martes, 13 de mayo de 2014

Nuestra Señora del Rosario de Fátima, patrona de la Diócesis de San Francisco

Las cuatro estrofas del Ave María de Fátima resumen con sencillez un mensaje sorprendentemente actual.

Cuatro brevísimas estrofas que seguramente sabemos de memoria, con la misma sencillez del Evangelio de Jesús:

El trece de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría.
A tres pastorcitos la Madre de Dios descubre el misterio de su corazón.
Haced penitencia, haced oración; por los pecadores implorad perdón.
El Santo Rosario constante rezad y la paz del mundo el Señor dará.

Como Iglesia diocesana tenemos a la Virgen del Rosario de Fátima como patrona.

Es una gracia y también una misión. La gracia nos llena el corazón de gratitud y de alegría. Y la alegría es contagiosa: ahí nace la misión.

Esas cuatro estrofas respiran el Evangelio. Meditemos en ellas brevemente.

*     *     *
El trece de mayo la Virgen María
bajó de los cielos a Cova de Iría.

Digamos así: la Virgen se nos adelantó. Nos ganó de mano. Nos primereó, como dice el papa Francisco.

Si hoy sentimos la urgencia de ser una Iglesia “en salida” es porque María nos abrió el camino.

Ella va delante: sale al encuentro de los hombres.

*     *     *
A tres pastorcitos la Madre de Dios
descubre el misterio de su corazón.

Como el Dios de los pobres, el Padre de Jesús, María tiene sus predilectos: son los pobres, los pequeños, los últimos, los olvidados, los descartados, los simples.

Sabemos sus nombres: Lucía, Jacinta y Francisco. Ni siquiera sabían rezar el Rosario.

A ellos, María les descubre el “misterio de su corazón” que no es otro que el reflejo de la misericordia y de la ternura de Dios que quiera salvar al mundo.

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Haced penitencia, haced oración;
por los pecadores implorad perdón.

Dios quiere salvar. No tiene otra intención, ni busca otra cosa. Dios sale a buscar al pecador, como el buen pastor la oveja perdida, o la viuda pobre la moneda extraviada.

Oración, penitencia y pecadores son tres palabras claves del mensaje de Fátima.

Oración, sobre todo de adoración y alabanza. El Ángel de paz enseñó a los tres niños una preciosa oración que se aprendieron de memoria: “¡Oh Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman!”

Penitencia: Fátima es una invitación a volver el corazón a Dios, pues la raíz de toda violencia está en el olvido de Aquel cuyo nombre es Amor, paz y misericordia.

Pecadores: Fátima no juzga a los pecadores. Es una invitación a sentirse solidarios con todos los que andan extraviados. Como Santa Teresita que deseaba sentarse a la mesa con todos los pecadores. ¿No hacía así el mismo Jesús?

*     *     *
El Santo Rosario constante rezad
y la paz del mundo el Señor dará.

El Rosario es el Evangelio hecho oración, y una oración que pasa por nuestros dedos, por nuestros labios y por nuestro corazón.

El Evangelio rezado con el corazón de María.

La paz que trae la oración del Rosario no es mágica.

Cuando rezamos bien el Rosario, a medida que nuestro corazón se acerca a Jesús y los misterio de su vida, nuestra vida se va pacificando.

Dejamos entrar la paz de Dios en nuestros corazones y nos convertimos en artífices de paz.

Jesús dijo -y los obispos argentinos acabamos de recordarlo- que son felices los que trabajan por la paz. Serán llamados hijos de Dios (cf. Mt 5,4).

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El papa Francisco ha escrito en su hermosa Exhortación Evangelii gaudium:

Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio. (EG 20)

Ya lo dije: la Virgen nos ganó de mano. Salió en Fátima al encuentro de los que necesitaban la luz del Evangelio.

Nuestra Iglesia diocesana la mira con alegría y deseo de aprender a ser y a hacer como ella.

Seguramente seguiremos madurando nuestro Plan de Pastoral que nos habla de una evangelización “más cercana a la vida” de las personas.

¡Qué no nos falten las actitudes profundas, evangélicas y humanas de Nuestra Señora!

La conversión misionera que necesita la Iglesia no es tanto de estructuras, ni de metodologías, menos aún de papeles o reuniones.

Es una conversión del corazón. En Fátima, María les mostró su corazón a tres niños.

Fue, como dice el papa Francisco, una “madre de corazón abierto” (cf. EG 46-49).


Pensemos en eso en este día de nuestra fiesta patronal diocesana.

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