domingo, 7 de febrero de 2010

Cuaresma 2010: La justicia de Dios en Cristo


Estamos a punto de iniciar el camino cuaresmal. Como cada año, el Papa Benedicto XVI nos ofrece su mensaje para la Cuaresma. Esta vez, el tema está tomado de un texto clave de la Carta de San Pablo a los Romanos: “La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo” (cf. Rm 3,21-22).

¿Reconocen la perícopa? Es aquella en la que Martín Lutero encontró el “articulus stantis et cadentis Ecclesiae”, el artículo por el que la fe de la Iglesia permanece en pie o cae, el canon dentro del canon. Es decir: la justificación por la fe.

En el cuerpo del mensaje, el Papa cita por extenso dicha perícopa: “Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).

Transcribo a continuación los tres párrafos del Papa que ofrecen la interpretación católica de este importante texto del Nuevo Testamento. Son teológicamente densos, pero confío en que su mensaje sea captado. Escribe el Papa:

“¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la “propiciación” tenga lugar en la “sangre” de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la “maldición” que corresponde al hom-bre, a fin de transmitirle en cambio la “bendición” que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de “lo suyo”? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.

Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo “mío”, para darme gratuitamente lo “suyo”. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia “más grande”, que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.

Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.”

4 comentarios:

  1. Gracias, Padre, por acercarnos la primicia de texto papal tan bello. Suena como un avant-premier de la encíclica que nos está “debiendo” para completar su trilogía, ¿no?

    No me queda muy claro si la modalidad del blog admite o no el diálogo y debate franco y respetuoso; si es el caso, planteo-pregunto: el primer párrafo citado hace mención a un quicio de la Soteriología católica: el Padre “se cobra” la deuda del Hombre, en su Hijo Único. Esto es locura para unos, necedad para otros; para unos y otros: injusticia. Sólo reseteando el concepto de justicia divina, y acentuando su mayor disimiltud con la justicia humana (que su analogía), cabe entender esta paga del Justo en lugar del injusto. La sustitución vicaria, que le dicen.

    Ahora bien, (creo yo) que el Papa trae a colación este asunto (tan bien desplegado por su amigo y admirado von Bálthasar con su descenso del Sábado Santo) para echarle un poco de flit a una Cristología y Soteriología en boga que NIEGA DE CUAJO este “comercium”, insistiendo en que es IMPENSABLE que el Padre hiciera semejante cosa y que dicha doctrina no sólo es dislate por la apología que hace de la injusticia (que justo paguen por injusto), sino que agravia la imagen del Padre, haciéndolo jugar un rol de Ogro cruel capaz de aceptar semejante barrabasada (valga el guiño).

    La feligresa pregunta es si la Teología católica tiene resuelto este asunto o el debate sigue abierto. Si un ejercicio del Magisterio pontificio ordinario —como puede ser el texto citado, pero tantos previos también— zanjan la cuestión o no.
    Si la respuesta fuera afirmativa, saltan dos preguntas inquietantes: la primera es, ¿por qué pueden los teólogos insistir sin obstáculo alguno en que no, en que ni por pasteles “Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate”? Por caso —uno entre mil, pero cercano— González de Cardedal lo dijo clarito, de un tirón y sin avisar agua va, y no una vez sino dos, ante todo el clero mendocino y luego ante más de un millar de laicos. Carlos Vallés, en su blog, lo ha insistido también hace pocas entradas. ¿Por qué hay negacionismos que provocan huracanes y otros que no hacen ni pestañar?

    La segunda pregunta, presiento vendrá contestada en su respuesta, de modo que la retiro.
    Insisto en mi comienzo: si no es el cometido del blog generar un diálogo —lo que me parecería sumamente lícito— olvídese de este comentario y hasta elimínelo si lo cree conveniente.

