domingo, 24 de abril de 2011

No está aquí. Ha resucitado

1. Las mujeres se acercan al sepulcro a cumplir un último acto de amor y de piedad hacia el cuerpo del ajusticiado. Podemos imaginarlas, esa madrugada, antes de que salga el sol encaminarse hacia el sepulcro. La oscuridad externa expresa bien la amargura del corazón. Imaginamos su dolor, pero también su coraje, su amor. No podía ser de otro modo: son mujeres. Dolor, coraje y amor pertenecen a la esencia del alma femenina. Ahí están María Magdalena y la otra María. “Fueron a visitar el sepulcro”, anota escuetamente San Mateo.


2. ¿Cuándo había madurado en ellas el deseo y la resolución de ir al sepulcro? San Mateo nos dice, pocos versículos antes, que ambas Marías habían contemplado en silencio a José de Arimatea envolver el cuerpo de Jesús en una sábana limpia, depositarlo en un sepulcro nuevo cavado en la roca, y hacer correr una pesada piedra como sello de la muerte. Cumplida esta acción, el piadoso José sencillamente se va. Ya no hay nada más que hacer. Sin embargo, vuelve a anotar San Mateo: “María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro” (Mt 28, 61). Ellas no pueden imaginar qué está a punto de suceder. No lo imaginan ni lo saben. Sin embargo, hay algo en el fondo del corazón humano, una esperanza, una secreta nostalgia, una intuición … Como dice el poeta: aunque el ateo niegue a Dios, la vida sabe que Dios existe …

3. ¿Qué encuentran en el lugar de la sepultura de Jesús? El relato evangélico nos narra, también escuetamente, la poderosa acción del ángel del cielo: “De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve” (Mt 28, 2-3). Los varones (los soldados) caen como muertos, presa del temor. Las mujeres, de pie, escuchan la buena noticia.

4. Volvamos a preguntarnos; o, mejor: preguntémosles a María Magdalena y a la otra María: Dígannos, ¿qué encontraron en el jardín? Su respuesta viene del evangelio, y podría sonar así: “Junto a la tumba, donde nosotras vimos que había sido depositado el cuerpo de nuestro amado Jesús, encontramos: un sepulcro vacío y libre (nosotras mismas lo hemos visto. Aún hoy, dos mil años después, el sepulcro sigue vacío); un anuncio sorprendente -«No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho» (Mt 28, 7)-;  y una misión que nos tomó, para siempre, la propia vida.”.

5. En esta noche verdaderamente feliz, como canta el Pregón Pascual, nosotros también miramos el sepulcro y lo vemos vacío. Como las mujeres, recibimos el anuncio gozoso de la Resurrección. Ese anuncio ilumina nuestros ojos y, como le ocurrirá al día siguiente a los discípulos de Emaús, nos hace comprender la verdad de las cosas. También como a las mujeres, nosotros recibimos una misión: llevar a todos los hombres la alegría y la esperanza que contienen y comunica la Resurrección de Cristo de entre los muertos.

6. Como Jesús, yo también, les digo a ustedes: “Alégrense”, vayan a Galilea, es decir: vayan a donde están los pueblos, especialmente los que sufren y lloran, los tristes y cansados, porque allí lo encontrarán.

viernes, 22 de abril de 2011

Los pies del Crucificado

Hoy he acercado mis labios al Crucificado. He besado las llagas de sus pies traspasados. ¿Por qué los pies, precisamente los pies? No lo sé a ciencia cierta. Fue un movimiento espontáneo. Me arrodillé y, sin pensarlo demasiado, busqué los pies del Crucificado.

Son los pies de un hombre que es, personalmente, Dios. Dios con nosotros. Son los pies humanos de Dios. Los pies que recorrieron Galilea y que terminaron en Jerusalén.

El profeta lo había predicho, movido por el Espíritu: “¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación, y dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»” (Is 52, 7).

¡Qué hermosos son tus pies, Jesús de Nazaret! ¡Qué hermosos y prometedores tus pasos, Mensajero de Dios!

