jueves, 10 de noviembre de 2011

Servidores de la Fe


Los obispos católicos de Argentina estamos concluyendo nuestra 102ª Asamblea Plenaria. Ha estado marcada por la elección de las nuevas autoridades de la Conferencia Episcopal.

La lectura de los medios de comunicación ha destacado, como es lógico, este aspecto, digamos así, político. En este contexto ha sido inevitable también una referencia a la relación de los obispos con el gobierno nacional.

Sin embargo, yo quisiera destacar otro aspecto, a mi modo de ver, de más largo alcance y que, por diversas razones, no ha trascendido demasiado.

Lo digo en pocas palabras: la convocatoria del Santo Padre Benedicto XVI a celebrar un “Año de la Fe” ha sido acogida muy positivamente por los obispos. En el contexto actual de Argentina, esta llamada del Papa nos ha ayudado a visualizar con mayor nitidez lo “único necesario” de la misión que tenemos como Iglesia y como pastores: el anuncio del Evangelio y el servicio a la fe.

Para darse una idea de por dónde va la cosa, cito, a continuación, el párrafo de la Carta Apostólica Porta Fidei más citado por los obispos en sus intervenciones. Se trata del nº 2 de la Carta:

Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud». Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.

La fe no es, hoy por hoy, un presupuesto obvio con el que podemos contar sin más. Hoy vivimos, dentro de la Iglesia, una “profunda crisis de fe” que requiere de nosotros, los pastores, un más decidido servicio a la fe.

Estamos en la fecunda línea de Aparecida que ha propiciado una renovación eclesial centrada en el encuentro con Jesucristo y en el impulso misionero que brota de esta gracia.

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