lunes, 20 de diciembre de 2010

Navidad 2010


¿Cómo llegamos a la Navidad?

El Adviento nos toma a fin de año, un poco cansados. Es bueno, sin embargo, que ponga en nuestros labios la plegaria de la esposa del Apocalipsis: “Ven, Señor Jesús”. Un suspiro de esperanza.

Este sábado celebré unas confirmaciones en la Parroquia de Palmira. Los padres carmelitas que la conducen son mejicanos, y han traído de su país natal, un hermoso pesebre, armado detrás del altar. Tiene figuras muy coloridas y dinámicas. Como era de esperar, el pesebre-cuna está vacío, esperando la Nochebuena.

Eso me hizo caer en la cuenta que, este año, todavía no había armado el pesebre de mi casa. Bueno, hoy lo hice.

Les cuento esto, porque al ver el pesebre de Palmira y al armar el mío he pensado que se puede llegar a la Navidad de muy distintas formas. Como los personajes que ponemos en torno al Niño Dios.

Ahí están José y María. La liturgia de este fin de semana nos propuso como “figura inspiradora” la de María, madre y virgen. La maternidad virginal de María es un gran misterio de fe. Y misterio en sentido estricto. Solo la fe nos permite acoger esta realidad y captar su hondo sentido espiritual: el niño que ella lleva viene de Dios, es el Hijo del Padre en un sentido único y original. La virginidad de María, por otra parte, es la expresión corporal de la integridad de su fe y de su confianza en Dios.

Junto a José y María están también los pastores: humildes, tímidos y también creyentes. Junto a ellos, las ovejas. A los chicos les gustan mucho las ovejitas. Es una de las primeras cosas en las que fijan su atención, sea cuando se les relata el Nacimiento, sea cuando se arma con ellos el Pesebre. Siempre en las homilías de estos días les hago alguna referencia a las ovejas, y uno nota rápidamente su interés. Así me pasó este domingo en la comunidad de El Resguardo, en Las Heras (capilla “N. S. de Fátima”). Uno puede llegar a la Navidad como las ovejas traídas por los pastores.

Y si no nos da el cuero para imitar a José, a María, a los pastores o incluso a las ovejas, ahí nomás tenemos al asno y al buey.

Me recuerdan una escena de la saga de Giovannino Guareschi, “Don Camillo”. El inefable cura está preparando las imágenes del pesebre, cuando entra “Peppone”, el Alcalde comunista del pueblo y su contrincante, que se pone inmediatamente a ayudarlo, en medio de un delicioso diálogo. Llegados a un cierto punto, el Cura toma el Niño y la Virgen María, diciendo:

“Aquí está el hijo de Peppone y la mujer de Peppone”. A continuación, toma el asno y dice con ironía: “Y este es Peppone”. A lo que el aludido responde, tomando el buey: “Y este don Camillo”.

El Cura responde con cómplice picardía: “Bueno, entre animales nos entendemos”.

Lo que ocurre en Navidad es muy grande y misterioso. Tanto que solo los humildes y pequeños tiene el alma suficientemente abierta como para entrar en sintonía con ese misterio de amor.

En realidad, María y José, los pastores y las ovejas, el buey y el asno, tienen algo en común: su humilde cotidianeidad.

¡Muy feliz Navidad!, les desea un obispo que se reconoce voluntariamente de parte del asno y del buey en la escena del pesebre de Belén.

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