domingo, 15 de julio de 2012

La verdad del matrimonio y la familia


El pasado domingo 3 de junio, Solemnidad de la Santísima Trinidad, el Santo Padre Benedicto XVI clausuró el VIIº Encuentro mundia de las Familias, celebrado en Milán (Italia). Transcribo a continuación algunos párrafos de su homilía de la Eucaristía que celebró en esa ocasión. Se referien específicamente a la familia, su vocación y misión según el sabio designio de Dios.

Es más que oportuno volver, en los tiempos que vivimos, a meditar sobre la verdad del amor humana, el matrimonio y la familia.

Sobre la verdad se puede fundar la propia vida. Solo la verdad nos da la genuina libertad y la esperanza cierta. Del error, la mentira o el engaño solo hay que esperar tristeza, desesperación y muerte.

Unos párrafos para leer despacito, meditando y repasando en el corazón. Decía el Santo Padre:

“La familia, fundada sobre el matrimonio entre el hombre y la mujer, está también llamada al igual que la Iglesia a ser imagen del Dios Único en Tres Personas. Al principio, en efecto, «creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: “Creced, multiplicaos”» (Gn 1, 27-28). Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de amor y de vida. El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen de la Trinidad, imagen de Dios. Queridos esposos, viviendo el matrimonio no os dais cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y vuestro amor es fecundo, en primer lugar, para vosotros mismos, porque deseáis y realizáis el bien el uno al otro, experimentando la alegría del recibir y del dar. Es fecundo también en la procreación, generosa y responsable, de los hijos, en el cuidado esmerado de ellos y en la educación metódica y sabia. Es fecundo, en fin, para la sociedad, porque la vida familiar es la primera e insustituible escuela de virtudes sociales, como el respeto de las personas, la gratuidad, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación. Queridos esposos, cuidad a vuestros hijos y, en un mundo dominado por la técnica, transmitidles, con serenidad y confianza, razones para vivir, la fuerza de la fe, planteándoles metas altas y sosteniéndolos en la debilidad. Pero también vosotros, hijos, procurad mantener siempre una relación de afecto profundo y de cuidado diligente hacia vuestros padres, y también que las relaciones entre hermanos y hermanas sean una oportunidad para crecer en el amor.

El proyecto de Dios sobre la pareja humana encuentra su plenitud en Jesucristo, que elevó el matrimonio a sacramento. Queridos esposos, Cristo, con un don especial del Espíritu Santo, os hace partícipes de su amor esponsal, haciéndoos signo de su amor por la Iglesia: un amor fiel y total. Si, con la fuerza que viene de la gracia del sacramento, sabéis acoger este don, renovando cada día, con fe, vuestro «sí», también vuestra familia vivirá del amor de Dios, según el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret. Queridas familias, pedid con frecuencia en la oración la ayuda de la Virgen María y de san José, para que os enseñen a acoger el amor de Dios como ellos lo acogieron. Vuestra vocación no es fácil de vivir, especialmente hoy, pero el amor es una realidad maravillosa, es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el cosmos, el mundo. Ante vosotros está el testimonio de tantas familias, que señalan los caminos para crecer en el amor: mantener una relación constante con Dios y participar en la vida eclesial, cultivar el diálogo, respetar el punto de vista del otro, estar dispuestos a servir, tener paciencia con los defectos de los demás, saber perdonar y pedir perdón, superar con inteligencia y humildad los posibles conflictos, acordar las orientaciones educativas, estar abiertos a las demás familias, atentos con los pobres, responsables en la sociedad civil. Todos estos elementos construyen la familia. Vividlos con valentía, con la seguridad de que en la medida en que viváis el amor recíproco y hacia todos, con la ayuda de la gracia divina, os convertiréis en evangelio vivo, una verdadera Iglesia doméstica (cf. Exh. ap. Familiaris consortio, 49). Quisiera dirigir unas palabras también a los fieles que, aun compartiendo las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia, están marcados por las experiencias dolorosas del fracaso y la separación. Sabed que el Papa y la Iglesia os sostienen en vuestra dificultad. Os animo a permanecer unidos a vuestras comunidades, al mismo tiempo que espero que las diócesis pongan en marcha adecuadas iniciativas de acogida y cercanía.

En el libro del Génesis, Dios confía su creación a la pareja humana, para que la guarde, la cultive, la encamine según su proyecto (cf. 1,27-28; 2,15). En esta indicación de la Sagrada Escritura podemos comprender la tarea del hombre y la mujer como colaboradores de Dios para transformar el mundo, a través del trabajo, la ciencia y la técnica. El hombre y la mujer son imagen de Dios también en esta obra preciosa, que han de cumplir con el mismo amor del Creador. Vemos que, en las modernas teorías económicas, prevalece con frecuencia una concepción utilitarista del trabajo, la producción y el mercado. El proyecto de Dios y la experiencia misma muestran, sin embargo, que no es la lógica unilateral del provecho propio y del máximo beneficio lo que contribuye a un desarrollo armónico, al bien de la familia y a edificar una sociedad justa, ya que supone una competencia exasperada, fuertes desigualdades, degradación del medio ambiente, carrera consumista, pobreza en las familias. Es más, la mentalidad utilitarista tiende a extenderse también a las relaciones interpersonales y familiares, reduciéndolas a simples convergencias precarias de intereses individuales y minando la solidez del tejido social.

