miércoles, 12 de septiembre de 2012

María, la más perfecta discípula de Jesús: escucha, cree y confía


Querido hermano y hermana en Cristo:

La paz del Señor esté siempre con vos.

El domingo 7 de octubre próximo celebraremos la Fiesta patronal diocesana en honor a Nuestra Señora del Rosario, patrona de Mendoza.

Como en años anteriores, ofrezco algunas reflexiones sencillas sobre el lugar de María en nuestra vida cristiana, con la finalidad de ayudarnos a preparar espiritualmente la Fiesta de la Virgen. Espero que sean de provecho.

En esta primera carta, quisiera centrar la atención en la figura de María como la discípula del Señor.

María nos enseña a convertirnos en discípulos de Jesús. Nos guía hacia el encuentro con Él en la fe. Y puede hacerlo, porque ella ha vivido como nadie la fe, la obediencia a Dios, la escucha atenta de la Palabra y la contemplación de los misterios de Cristo. Ha sido su más perfecta discípula.

Tanto en la gran escena de la Anunciación como en el resto de los pasajes evangélicos en los que aparece, María se destaca como mujer fuerte, inteligente y buscadora incansable de Dios. Vive aquella actitud de fondo que es permanecer en vigilante escucha de la Palabra. Escucha y confía. Realiza así el ideal más alto de la espiritualidad del pueblo de Israel: la obediencia a la Palabra de Dios.

El relato de la visita de María a Isabel nos pinta de cuerpo entero el alma religiosa de Nuestra Señora. Isabel la declara “feliz por haber creído” (Lc 1,45). María entona entonces el Magnificat. Comenta hermosamente el Documento de Aparecida en el nº 271:

“El Magnificat “está enteramente tejido por los hilos de la Sagrada Escritura, los hilos tomados de la Palabra de Dios. Así se revela que en Ella la Palabra de Dios se encuentra de verdad en su casa, de donde sale y entra con naturalidad. Ella habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se le hace su palabra, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Además así se revela que sus pensamientos están en sintonía con los pensamientos de Dios, que su querer es un querer junto con Dios. Estando íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, Ella puede llegar a ser madre de la Palabra encarnada”

María ha sido tierra fértil, en la que Dios ha sembrado su Palabra. Ha dado así el fruto más precioso: el Verbo encarnado, acogido primero en la fe y después en su propio vientre de madre virgen.

En este año en que hemos tratado de contemplar la siembra de Dios en nuestra Iglesia diocesana, María aparece como la realización más lograda de lo que nuestra Iglesia aspira ser: campo fértil en el que semilla de la Palabra dé el fruto más abundante que es la fe.

A la luz de todo esto, les propongo tres pensamientos para reflexionar y meditar:

1. Vivimos tiempos complicados. En muchas ocasiones no sabemos bien qué camino tomar; nos preguntamos: ¿dónde está la verdad? ¿Qué es error, engaño o mentira? Muchas voces saturan los oídos.

Guiada por el Espíritu Santo, la Iglesia ha puesto nuevamente las Sagradas Escrituras en nuestras manos. Cada uno puede tener la experiencia personal de escuchar la voz de Cristo, en la medida en que logramos un trato asiduo, cotidiano, cordial y creyente con la Palabra. También nosotros estamos aprendiendo a escuchar y a confiar en Dios como lo hizo María. La escucha de la Palabra de Dios es prioritaria en la vida de un discípulo misionero de Cristo.

Es muy consolador ver a los jóvenes, por ejemplo, abrir con fe el libro de la Palabra, pedir el don del Espíritu que abre el corazón, y leer el texto bíblico buscando luz para la propia vida. Es la lectura orante de la Escritura, que la Iglesia recomienda con tanta fuerza. Allí donde se practica, está dando tantos frutos de vida cristiana. Allí está surgiendo la nueva evangelización. De este contacto asiduo con la Palabra depende, en gran medida, el futuro de nuestra fe. ¡Dejémonos sembrar por Dios!

Una pregunta para reflexionar: ¿Qué lugar ocupa la lectura orante de la Escritura en mi vida cotidiana?

2. Mi segunda reflexión es, en realidad, una propuesta: redescubrir el Rosario como un medio para repasar el Evangelio con el corazón y los ojos de María. Pienso con gratitud que el Pueblo de Dios, sobre todo los sencillos, han ido madurando su fe y confianza en Dios, precisamente con el rezo del Rosario. En algunas ocasiones, esta oración alcanza una profundidad de fe enorme: por ejemplo, cuando lo rezamos acompañando el dolor de quienes han perdido un ser querido.

El Rosario es una oración joven: quien se deja guiar por María encuentra en él una fuente de su propia espiritualidad como discípulo de Jesús e hijo de la Iglesia. Un modo muy hermoso y profundo de rezar el Rosario es unir a cada misterio una breve lectura evangélica que nos ayude a centrar la mirada de fe en el misterio que contemplamos. En fin: la creatividad nos inspire para redescubrir la fuerza del Rosario de María.

Una pregunta para reflexionar: ¿Has podido incorporar el Rosario a tu vida personal de oración? ¿Qué te atrae más del Rosario? Si no sabés rezar el Rosario ¿Por qué no pedís que te enseñen?

3. La Iglesia es la casa de la Palabra. La Biblia ha surgido de la fe viva de un pueblo que ha sido inspirado por Dios a poner por escrito su propia experiencia de Fe. La Biblia ha nacido de la fe de la Iglesia, no ha caído del cielo. Es la Iglesia la única que puede enseñarnos a escuchar y a comprender las palabras de Dios para nosotros. Esto vale, sobre todo, para la Palabra de Dios por excelencia: Cristo, el Verbo de Dios hecho carne en el seno de María. La comunidad cristiana es lugar de encuentro con Jesucristo. Esto acontece de modo más profundo cuando se proclama la Palabra en la celebración litúrgica, el momento más intenso de la vida cristiana: Dios habla a su pueblo.

Misión de la Iglesia es introducir a los creyentes en el misterio de la Palabra acogida con fe, como lo hizo María. Soñamos que cada una de nuestras comunidades (parroquias, colegios, movimientos y asociaciones) sea, a su manera y según su propia identidad eclesial, lugar de encuentro con la Palabra, y que toda la pastoral de nuestra diócesis esté animada e inspirada en la Palabra de Dios.

Una pregunta para reflexionar: ¿Qué paso podemos dar para que nuestra comunidad eclesial sea más efectivamente lugar de encuentro con Cristo a través de su Palabra?

Hasta aquí estas primeras reflexiones. Espero que los ayuden a preparar el corazón para vivir juntos la Fiesta de la Virgen del Rosario. Este año, en consonancia con el camino pastoral de la Diócesis, queremos contemplar a María como el campo fecundo en el que Dios sembró su Palabra. Por eso el lema de la Fiesta (“Mujer: bendito el fruto de tu vientre”) es un saludo gozoso a la Virgen Madre que, por su fe y obediencia a la Palabra, ofreció su vientre para que germinara la Encarnación.

Con mi bendición,

+ Sergio O. Buenanueva
Obispo auxiliar de Mendoza 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.