesis de Mendoza se apresta a recibir a su nuevo Arzobispo, Carlos María Franzini. Es un acontecimiento que nos atañe, en primer lugar, a los católicos. Sin embargo, no deja de ser significativo para toda la sociedad. Quisiéramos reflexionar al respecto.
La Iglesia diocesana de Mendoza es una vasta red de comunidades y personas. Creada como diócesis en 1934 y elevada a arquidiócesis en 1961, ha tenido ya cinco obispos. Franzini es el sexto.
La presencia de la fe cristiana en Mendoza, sin embargo, antecede a la creación de la diócesis. Se remonta a la fundación de la ciudad y ha acompañado toda su historia, tanto en tiempos en que religión y sociedad se identificaban, como hoy que distinguimos entre sociedad, estado y religión.
Hoy, el catolicismo mendocino vive un dinámico proceso de redefinición de su presencia en el entramado de una sociedad. Su desafío: mostrar la actualidad del Evangelio, permaneciendo fiel a su identidad. Todo un reto para una religión que confiesa la encarnación de Dios.
En este contexto más amplio, esbozado apenas, creemos que hay que ubicar el arribo del nuevo obispo a la comunidad católica.
La palabra “obispo” deriva del vocablo griego “episcopos”: el que observa desde un lugar alto, como un vigía atento que pasa la noche en vela. Los primeros cristianos llamaron así a quienes sucedían a los apóstoles como guías espirituales de la comunidad.
Para la tradición católica, en el obispo está presente la “semilla apostólica”: el mandato de Cristo de llevar su Evangelio hasta el último rincón de la tierra. Su figura es básicamente la de un misionero que prosigue la tarea de los apóstoles: predicar el Evangelio y velar por la fe de sus hermanos.
Así, en torno a la fe gira toda la vida del obispo. De él se espera, ante todo, que sea un hombre de fe viva, un amigo de Dios. Pero su fe es la del pastor: su misión es servir a la fe de los demás, especialmente los más alejados.
Obviamente, el obispo es un ser humano. Está hecho de la misma madera que cualquier hijo de vecino. Busca vivir su condición de discípulo y de pastor con autenticidad, pero también con la humildad de quien lleva “un tesoro en vasijas de barro”, como decía San Pablo de sí mismo.
El obispo tampoco está solo. Es siempre parte de un pueblo. Con el Papa y los demás obispos forma el colegio episcopal. En su diócesis trabaja, codo a codo, con numerosos compañeros de misión. Ante todo, los presbíteros, que comparten con él el sacerdocio y el servicio a la fe del pueblo. También con los diáconos, y una multitud de personas, consagrados y laicos, que se saben sujetos activos en la misión evangelizadora.
En el camino reciente de la Iglesia diocesana de Mendoza, este aspecto de comunión ha tenido un desarrollo muy fuerte. El obispo Franzini llega a una diócesis que tiene un ejercicio importante de discernimiento compartido buscando los caminos del Evangelio.
Se trata de una experiencia decisiva. El mundo católico mendocino es una realidad compleja y variopinta: una pluralidad de personas, carismas, sensibilidades, posturas y acentos, no exenta de tensiones. El obispo está al servicio de una unidad que debe hacer lugar a toda legítima diversidad.
La presencia pública de la Iglesia en una Mendoza más compleja y secularizada es también un desafío de magnitud. Mientras algunos aspectos de su misión son valorados (por ejemplo, su acción social y educativa); otros, despiertan rechazo y hostilidad. Piénsese, por ejemplo, en los recientes debates sobre el matrimonio y el aborto no punible. Por otra parte, la comunidad católica está aprendiendo a convivir con otras confesiones cristianas y religiosas que aportan lo suyo a la vitalidad espiritual de la sociedad mendocina.
¿Cómo seguir siendo la Iglesia de Cristo en este contexto social y cultural? La incorporación del obispo Franzini al camino pastoral de la diócesis vuelve a poner esta cuestión sobre el tapete.
Al recibir a nuestro obispo, los católicos no podemos dejar de preguntarnos: ¿cómo estamos viviendo nuestra condición cristiana? En la misma medida en que algunos espacios de la sociedad se secularizan, crece la oportunidad de vivir la fe como una decisión más personal. No un frío moralismo, sino un encuentro con la Persona de Jesús que cambia todo en la vida.
Si el obispo es básicamente un misionero, la Iglesia que preside tiene como vocación salir al encuentro de todos para invitarlos a la fe, especialmente lo más alejados. Paulatinamente la diócesis está experimentando una conversión misionera. El Evangelio es un don para compartir, sobre todo cuando se agudiza la sed de Dios y de razones para vivir en el corazón de las personas.
Por último, un reto especialmente delicado es la presencia del punto de vista católico en los debates públicos. La visión cristiana de la vida no se puede imponer. Se ofrece a la conciencia y a la libertad, apela a la razón y a la discusión racional. El humanismo cristiano puede seguir enriqueciendo la vida mendocina. Solo que hay que acertar en proponerlo correctamente. Es todo un reto cuando se discuten valores considerados no negociables: vida, familia, matrimonio, educación, bien común. Incluso entonces, la reserva crítica en nombre de la fe es un servicio al bien común.
En fin, los católicos nos aprestamos a recibir a nuestro nuevo obispo con una mirada confiada en Dios y en el futuro. Estamos rezando por él y su misión. Nos disponemos a acompañarlo y ayudarlo.  Desde nuestra fe queremos seguir aportando al bien común de todos los mendocinos.

José María Arancibia
Arzobispo emérito de Mendoza

Sergio O. Buenanueva
Obispo auxiliar y
Administrador diocesano