    Yolanda de Tunuyán

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  2. Hola Yolanda.
    Le agradezco sus comentarios. Me hace preguntas de peso.
    Con este blog me he propuesto acercar un poco la vida del obispo a los fieles, entremezclando crónica, pensamiento, reflexión e incluso información. Tiene varios límites, entre ellos que no puedo dedicarle mucho tiempo. No me ha parecido bueno cerrarlo a los comentarios. Trato de intervenir brevemente, evitando, eso sí, las polémicas estériles.
    Vamos al tema de fondo: la soteriología. Distingamos primero entre la fe eclesial a la Revelación (lo que la Iglesia cree porque Dios lo ha revelado) y la enseñanza, legítima y necesaria, de los teólogos (la inteligencia de la fe). El párrafo del Papa se mueve primordialmente -a mi criterio- en el campo de las verdades reveladas, incluso cuando habla del “pago” de nuestro rescate. Lo hace con una frase cuidadosamente redactada: “Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante.” Es lenguaje bíblico (cf. 1 Pe 1,18-19).
    No toda interpretación de la imagen del “pago” y del “precio” se ajusta a la verdad completa de nuestra redención. Recordemos las doctrinas extrañas de Orígenes: Cristo le paga al demonio el precio exigido para rescatar al hombre. Es necesario recurrir a la analogía de la fe, y a aquella luz que viene de comprender el nexo interior de los misterios de la fe entre sí. Una categoría soteriológica debe ser iluminada por las otras, y todas referidas al misterio de Cristo.
    Es legítimo también que la teología se deje interpelar por las objeciones que se presentan a la ense-ñanza de la fe. He leído hace poco un penoso artículo de Richard Dawkins que vuelve a la carga con el Dios cruel que exige la sangre de su Hijo para aplacar su ira. Estas objeciones suelen ayudarnos a no olvidar aquella “mayor desemejanza” que se da entre el Creador y la criatura, y que el uso de la analogía ha sabido incorporar eficazmente en su triple vía: afirmación, negación y eminencia. Una teología responsable debe preguntarse si y hasta que punto no tomamos el Nombre de Dios en vano, ofreciendo una imagen distorsionada del mismo. Habida cuenta, además, de que la obra maestra del pecado es instalar la desconfianza en Dios, deformando su imagen en el corazón del hombre. De ahí la necesidad de cotejar, una y otra vez, la Tradición viva de la Iglesia y el sentido genuino de las expresiones de la fe.
    El texto del Papa, como también el Catecismo y su Compendio, ponen las cosas en su lugar. A mi criterio, acentuando tres aspectos: 1°) la obra redentora de Cristo debe ser leída en perspectiva trini-taria (el sujeto de la citada frase del Papa es Dios, el Padre); la expiación del pecado es un acto trini-tario del Dios-agape: del Padre, por el Hijo, en el ES; 2°) desde la Trinidad, la clave de la redención es el “agape” divino (“Tanto amó Dios al mundo …”), cuya forma histórica concreta es la cruz de Cristo y el admirable intercambio entre el Inocente y los pecadores; 3°) desde la humanidad del Ver-bo encarnado: la obediencia del Hijo que, voluntaria y libremente, acepta el designio del Padre que pasa por la muerte en cruz como expresión del amor hasta el extremo y la compasión de Dios por los hombres, sometidos al poder del pecado y la concupiscencia.
    Solo desde aquí, a mi juicio, se supera la objeción de la crueldad de Dios que sería como Moloch, exigiendo sangre para aplacarse. Lo que tenemos en la cruz es el amor de Dios que expía el pecado del mundo. Esta es la locura de la cruz, la necedad y debilidad de Dios, como enseña San Pablo.
    Bueno, me excedí en los límites que yo mismo me he autoimpuesto para este espacio. Un saludo.

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  3. Gracias Padre! Eso son obispos!!!
    Le agradezco su precioso tiempo y seso.

    Ya me parecía que el acento había que ponerlo en la mayor desemejanza. Tal vez una elongación mental pendiente en el Occidente Católico, algo tullido tras la peste racionalista, ¿no?

