domingo, 9 de febrero de 2014

El estilo Francisco

El diario "La voz de San Justo" publica hoy un artículo mío con el título de este post. Aquí lo transcribo, ligeramente modificado. No puedo con mi genio: siempre tengo que corregir lo que escribo. Saludos.

El estilo Francisco

Este 11 de febrero se cumple un año de la histórica renuncia del papa Benedicto XVI. Un gesto de que expresa la talla espiritual de Ratzinger. Un poco más de tiempo aún y celebraremos el año de la llegada del papa Francisco.

¿Intervención de la Providencia? Para quienes tenemos fe es claro que sí. A condición de que no imaginemos nada mágico ni automático. Dios obra libremente contando con la libertad de los hombres, en este caso: con las libertades de Joseph Ratzinger y de Jorge Bergoglio.

De ese 13 de marzo en adelante: el huracán Francisco ha dejado huellas en el mundo católico y más allá también.

Se habla por eso del “efecto Francisco”. Gestos, palabras, decisiones que sorprenden, encienden el corazón y llenan de alegría y esperanza.

De todas formas, aquí quisiera hacer una breve referencia a otra cosa: más que del “efecto” quisiera reflexionar sobre el “estilo” Francisco. A mí, como creyente y como obispo, me dice mucho. En realidad me cuestiona. Y no soy el único que lo vive así.

¿A qué me refiero cuando hablo de “estilo”? A su modo personal de ser y de vivir el ministerio pastoral. Un talante propio, inconfundible y profundamente evangélico.

Doy tres características que a mí me impresionan. Ante todo, Francisco es un hombre directo, de una sola pieza. Un jesuita austero: vive con pocas cosas, casi menos que lo fundamental. Esto es ya todo un signo. La reforma de la Iglesia que él mismo propone ha comenzado por este estilo de vivir sencillo y despojado.

Esta esencialidad, a mi modo de ver, está en relación con otra cosa más importante: Francisco, desde el primer día, ha querido centrarse en lo esencial del Evangelio de Jesús: el amor incondicional de Dios por cada ser humano. Lo demás es añadidura. Importante, sí, pero añadidura al fin.

Y amor por cada persona, en el hoy de nuestro mundo, significa: ternura, compasión, misericordia, escucha atenta, curar, consolar, acariciar la fragilidad. Ha dicho repetidas veces que Jesús, Dios hecho hombre, ha traído al mundo la revolución de la ternura.

La tercer característica que subrayo es una variación de la anterior: amar a cada persona signfica aceptarla tal como es y tomarla en la situación concreta en que esta se encuentra. No pedir más, ni tampoco menos. Es un principio de sabiduría espiritual y pastoral.

Es, en definitiva, lo que vemos en el Evangelio: Jesús no exige más que apertura a su persona y a su palabra, fe y conversión. El amor de Dios es capaz de hacerse presente en medio de todo límite humano. Acompaña a la persona en cada paso que da, por lento y corto que sea. “Dios es real”, repite Francisco, y está donde están sus hijos.

Este “estilo” del papa Francisco, por sí solo, interpela a cada católico. Mucho más a quienes somos pastores. Interpela también a quien lo escucha con apertura interior.

Sergio O. Buenanueva

Obispo de San Francisco