Tus pies traspasados no solo caminan: ¡hablan!

Me hablan del Dios eterno e infinito que me busca. Como el pastor que pierde una oveja, y sale a buscarla, arriesgándolo todo.

Los pies del Crucificado
Capilla del Hospital B. Menni
Valladolid
Tus pies traspasados me hablan de la pasión que sufriste por mí; pero, sobre todo, me hablan de la pasión que te habita desde toda la eternidad: el ágape que se hace peregrinación, camino, búsqueda y encuentro.

Ahora, Señor Jesús, voy yo a tu encuentro. ¡Qué mis pies también se llaguen! Voy a buscarte, Jesús. Voy a por vos. Voy junto a mis hermanos. Voy a por ellos.

“¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación, y dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»” (Is 52, 7).

viernes, 1 de abril de 2011

Carta esperanzada de un obispo a un joven

Hola.

Si no me conocés me presento. Soy Sergio Buenanueva, el obispo auxiliar de Mendoza. Te escribo para compartir con vos algunas cosas que dan vueltas por el corazón y también, para hacerte una invitación. La idea de escribirte me vino casi de repente.

Hubiera querido dirigirte esta carta con nombre y apellido. Hubiera querido que llegara a cada joven de Mendoza. Pero, bueno, me conformo con que aceptés que te escriba así, sin conocerte demasiado. Es una palabra de amistad. Como una mano tendida.

No sé si sabés que el 1° de mayo va a ser beatificado el Papa Juan Pablo II. ¿Qué quiere decir esto? Que la Iglesia reconoce que uno de sus hijos ha sido, durante su vida terrena, discípulo perfecto de Jesucristo, es decir: una sola cosa con él, otro Cristo en el mundo, especialmente en el amor y las demás virtudes cristianas.

Por eso, ahora goza de la visión de Dios, y por eso es feliz con la alegría más grande que puede experimentar el corazón humano: la comunión con Dios. Eso quiere decir precisamente la palabra “beato”: feliz, bienaventurado porque está con Dios.

Al beatificar a uno de sus hijos, la Iglesia lo propone como modelo de seguimiento de Cristo, y también como un hermano mayor que, unido a Cristo, intercede por quienes seguimos caminando en esta tierra. En un paso posterior, viene la “canonización”, por la que se comienza a invocar como santo, y su culto se extiende a toda la Iglesia.

Juan Pablo II fue un amigo de los jóvenes, incluso en su sufrida vejez. En la última Jornada Mundial de la Juventud, en el año 2000 y en Roma, dirigiéndose a los chicos y chicas que habían compartido con él la vigilia de oración, les recordó un dicho polaco que, más o menos, suena así: “El que está mucho con los jóvenes, llega a ser, él mismo, un joven. Se convierte en joven”.

Amigo de los jóvenes, y joven él mismo, aunque el peso de los años se hiciera sentir. Los jóvenes vieron siempre esa juventud del alma del Papa Juan Pablo. E intuyeron también cuál era la fuente de esa juventud y de esa alegría: Cristo, y la fe viva en Él. Además, porque el mismo Juan Pablo no dejó de decírselos, una y otra vez. Siempre les habló de Cristo, de su Evangelio y de la vida plena que solo Cristo puede dar. Y les habló con sus palabras, pero sobre todo, con su vida. Los jóvenes lo captaron claramente.

Algunos adultos solemos tener el corazón endurecido y medio avinagrado. Nos volvemos muchas veces descreídos y también escépticos. El escéptico no cree ni confía en nada ni en nadie, y cree que ese descreimiento le da chapa de adulto, realista, superado.

Juan Pablo II en el Estadio Nacional de Santiago
Algunos “superados”, mirando esta relación entre Juan Pablo y los jóvenes, dicen: “Los jóvenes ven en Wojtyla a un líder rockero o algo así. Saltan, gritan, y después hacen lo que quieren”.

