Las cuatro estrofas del Ave María de Fátima resumen con sencillez un
mensaje sorprendentemente actual.
Cuatro brevísimas estrofas que seguramente sabemos de memoria, con la misma
sencillez del Evangelio de Jesús:
El trece de
mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría.
A tres
pastorcitos la Madre de Dios descubre el misterio de su corazón.
Haced
penitencia, haced oración; por los pecadores implorad perdón.
El Santo
Rosario constante rezad y la paz del mundo el Señor dará.
Como Iglesia diocesana
tenemos a la Virgen del Rosario de Fátima como patrona.
Es una gracia y también una
misión. La gracia nos llena el corazón de gratitud y de alegría. Y la alegría
es contagiosa: ahí nace la misión.
Esas cuatro estrofas respiran
el Evangelio. Meditemos en ellas brevemente.
* * *
El trece de mayo la Virgen María
bajó de los cielos a Cova de Iría.
Digamos así: la Virgen se nos
adelantó. Nos ganó de mano. Nos primereó, como dice el papa Francisco.
Si hoy sentimos la urgencia
de ser una Iglesia “en salida” es porque María nos abrió el camino.
Ella va delante: sale al
encuentro de los hombres.
* * *
A tres pastorcitos la Madre de Dios
descubre el misterio de su corazón.
Como el Dios de los pobres,
el Padre de Jesús, María tiene sus predilectos: son los pobres, los pequeños,
los últimos, los olvidados, los descartados, los simples.
Sabemos sus nombres: Lucía,
Jacinta y Francisco. Ni siquiera sabían rezar el Rosario.
A ellos, María les descubre
el “misterio de su corazón” que no es otro que el reflejo de la misericordia y
de la ternura de Dios que quiera salvar al mundo.
* * *
Haced penitencia, haced oración;
por los pecadores implorad perdón.
Dios quiere salvar. No tiene
otra intención, ni busca otra cosa. Dios sale a buscar al pecador, como el buen
pastor la oveja perdida, o la viuda pobre la moneda extraviada.
Oración, penitencia y
pecadores son tres palabras claves del mensaje de Fátima.
Oración, sobre todo de
adoración y alabanza. El Ángel de paz enseñó a los tres niños una preciosa
oración que se aprendieron de memoria: “¡Oh Dios mío, yo creo, adoro, espero y te
amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman!”
Penitencia: Fátima es una
invitación a volver el corazón a Dios, pues la raíz de toda violencia está en
el olvido de Aquel cuyo nombre es Amor, paz y misericordia.
Pecadores: Fátima no juzga a
los pecadores. Es una invitación a sentirse solidarios con todos los que andan
extraviados. Como Santa Teresita que deseaba sentarse a la mesa con todos los
pecadores. ¿No hacía así el mismo Jesús?
* * *
El Santo Rosario constante rezad
y la paz del mundo el Señor dará.
El Rosario es el Evangelio
hecho oración, y una oración que pasa por nuestros dedos, por nuestros labios y
por nuestro corazón.
El Evangelio rezado con el
corazón de María.
La paz que trae la oración
del Rosario no es mágica.
Cuando rezamos bien el
Rosario, a medida que nuestro corazón se acerca a Jesús y los misterio de su
vida, nuestra vida se va pacificando.
Dejamos entrar la paz de Dios
en nuestros corazones y nos convertimos en artífices de paz.
Jesús dijo -y los obispos
argentinos acabamos de recordarlo- que son felices los que trabajan por la paz.
Serán llamados hijos de Dios (cf. Mt
5,4).
* * *
El papa Francisco ha escrito
en su hermosa Exhortación Evangelii
gaudium:
Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es
el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado:
salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que
necesitan la luz del Evangelio. (EG
20)
Ya lo dije: la Virgen nos
ganó de mano. Salió en Fátima al encuentro de los que necesitaban la luz del
Evangelio.
Nuestra Iglesia diocesana la
mira con alegría y deseo de aprender a ser y a hacer como ella.
Seguramente seguiremos
madurando nuestro Plan de Pastoral que nos habla de una evangelización “más
cercana a la vida” de las personas.
¡Qué no nos falten las
actitudes profundas, evangélicas y humanas de Nuestra Señora!
La conversión misionera que
necesita la Iglesia no es tanto de estructuras, ni de metodologías, menos aún
de papeles o reuniones.
Es una conversión del
corazón. En Fátima, María les mostró su corazón a tres niños.
Fue, como dice el papa
Francisco, una “madre de corazón abierto” (cf. EG 46-49).
Pensemos en eso en este día
de nuestra fiesta patronal diocesana.
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