sábado, 19 de diciembre de 2009

Santos, beatos y mártires


“En efecto, cuando la Iglesia venera a un Santo, anuncia la eficacia del Evangelio y descubre con alegría que la presencia de Cristo en el mundo – creída y adorada en la fe – es capaz de transfigurar la vida del hombre y producir frutos de salvación para toda la humanidad”.
Un párrafo, entre muchos, del discurso del Papa al cumplirse 40 años de la institución de la Con-gregación para la causa de los santos.
En este contexto, Benedicto XVI ha firmado también los decretos con la aprobación de 10 milagros atribuidos a la intercesión de otros tantos Venerables. Además, ha firmado los decretos por los que se reconocen las virtudes heroicas, entre muchos, de los Siervos de Dios Pío XII (1876-1958), y Juan Pablo II (1920-2005).
Se destaca también que el Sumo Pontífice ha reconocido el carácter de martirio a la muerte del Siervo de Dios Jerzy Popiełuszko (1947-1984), sacerdote diocesano polaco, asesinado por odio a la fe durante el régimen comunista.
Durante el Gran Jubileo de 2000, el Papa Juan Pablo II había reconocido al siglo XX como un tiempo extraordinario de santidad y, sobre todo, de martirio, ni siquiera igualado por las grandes persecuciones del Imperio romano.
No es extraño. En tiempos de gran confusión y también de una decadencia espiritual, cultural y moral de proporciones, y que afecta de modo directo a la Iglesia bajo la forma de una secularización interna también de proporciones, el Dios humilde del Evangelio hace florecer la santidad de un modo también extraordinario. Ha ocurrido antes (pensemos en la España del siglo XVI). Ocurre también hoy.
Al mirar al Niño envuelto en pañales y recostado por su madre en el pesebre, nuestra mirada de fe se purifica y enriquece con el testimonio de santidad de esta nube de testigos.
¡Levantemos el corazón y demos gracias a Dios!

5 comentarios:

  1. Sergio:
    Ud. sabe que el proceso de beatificación de JPII no es el "normal". Se ha eliminado la figura del "abogado del diablo". No se ha informado a los laicos cuánto cuesta este proceso, quiénes lo pagan. Otro factor "raro" es la rapidez con que se está haciendo.
    Ni hablemos de los cuestionamientos a JPII: doctrina moral integrista y autoritaria; continuismo en la política de discriminación de las mujeres (mulieris dignitatem no pasa de una "chupada de medias" hacia el grupo mayoritario de la iglesia); encubrimiento de la pedofilia y los pedófilos (lo de Maciel fue una verguenza; el informe murphy de Irlanda se refiere a hechos que se dieron, también, en el pontificado de JPII); aval a dictadores militares; persecución a los teólogos de la liberación; retroceso en materia de libertad de expresión con la sanción del Código de Derecho Canónico y sus cánones respectivos), y un gran etc.
    Me parece que no hay nada para festejar.
    Lo de Pacelli, además de solapado y difícil de digerir, les va a traer problemas con los judíos que hace tiempo están pidiendo que abran los archivos. La historia, como en muchos casos, no los ayuda.
    Un saludo cordial. Carlos.

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  2. Estimado Monseñor:

    Sólo quería agregar, y que me pareció muy positivo de parte Juan Pablo II, que también se le dió carácter de martirio por causa de la fe al padre Maximiliano Kolbe. Esto fue muy interesante porque amplió mucho más el concepto de mártir.

    Sin embargo (esta vez seré mas breve), pienso que después de la canonización de José María Escrivá de Balaguer difícilmente pueda volver a creer en estos procesos. Este hombre (y sus hijos) generaron, generan y generarán dudas en la sociedad y en la Iglesia siempre, sobre todo si mantienen ese modo de actuar como en secreto y donde sus miembros estan casi sometidos a una disciplina del arcano o muy similar

    A veces pienso que son como esa parte de la familia que uno "no se banca" o que te incomoda, pero que uno debe aceptar igual.