    La analogía fidei orquestando la Verdad sinfónica... y acotando la servidumbre de la analogía entis.
    Me hizo acordar (cum salis) a Barth, para quien ésta última era humo de Satán procurando convencernos de un dios de bolsillo. Errado y todo, en tiempos de tanta inmanencia, su apología en favor del Dios-Más-Allá-de-Todo hoy resultaría un valioso antídoto, opino yo.
    También (y mejor) me acordé del traumático Erich Przywara, quien terminó internado en un instituto psiquiátrico... algunos dicen que a causa de esta obsesión por lo Absoluto de Dios, lo “siempre-más” desemejante. Para Balthasar (quien con Adrienne lo visitaba a menudo a la clínica) ha sido el teólogo más importante del Siglo XX. Y dice que es por esto: porque captó que Dios era Dios...

    “Uno de la Trinidad” (y no “la Trinidad Una”), Cristo Jesús, ofreciendo su Sangre inocente, aplaca la Ira de Dios. ¿Nocierto?

    No aceptar esto por incomprensible es invertir la regla de oro del teólogo, que hoy parece decir: si no lo entiendes, entonces no es Dios... cuando supo decir lo contrario.

    Entiendo que no quiere “bajar” al debate sorbe autores (tal vez su investidura no se lo permita; lo ignoro y respeto) pero créame que mientras Usted hacía su curso de iniciación en faenas episcopales, aquí en Mendoza este buen Padre Olegario insistió a muerte que no, que de ninguna manera, que había que terminar con eso, que Cristo no aplacaba la Ira de Dios, que eso era un mito.

    Lewis hubiera acotado: claro que es un mito; pero un mito verdadero.

    Le agradezco este lumbroso intercambio.

    ¡Deus semper maior!!!

    Yoyán (Yolanda de Tunuyán)

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  4. Buenas noches, Padre Obispo.

    Yoyán: te pasé el link, pero no era el plan que abrumaras así a esta serena audiencia. Podrías, al menos, aclarar que Barth no es el de los Simpson, sino un magnífico suizo, teólogo protestante y protestón.

    También a mí me hizo acordar a Lewis este intercambio, por aquella famosa y prístina respuesta a Bultman, quien insistía por entonces, con sus ramplones aires de “madurez científica”, que Dios era algo más que un severo Juez, algo más que un celoso Dios de ira y fuego ... a lo que Jack le responde: “sin duda es MÁS que eso; y por tanto, no es MENOS que eso”.

    Y ya que salió Lewis, lo que menciona el Obispo de la soteriología de Orígenes, me hizo acordar a Narnia, y el largo “negociado” que a carpa cerrada mantienen Aslan y la Bruja... Nunca me cerró esa escena... ¿habrá patinada anglicana en el asunto? Perhaps.-

    Coincido en el alcance del “mito verdadero” en cuestión: que a Cristo, Dios mismo (y ‘Dios’ en NT es el Padre, nos convenció Rahner) lo hizo pecado por nosotros, para hacer, en Él, justicia con nosotros (2Co 5,21). Que Dios(Padre) no lo perdona, antes bien lo entrega por todos nosotros (Rm 8,32) para que la muerte de este Hijo inocente fuera CAUSA (y no mera expresión) de nuestra reconciliación con Dios (Rm 5,10). Vaya mito; vaya verdad; vaya certeza inasible. Como dice Balthasar, está el penoso silencio vacío del que ignora; está el ruidoso decir del que cree deducir lo Inaccesible; y está el cristalino silencio adorante del que sabe sin comprender.

    Que esta Cuaresma nos lleve a todos al cristalino “no saber sabiendo, toda ciencia trascendiendo”.

    Athos


    ps1: la expresión latina es “cum GRANO salis”... ojo Yoyán.-
    ps2: para una primera aproximación al concepto de “mito verdadero” en Lewis, este link:

    http://www.youtube.com/watch?v=ZS3thuSHUYg&feature=player_embedded

    (tienen el texto completo a la derecha: siempre más fácil leer que escuchar idiomas ajenos).-

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