martes, 6 de octubre de 2009

María, los jóvenes y nosotros


Hemos celebrado, un año más, a N. S. del Rosario. Ha sido, de verdad, una fiesta. La presencia masiva de los jóvenes es un regalo de Dios que tenemos que recibir como aquellos hombres que recibieron los talentos para hacerlos fructicar.
Recibimos a estos jóvenes de la mano de Jesús. Es como si Jesús dijera a su Iglesia diocesana: “Aquí tienes a tus hijos”. Que María nos ayude a profundizar nuestra acción pastoral. Como María, la Iglesia también es madre que da vida, educa y acompaña en el camino de la vida. La vida de nuestros niños y jóvenes es preciosa. Hoy, por muchas razones, este don sufre múltiples acechanzas. La responsabilidad de la sociedad, y de la Iglesia en ella, es particularmente exigente de cara al bienestar y desarrollo integral de los chicos.
En su reciente encíclica social (“Caritas in veritate”), el Papa Benedicto XVI dedica algunos párrafos muy lúcidos para destacar el valor del don y de la gratuidad como principios que estructuran toda la vida social, incluso y de manera especial, el mundo de la economía y la política. De la misma manera, el Papa destaca el primado de la categoría “relación” para la vida social.
Se me ocurre que estas cosas merecerán nuestra atención en adelante, en la medida en que los católicos nos sintamos urgidos a ofrecer nuestra aportación propia en la edificación de nuestra sociedad. Nuestros chicos merecen que trabajemos sin dejarnos vencer por el desaliento, a fin de darle un rostro auténticamente humano a nuestra sociedad, a la medida de la persona humana.
Bueno, estas cosas se me han ocurrido pensando en lo que vivimos el domingo. Un saludo a todos.

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