    Lo de Juan Pablo no deja de preocuparme y sigo manteniendo mi disconformidad por las razones (muy dolorasas por cierto) aducidas en otro comentario.

    Pero quiero ir más a fondo todavía... en realidad, lo que ahora me preocupa más es que para ciertos procesos (creo que más importantes, urgentes y necesarios), la jerarquía de la Iglesia se tomado largos tiempos de observación, estudio, meditación, reflexión y discernimiento (no cito ninguno porque en la historia son muchísimos) y resulta que ahora con una celeridad notable (más bien diría imprudente, para una institución que se jacta de monopolizar la prudencia) se toma la decisión de llevarlo a los altares.

    Perdón que lo diga, así pero es una pena... creo que se debería estudiar el caso mucho mejor.

    Saludos

    Lucho

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  3. Hola Carlos y Lucho.
    Estuve un par de días fuera, y sin Internet. Me encuentro ahora con sus comentarios. Los agradezco porque hacen pensar.
    Aunque estoy subjetivamente convencido de la santidad de JPII y la dispensa de los 5 años para iniciar el proceso no me molestó, comparto con ustedes que sería bueno darle tiempo al tiempo. No por las razones que -según interpreto- ustedes invocan. Creo que, a medida que pase el tiempo y se puedan apreciar mejor los hechos, su figura mostrará su verdadera dimensión. Como está ocurriendo precisamente con el Papa Pacelli. Los estudios históricos y los documentos que salen a la luz nos permiten no solo desmontar los “bulos” sobre su persona, sino que ésta se agiganta. Yo he leído en estos meses la importante biografía que Andrea Tornielli publicó el año pasado sobre Pío XII, como también un estudio biográfico sobre el Nuncio en Berlín durante la era nazi y la guera, Cesare Orsenigo.
    La canonización es un acto del supremo magisterio de la Iglesia, en el contexto solemne de una celebración litúrgica, por el que se reconoce la santidad personal de un bautizado. Esto no significa que cada una de sus obras (en este caso, sus actos de gobierno) se transforme en un dogma de fe. La santidad subjetiva es de un ser humano que, por ello, no se convierte en un semidios.
    Las apreciaciones de Carlos sobre los aspectos doctrinales del magisterio de JPII están fuera de lugar. Si vamos a hablar de esos temas, hagámoslo con seriedad y propiedad. ¿Qué es eso de “chupada de medias”? En esos términos no se puede discutir nada. Si en cualquier caso, el proceso de beatificación busca que la enseñanza del candidato a santo no contradiga la fe de la Iglesia, en el caso de un obispo o papa, esta exigencia de “ortodoxia” se vuelve más aguda.
    La referencia a los casos de pederastia, al Informe Murphy y al vergozoso caso Maciel merecen juicios más ponderados. Carlos: ¿usted está en condiciones de establecer la responsabilidad moral de Juan Pablo II al punto de calificarlo como “encubridor” de Maciel? Yo no; y hasta podría afirmar su buena fe. Es un punto delicado que, a mi parecer, merecería que un proceso más lento en el tiempo.
    El promotor de justicia (abogado del diablo) en el proceso de la Diócesis de Roma para la beatificación de su obispo, Juan Pablo II, es el P. Giuseppe D’Alonzo.

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  4. Se me ocurre aportar que la santidad de un Papa es asunto enredado, pues inevitablemente la cuestión atañe a su gobierno. La santidad meramente “subjetiva” es la que celebramos el 1º de noviembre de tantos bautizados anónimos cuyo heroísmo en la virtud sólo vio y ve el Padre. Pero para tener marquesina propia, molde de yeso, Oración Colecta y fecha en el calendario, no alcanza con esa subjetividad: hay que ser modelo/molde objetivo.

    Y esto, en caso de un Papa –insisto- es asunto complejo, pues su gobernar “bien” —por ser oficio propio y no circunstancial— atañe a tornarlo “bueno”. Como la santidad de un padre de familia no puede prescindir de haber sido o no un buen padre.

    Como fulmina san Juan de la Cruz: “El que temerariamente yerra, estando obligado a acertar, como cada uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo, según fue el daño que hizo”. (Llama de Amor viva, Canc. 3, nº 56).

