Juan XXIII y Juan Pablo II han sido canonizados. De esta
manera, la Iglesia católica no solo reconoce que están en el cielo gozando de
la visión beatífica, sino que los propone como ejemplos de vida cristiana y
autoriza su culto público en toda la Iglesia.
San Juan XXIII y san Juan Pablo II.
La santidad cristiana es, a la vez,
una y católica. Es una porque Dios es uno, Cristo es uno y en la unidad está la
salvación. La santidad cristiana es una porque es configuración con Jesucristo
y perfección de la caridad de Cristo. Esa es su esencia indivisible.
La santidad cristiana es también
católica. Porque dada ya en germen en el bautismo se abre paso en cada vida
cristiana tomando la fisonomía de cada vocación. Es la santidad de los esposos,
de los consagrados y de los pastores. Es la santidad de los doctores, de los
mártires y de las vírgenes, no menos que de los místicos, los confesores,
varones o mujeres, jóvenes, ancianos o niños. Es la santidad de los que, desde
niños conocieron a Cristo, o de los que se convirtieron a Él ya entrados en
años y, tal vez, después de una vida de vicio, pecado o simplemente
indiferencia.
No hace falta ser un genio para ser
santo, tampoco tener una voluntad de hierro o saber a la perfección las
ceremonias del culto. Lo que hace santo o santa a una persona es la pujanza del
amor de Cristo en su corazón y, desde allí, en toda su existencia: mente,
corazón, libertad, sentimientos, actitudes, comportamientos…
Es la santidad de los grandes
místicos que viven intensamente la comunión con Dios. Pero también es la
santidad de los que llevan hasta las últimas consecuencias el compromiso ético
por la verdad, la justicia, la dignidad de los más pobres.
Es la santidad de los hombres y
mujeres amantes de la tradición, un poco conservadores y tradicionales, aunque
no integristas. O la santidad de los arrojados, los que sueñan con cambiar lo
cambiable en la Iglesia, los llamados “progresistas”.
Unos y otros, sin embargo, si son
santos aman profundamente a la Iglesia y nunca se sientan en la vereda de
enfrente para tirar piedras a los “otros”, a los que califican, desde su
soberbia, como estúpidos, poco evangélicos, mundanos o vaya a saber qué
calificativo inventado por la imaginación del odio, siempre activa y despierta.
Es la santidad de san Juan XXIII y
de san Juan Pablo II, tan diversos y tan unidos. Es la santidad de dos papas en
la única Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica. También romana.
Hoy es un día de alegría para
todos.
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