Suelen recordar con ironía maliciosa algo que le pasó a Juan Pablo en Santiago de Chile, más precisamente en el Estadio Nacional. Había allí miles de jóvenes y, en un determinado momento, el Papa les hizo tres preguntas. En las dos primeras los invitaba a rechazar los ídolos del dinero, la codicia, el poder y el domino sobre los demás. Recibieron un fuerte “Síííí…”. El problema fue la tercera: “¿Verdad que quieren rechazar el ídolo del sexo, del placer, que frena sus anhelos de seguimiento de Cristo por el camino de la cruz que lleva a la vida?”. La respuesta fue un fuerte y embarazoso: “Nooo…”. En algún video de Youtube se puede ver el momento. Es digno de ver y oír.

En realidad, el Papa polaco de zonzo no tenía nada, menos aún de tímido o miedoso. Siguió adelante con la mirada más penetrante que nunca. Siguió adelante, no solo con ese discurso, sino con su confianza en los jóvenes, en lo que hay en sus corazones, sin desanimarse por sus debilidades e incertidumbres. Los buenos amigos, los buenos padres y educadores, no se desalientan por estas cosas. Siguen adelante y, por eso, nos enseñan a vivir. Con esa gente contamos para vivir.

La Pastoral de juventud de Mendoza te va a sugerir que, preparando la Peregrinación del 8 de mayo, con tus amigos veás algunas partes de una película que se llama: “Karol. El hombre que se convirtió en Papa”. Te sugieren que te detengás especialmente en los años jóvenes de Karol Wojtyla. Los años de la guerra y, para él, de la soledad y del sufrimiento. Que podás acercarte a un corazón joven que se hizo fuerte en Dios, en la fe y, así, aprendió a confiar en lo que Dios pone en el corazón de los hombres. Por eso, el joven que decidió su futuro con la mirada fija en Cristo, será el sacerdote, el obispo y el Papa que confiará siempre en los jóvenes, llevado por un amor muy grande y transparente hacia ellos. Me permito añadir: “hacia vos”.

Yo quisiera alentarte a que aceptés estas sugerencias. Creo que podés llegar a despertar cosas hermosas en vos y en tus amigos. Cosas que vienen de Dios a tu corazón, a tu vida, a tu juventud.

Bueno, quería contarte estas cosas que, a lo mejor, ya las sabés. Pero quería decírtelas, porque Juan Pablo fue un adulto que no se dejó vencer por el escepticismo. ¡Estaba unido a Cristo! ¡Se consideraba todo de María! Este Papa, amigo de los jóvenes, sigue hablándonos con su vida. Por eso, te animo a hacerte también vos amigo del Papa Wojtyla. Amigos de él y, con él, amigos de Cristo.

Dicen que, mientras agonizaba, al saber que la Plaza de San Pedro se llenaba de los “Papaboys”, Juan Pablo llegó a decir: “Yo siempre fuí hasta donde ustedes estaban. Hoy, ustedes vienen hasta donde yo estoy”. Esta comunión entre el Papa y sus jóvenes tiene ahora la fuerza de la eternidad, la fuerza de Cristo. ¡Tenés la oportunidad de hacerte amigo de Juan Pablo!

La invitación, seguro que ya la conocés: el domingo 8 de mayo, una semana después de la beatificación, la Iglesia diocesana de Mendoza va a dar gracias a Dios por este don suyo a toda la humanidad. Vamos a reunirnos en el mismo lugar donde estuvo Juan Pablo II, el 7 de abril de 1987: el Predio de la Virgen en el Acceso Este. Vamos a celebrar la Misa en acción de gracias.

Los jóvenes tienen, además, una cita especial con Juan Pablo. A las 14:00 hs nos reuniremos en la Catedral “Nuestra Señora de Loreto”, para caminar juntos hacia el Predio de la Virgen. Yo también voy a estar, aunque ya no soy tan joven. ¡Te espero!

+ Sergio O. Buenanueva
Obispo auxiliar de Mendoza