    No creo que baste haber actuado “de buena fe” para ser modelo de gobierno de la Iglesia universal. Queda por demostrar si erró o no con el caso Maciel (o mil otros), pero si D’Alonzo no está pintado, sabrá objetar que lo de la buena fe, donde se está “obligado a acertar”, es un inocuo placebo. Como que hablar de “responsabilidad moral” es un tanto redundante... ¿si no es moral qué es? Reitero: cuando de deberes de gobierno se trata.

    Valdrían mil ejemplos más: desde un Pironio y el incendio incontrolado de la vida religiosa durante su Prefectura, hasta deslindar toda responsabilidad “moral” de Obispos que han impuesto las manos a disparates humanos, cuya bomba les estalló luego en las manos... o peor: entre medio del rebaño.
    Evito los ejemplos, en atención al umbral navideño.

    Pero —in génere— me llama la atención que los desaciertos eclesiales (y vuelvo al texto del fraile) no le cuesten la cabeza a nadie. El 12 de septiembre del 2001 renunciaba el ministro de defensa de USA: ¿acaso él hizo volar las Twing Towers? Claro que no: pero a él le competía que siguieran en pie. Como renuncia cualquier ministro de Salud cuando una epidemia se le va de escala...

    Redondeo: canonizar a quien tenga “por oficio” ser Papa, es asunto complicado... casi imposible. Algo menos, ser Obispo de otra Sede, pero no tanto menos... A mi humilde ver los errores de gobierno inhiben el proceso, cuando su deber de acertar es de iure.

    FRM

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  5. Sergio.
    Respecto a su “convencimiento” sobre la santidad de JPII: el problema que tiene Ud. (y que se lo repito hace tiempo), es que asume una posición acritica, que no lo ayuda a crecer ni madurar. Anímese a criticar, tiene que vencer los temores. Los hechos históricos son una evidencia contraria a su posición extrema.
    Lo de Pacelli será como lo afirma Ud. en tanto permitan a los judíos investigar los archivos secretos. Mientras, le presunción de complicidad con los nazis y los hechos históricos se imponen por sí solos.
    La valoración que hace de la santidad corre por su cuenta. Siglos de santos no les ha servido mucho a los católicos ¿no? Digo, sino el mundo sería mejor.
    Las apreciaciones “fuera de lugar”: parece que está peleado con los refranes populares; los puede buscar en cualquier diccionario de la materia. Podemos hablar de todos los temas con seriedad ¿quién propone lo contrario? Tiene que acostumbrarse a debatir con personas que no le chupan las medias y lo tratan de igual a igual.
    Es llamativa su expresión “…el proceso de beatificación busca que la enseñanza del candidato a santo no contradiga la fe de la Iglesia…”. Una cosa es contradecir a la iglesia (tal vez quiso decir, a los obispos que no son la iglesia sino una parte pequeña de ella), y otra es contradecir el evangelio. Iglesia y evangelio no siempre se relacionan.
    En cuanto a la exigencia de la “ortodoxia aguda” es una muestra de su extremismo.
    ¿Discriminar a las mujeres es “ortodoxia”? ¿Las discriminó el laico y judío Cristo?
    Respecto a la pedofilia:¿“Juicios mas ponderados” sobre la responsabilidad de un papa que sabía de los casos? Pero ¿es que no le basta con los procesos judiciales, las indemnizaciones para comprar el silencio de las víctimas, los informes, las propias normas secretas del Vaticano, los traslados de los curas delincuentes, la lamentable actuación del cardenal Law, los cientos de contactos documentados entre Maciel y JPII? ¿No le bastan los hechos probados? De no ser por la valentía de las víctimas y los medios de comunicación, todo seguiría igual,tapado, silenciado (son miles de casos que ocurrieron hace más de 20 años). Ni hablemos de/l caso/s que un cura de Mendoza mencionó en su libro.
    Reitero, no haga apología por la apología misma. Anímese a pensar críticamente.
    Un saludo cordial.
    Carlos.

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