Un último elemento. El hombre, en cuanto imagen de Dios, está también llamado al descanso y a la fiesta. El relato de la creación concluye con estas palabras: «Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró» (Gn 2,2-3). Para nosotros, cristianos, el día de fiesta es el domingo, día del Señor, pascua semanal. Es el día de la Iglesia, asamblea convocada por el Señor alrededor de la mesa de la palabra y del sacrificio eucarístico, como estamos haciendo hoy, para alimentarnos de él, entrar en su amor y vivir de su amor. Es el día del hombre y de sus valores: convivialidad, amistad, solidaridad, cultura, contacto con la naturaleza, juego, deporte. Es el día de la familia, en el que se vive juntos el sentido de la fiesta, del encuentro, del compartir, también en la participación de la santa Misa. Queridas familias, a pesar del ritmo frenético de nuestra época, no perdáis el sentido del día del Señor. Es como el oasis en el que detenerse para saborear la alegría del encuentro y calmar nuestra sed de Dios.

Familia, trabajo, fiesta: tres dones de Dios, tres dimensiones de nuestra existencia que han de encontrar un equilibrio armónico. Armonizar el tiempo del trabajo y las exigencias de la familia, la profesión y la paternidad y la maternidad, el trabajo y la fiesta, es importante para construir una sociedad de rostro humano. A este respecto, privilegiad siempre la lógica del ser respecto a la del tener: la primera construye, la segunda termina por destruir. Es necesario aprender, antes de nada en familia, a creer en el amor auténtico, el que viene de Dios y nos une a él y precisamente por eso «nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea “todo para todos” (1 Co 15,28)» (Enc. Deus caritas est, 18). Amén.”

jueves, 5 de julio de 2012

Anticristianismo serial. Un signo


A continuación les ofrezco mi traducción (un poco dura) de una breve reflexión del director del diario italiano “L’Avvenire”, que pertenece a la Conferencia Episcopal Italiana. Es de la sección: “El director responde”. Creo que no tiene desperdicio.

El director responde

“Anticristianismo serial. Un signo”

Querido director:

El Vaticano y sus “intrigas” es, hoy por hoy, el tema dominante de las librerías. Los libros contra el cristianismo, novelados o no, ya ni se cuentan. Me pregunto: ¿quién los compra si son todos más o menos iguales? Y también: ¿por qué tanta furia, de manera particular, contra este Papa, mientras que, sobre otras religiones, estos valientes escritores permanecen callados?
Enzo Bernasconi, Varese

Está bien, ¿por qué tanta insistencia contra los cristianos y, de manera especial, contra los católicos? ¿Por qué tantos ataques contra la Iglesia fundada sobre Pedro, la roca, el pescador de hombres enamorado del Verbo, el siervo de los siervos llamado por Cristo a ser fuerte incluso en sus debilidadades para confirmar a sus hermanos? Son las preguntas de siempre, querido señor Bernasconi. Las preguntas que acompañan la constatación del amor que se manifiesta en la Iglesia indudablemente hacia el Papa y la misma Iglesia.

Créame: la malicia puede parecer mediáticamente más fuerte, sin embargo en la realidad no es así. Incluso si la lapidación a golpes de palabras puede aparecer devastante e incluso definitiva, la milenaria historia de la Iglesia (sea con sus páginas más luminosas que con aquellas marcadas por la sombra) confirma la promesa que resuena en el “non praevalebunt” (traduzco: las puertas del infierno “no prevalecerán” contra la Iglesia).

Profundizando un poco más: desde siempre sabemos que toda forma de malcontinuará a ser dicho (y escrito) contra los cristianos. Y sabemos que si esto acontece o tendrá lugar, será porque hemos seguido sin dudas a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida -y en el caso del Papa constatamos cada día que es justamente por esto que viene atacado- podemos incluso evangélicamente “alegrarnos”, nosotros que no nos resignamos jamás a la injusticia.

Me alegro incluso que “otras religiones”, como usted señala, no sean objeto de similar ataques. Poco importa que esto acontezca por oportunismo, por conveniencia, por temor o tal vez, y así lo espero, por puro y simple respeto. También esto, así como la evidente predilección por el anticristianismo serial, es un signo. Un signo que induce a las personas inteligentes, como también a quien está en la búsqueda sincera de Dios y del encuentro con Jesús, a reflexionar y a abrir los ojos y el corazón.

Además, querido amigo, furia y persecuciones contra cualquier ser humano constituyen siempre un error. Siempre.

Marco Tarquinio

miércoles, 4 de julio de 2012

Importante documento de los obispos españoles

La Conferencia Episcopal Española acaba de publicar un importante documento sobre el amor humano y el matrimonio.

Contiene un capítulo completo dedicado al discernimiento de la "ideología de género". Lo considero muy valioso, porque esta ideología viene siendo impuesta, tanto en España, en otros países y también el nuestro, a través de diferentes instrumentos, principalmente a través de una legislación cada vez más obsesiva y restrictiva.

Un texto digno de ser leído y difundido.

Aquí el vínculo: http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php?option=com_content&view=article&id=2843:la-verdad-del-amor-humano&catid=188:asamblea-plenaria&Itemid=1449

lunes, 2 de julio de 2012

Pío XII y el Holocausto


Reporto esta noticia que es muy importante. 

La febril investigación histórica en torno a Pío XII y su accionar durante el Holocausto aporta nuevas luces que nos permiten dimensionar cada vez mejor la enorme figura del Pastor angelicus.  


Durante la peregrinación que hice en enero a Tierra Santa, tuve la oportunidad de visitar dos veces el Yad Vashem. Es una experiencia muy fuerte y conmovedora. Pude leer la Didascalia a que hace referencia el video, y que ahora ha sido sustituida por una nueva, que reflejar mejor el punto de vista de muchos investigadores, también judíos, que valoran positivamente la postura de Pío XII durante la guerra. 


Es bueno constatar que, especialmente en temas difíciles, las personas saben encontrar un modo civilizado de acercarse a la verdad histórica.