viernes, 31 de diciembre de 2010

Otra Argentina es posible

A veces se usa la expresión: “otra Argentina es posible”. Yo mismo la he usado, aunque -lo reconozco- con una cierta incomodidad. Es algo visceral. Me deja incómodo, y basta. Me suena a victimismo insoportable.

Lo he pensado un poco. Creo que la incomodidad viene de la percepción vital de dos cosas reales y verdaderas. Soy argentino y amo esta tierra, su gente, su geografía (aunque la conozco mínimamente), su modo de habla el español, etc. En cierto modo, estoy conforme con todo lo que encierra el sentirse hijo de esta tierra. Pero también me doy cuenta de que muchas cosas tienen que cambiar, porque están mal. Algunas muy mal.

Los dedos se me fueron solos escribiendo estas líneas introductorias para lo que verdaderamente quería escribir. Voy al grano.

Ayer celebré la Misa conclusiva de “Manos a la obra”. Se trata de una iniciativa surgida hace ya varios años (creo que cinco), de la creatividad de los que componen la Pastoral Universitaria de Mendoza (PUM, para los amigos). La idea es bastante sencilla: que nuestros futuros profesionales, en proceso de capacitación en las distintas disciplinas, tengan la posibilidad de ir aplicando sus saberes en contextos sociales menos favorecidos. Tienen así la experiencia de que una carrera profesional puede formar parte de un proyecto de vida personal, radicado en la verdad del ser humano: hijo de Dios y hermanos de sus semejantes.

Los chicos van a algunas zonas de nuestra provincia (primero en Lavalle, ahora en Tupungato). Se instalan en algunos lugares (esta vez fueron cinco centros), y durante una semana trabajan, cada uno desde la disciplina en la que se está capacitando, al servicio de las personas y comunidades que allí se encuentran.

Esta vez se reunieron 240 jóvenes. Unos pocos venidos de La Rioja y La Pampa. No todos católicos. Había varios curas jóvenes, religiosas y seminaristas. También ellos dan lo suyo, sobre todo, en el ámbito espiritual y religioso.

Otros años ya he estado en contacto con esta iniciativa. Siempre me quedo impresionado por la alegría. Bueno, son jóvenes. Vitales. Creo percibir también que algo profundo se da en sus corazones. Como el asomo de una perspectiva de esperanza. O, para decirlo con la frase inicial: que “otra Argentina es posible”.

¡Por Dios! Otra vez la incomodidad. Bueno, ahora mitigada un poco. Contagiada de alegría y esperanza.

Así termino el año, y me dispongo a empezar uno nuevo. Un saludo a todos.

+ Sergio

PD. Me olvidaba. En la Misa comenté brevemente -lo que para mí es todo un logro- aquella exhortación de 1 Jn 2,13.14: “Jóvenes, les escribo porque ustedes han vencido al Maligno … Jóvenes, les he escrito porque son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y ustedes han vencido al Maligno.” El evangelio es aquel relato de San Lucas sobre Ana, la viuda que, después de haber encontrado a Jesús en el Templo, “hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.” (Lc 2, 38). Una vieja que es joven: habla de la libertad, hablando de Jesús. Como la Iglesia: una vieja-joven que anuncia la libertad.

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