lunes, 9 de noviembre de 2009

Pastores

Esta tarde comenzó la Asamblea plenaria del Episcopado Argentino. Después del intercambio pastoral, celebramos la Eucaristía.
El cardenal Bergoglio citó un conocido párrafo de San Gregorio Magno. Habla de los pastores. A continuación, lo transcribo:

“Hay otra cosa, en la vida de los pastores, que me aflige mucho; pero a fin de que lo que voy a decir no parezca injurioso para algunos, empiezo por acusarme a mí mismo de que, aun sin desearlo, he caído en este defecto, arrastrado por el ambiente de este calamitoso tiempo en que vivimos. Me refiero a que nos vemos como arrastrados a vivir de una manera mundana, buscando el honor del ministerio episcopal y abandonando, en cambio, las obligaciones de este ministerio. Descuidamos fácilmente el ministerio de la predicación y, para vergüenza nuestra, nos continuamos llamando obispos; nos place el prestigio que da este nombre pero, en cambio, no poseemos la virtud que este nombre exige. Así, contemplamos plácidamente como los que están bajo nuestro cuidado abandonan a Dios, y nosotros no decimos nada; se hunden en el pecado, y nosotros nada hacemos para darle la mano y sacarlos del abismo” (Homilía 17, 14; PL 76, 1146).


Una buena referencia para iniciar este encuentro de pastores al servicio del Pueblo de Dios. Recen por nosotros.

3 comentarios:

  1. “El decidido impulso a la misión del obispo se ha visto atenuado, e incluso corre el riesgo de quedar sofocado, por la inserción de los obispos en Conferencias episcopales cada vez más organizadas, con estructuras burocráticas a menudo poco ágiles.
    No debemos olvidar que las Conferencias episcopales no tienen una base teológica, no forman parte de la estructura imprescindible de la Iglesia tal como la quiso Cristo; solamente tienen una función práctica concreta.
    Esto es precisamente lo que reafirma el nuevo Código de Derecho Canónico al fijar los ámbitos de autoridad de las Conferencias, que «no pueden actuar en nombre de todos los obispos, a no ser que todos y cada uno hubieran dado su propio consentimiento.
    Ninguna Conferencia episcopal tiene, en cuanto tal, una misión de enseñanza; sus documentos no tienen un valor específico, sino el valor del consenso que les es atribuido por cada obispo.
    Insisto en este punto porque se trata de salvaguardar la naturaleza misma de la Iglesia católica, que está basada en una estructura episcopal, no en una especie de federación de iglesias nacionales. El nivel nacional no es una dimensión eclesial. Importa que quede muy claro que en cada diócesis no hay nada más que un pastor y maestro de la fe, en comunión con los demás pastores y maestros y con el Vicario de Cristo.”

    José Ratzinger, Informe sobre la Fe

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  2. «Conozco obispos que confiesan en privado que si hubieran tenido que decidir ellos solos, lo hubieran hecho en forma distinta de como lo hicieron en la Conferencia. Al aceptar la ley del grupo se evitaron el malestar de pasar por «aguafiestas», por «atrasados» o por «poco abiertos». Resulta muy bonito decidir siempre conjuntamente. Sin embargo, de este modo se corre el riesgo de que se pierda el «escándalo» y la «locura» del Evangelio, aquella «sal» y aquella «levadura» que, hoy más que nunca, son indispensables para un cristiano ante la gravedad de la crisis, y más aún para un obispo, investido de responsabilidades muy concretas respecto de los fieles».

    Ibid.

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  3. Dado que el dueño del blog sólo transcribe declaraciones, documentos, etc. y no aporta sus propias convicciones ni hace análisis alguno,"transcribo" este breve artículo del teólogo español José Mª Castillo:
    miércoles 11 de noviembre de 2009
    EL ENIGMA DE LOS SAMARITANOS EJEMPLARES
    "Según los evangelios, especialmente el de Lucas, Jesús no dudó en elogiar a los samaritanos (Lc 10, 30-35; 17, 11-19). Esto llama la atención. Porque los samaritanos no iban nunca al Templo de Jerusalén, ni creían en los Sacerdotes y el culto que celebraban los judíos. En la parábola del buen samaritano, los funcionarios del Templo hacen la vista gorda ante el sufrimiento y la injusticia, mientras que el samaritano es el que arrima el hombro y cuida del desgraciado. Y cuando Jesús curó a diez leprosos, resulta que el único que volvió a dar las gracias a Jesús fue precisamente un samaritano, en contraste con los nueve judíos, que se fueron al Templo a cumplir con sus deberes religiosos ante los Sacerdotes.
    ¿Por qué el Evangelio se pone de parte de los que no acudían al Templo ni hacían caso de los Sacerdotes? ¿Es que a Jesús no le importaba la Religión? ¿Se puede decir que el Evangelio es anticlerical? Según los presenta el Evangelio, los samaritanos son para nosotros un enigma. Porque el Evangelio propone como ejemplo precisamente a los que no se someten a la Religión "oficial". Pero el enigma de los samaritanos deja de serlo cuando caemos en la cuenta de que la fiel observancia de la religión oficial tiene un peligro: la observancia religiosa tranquiliza la conciencia y le hace pensar al observante que él es, precisamente por su observancia, una buena persona. Sin embargo, el criterio del Evangelio es muy distinto: para Jesús, lo único "sagrado", que hay en este mundo, es el ser humano. No es lo mismo lo "sagrado" que lo "consagrado. Consagrado es un templo, un altar, un objeto litúrgico, un sacerdote. Pero al Dios, que se nos revela en Jesús, no le interesa lo "consagrado", sino sencillamente lo "sagrado": la dignidad del ser humano, su vida, su felicidad. Por eso el enigma de los samaritanos deja de serlo cuando comprendemos que ellos, como no creían en lo "consagrado" (el Templo y los Sacerdotes), no tenían más que lo "sagrado" para verse como buenas personas que hacen lo que hay que hacer en la vida: portarse bien con los demás. Porque no hay más camino que ése para encontrar a Dios. La gente e queja muchas veces de las religiones, sus ceremonias y sus funcionarios. Y no le falta razón. Porque las religiones tienen el peligro de engañar, desviando la atención de lo que Dios quiere a otras coasas, que, con aparienci de santidad consagrada, no pasan de ser un gasto de dinero y de tiempo, en detrimento de lo más urgente: hacer esta vida más soportable. Hay personas a las que les gusta la religión. Y merecen un respeto. Pero que tales personas tengan cuidado de las posibles trampas que esconden las conductas religiosas".

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